La masturbación es positiva

Ni es un pecado ni es un vicio. La masturbación es un placer. Y un camino de conocimiento. Pocos actos son tan útiles para conocernos sexualmente como la masturbación. Una masturbación bien realizada (es decir, una masturbación que sea concebida como un placer en sí misma y no como un método rápido y expeditivo destinado a aliviar cuanto antes una tensión sexual) puede servir, en el caso de los hombres, como ejercicio insustituible a la hora de luchar contra la eyaculación precoz. Un hombre que sepa masturbarse bien y que sepa identificar las sensaciones propias de cada fase de su excitación sexual tendrá mucho ganado a la hora de “triunfar” entre las sábanas.

La masturbación, en ese caso, se habrá revelado como una práctica terapéutica insustituible. El hombre que sepa detener su mano a tiempo (imaginando que la masturbación se esté realizando a la manera clásica, es decir, sujetando el pene con la mano y moviendo ésta a lo largo del tronco de aquél) podrá controlar mejor su orgasmo que aquél que se deje ir a las primeras de cambio. Evitar el traspasar la frontera del punto de no retorno, ése en que la eyaculación se hace inevitable, es fundamental para que la masturbación no sólo sea más placentera sino para que, en el caso de padecer eyaculación precoz, aquélla pueda tener funciones terapéuticas.

Pero la masturbación terapéutica no sólo es una práctica masculina. También las mujeres pueden servirse de la masturbación para, gracias a ella, corregir ciertos problemas. Entre esos problemas cabe destacar el del vaginismo.

Masturbación y autoconocimiento

Por vaginismo entendemos aquella contracción involuntaria de la musculatura vaginal que dificulta o impide la penetración. La masturbación puede servir para, gracias al conocimiento de la propia anatomía genital conseguida gracias a ella y de la consecución de un mayor control sobre los músculos vaginales, reducir los síntomas del vaginismo o, de una manera definitiva, convertirlo en un problema del pasado.

Que los niños se tocan sus genitales es algo sabido. Así empiezan a conocerlos. Esos autotocamientos suelen realizarse hasta los seis años. Después, los tocamientos vuelven a retomarse hacia los 10 u 11 años. En esta época de la vida, entrando ya en la preadolescencia, los tocamientos tienen una clara intencionalidad: la búsqueda del placer. Es decir: pueden considerarse comportamientos masturbatorios.

La realidad histórica habla de cómo, durante toda la infancia y especialmente con la llegada de esa fase vital a la que llamamos preadolescencia, y especialmente en el caso de las mujeres, se reciben mensajes negativos orientados a erradicar esos tocamientos o autoexploraciones. Al cohibir dichos tocamientos se está interrumpiendo el proceso de conocimiento del propio cuerpo y de los propios mecanismos de placer y se está abonando el terreno para que la persona a la que se ha reprimido viva en un futuro no demasiado lejano una sexualidad incompleta y mucho menos gozosa de lo que podría resultar en caso de conocer perfectamente el propio cuerpo, sus mecanismos y sus apetencias sexuales.

Tras muchos casos de vaginismo existe un desconocimiento trufado de miedo de lo que son las relaciones sexuales, de lo que es el propio deseo y de los mecanismos y prácticas necesarias para satisfacerlo. Tras muchos casos de vaginismo existe un concepto pecaminoso o sucio de la masturbación. En estos casos, despojarse de prejuicios y de todo tipo de sentimiento de culpa o de vergüenza es imprescindible para aprender a masturbarse cuando se es adulta.

Masturbación terapéutica

Todo aprendizaje requiere de un proceso y ese proceso debe realizarse con calma. Un consejo: no busques el placer en tu primera experiencia masturbatoria. Si lo encuentras, pues mucho mejor. Pero el objetivo primordial de esa primera vez no es el placer; es el conocer el propio cuerpo e identificar los diferentes órganos que forman los genitales femeninos. Por eso la primera vez hay que palparse suavemente la vulva y sus diferentes partes (labios mayores y menores, vagina y glande del clítoris). Será en las siguientes sesiones cuando se pueda empezar a experimentar con diferentes ritmos y presiones. Será en esas sesiones cuando descubras tu forma personal de masturbarte.

Si el anterior era un consejo indicado para todas aquellas mujeres que están aprendiendo a masturbarse en la edad adulta, los siguientes están indicados para todas aquellas mujeres que quieran utilizar la masturbación contra el vaginismo.

Antes de plantearte cómo solucionar tu problema de vaginismo debes saber cómo es la vagina. La vagina no es un conducto. No es un espacio abierto. De hecho, las paredes vaginales están pegadas unas a otras y son adaptables. Lo que entre en la vagina o salga de ella determinará la forma que ésta adopte. En reposo, la vagina tiene una profundidad de unos 8 cm. En la fase de excitación, sin embargo, la vagina se hace más profunda para, de ese modo, llegar a los 14 cm. De todos esos centímetros, los tres primeros a contar desde la entrada son los más sensibles de toda la vagina.

Una buena manera de luchar contra el vaginismo utilizando la masturbación es utilizando dilatadores. Es decir: introduciendo progresivamente en la vagina objetos de forma fálica que vayan siendo cada vez más gruesos. Para empezar, basta con introducir un objeto cuyo grosor no exceda del de un dedo meñique. Para terminar, bastará con un dildo que tenga un grosor similar al de un pene erecto. Si padeces un problema de vaginismo y no quieres invertir una cantidad demasiado elevada en proveerte de juguetes eróticos de diversas medidas y tamaños, puedes servirte de diversos objetos caseros que, correctamente utilizados, te servirán como dilatadores. Entre estos objetos puedes contar con aplicadores de tampones, velas, zanahorias, calabacines, pepinos, etc. Un calabacín o un pepino pueden ser grandes amigos en la intimidad de una mujer. Para utilizarlos, basta con lavarlos convenientemente y colocarles un preservativo.

Antes de llegar a esa masturbación “hortícola” te aconsejamos experimentar con tus propias manos. Pasear la yema de tus dedos por la vagina para, después, introducir poco a poco dentro de tu vagina puede ser una buena manera para ir acostumbrando a esa parte tan delicada de tu cuerpo a tener algo dentro. Si al introducir el dedo en tu vagina sientes alguna molestia, deja quieto el dedo (ni lo metas más ni lo saques) hasta que tu vagina se acostumbre a notar ahí su presencia.

Una vez tengas el dedo ahí y tu vagina se haya acostumbrado a notarlo, experimenta con él. Muévelo hacia delante o hacia atrás y también hacia los lados. Explora así el interior de tu vagina. Cuando lo tengas dentro, intenta hacer contracción y relajaciones de tu musculatura vaginal. Ése será un buen ejercicio para controlar tus espasmos musculares.

Una vez domines tu propia técnica masturbadora puedes probar a enseñársela a tu pareja. Que él utilice los dilatadores contigo puede convertirse en un juego muy excitante y, al mismo tiempo, en una magnífica terapia contra el vaginismo. Si a pesar de todo éste persistiera, acude a un especialista.