En el sexo hay poco por inventar, pero siempre puede surgir una nueva manera de llamar a algo que ya existía. Muchos de esos nuevos términos provienen de la lengua inglesa. El de edging es uno de ellos. Con él nombramos una técnica que nos sirve para conseguir orgasmos mucho más intensos. ¿Cómo? Dando un paso atrás justo en ese momento en que estamos a punto de precipitarnos al abismo del orgasmo. Hablar de edging, pues, sería hablar de una técnica sexual que nos permitiría llegar al borde mismo de ese instante de no retorno en el que el orgasmo ya es inevitable para, llegados a ese punto, quedarnos ahí, justo a ahí, sin dar el paso final y decisivo que nos conduciría al éxtasis. En definitiva, hablar de edging es hablar de una técnica destinada a potenciar el control que tenemos sobre nuestra respuesta sexual. Controlando nuestra respuesta sexual y consiguiendo el posponer el momento del estallido orgásmico lo que lo logramos es no solo prolongar durante más tiempo la sensación de placer. Conseguimos también que ese placer experimentado sea mucho más intenso.
Para poner en práctica el edging hay que extremar al máximo la atención sobre las propias sensaciones. Para ello debemos conocer perfectamente nuestro propio cuerpo, saber cómo reaccionamos a determinados estímulos y ser absolutamente conscientes de cuánto lejos o cerca estamos del clímax, ya que solo de ese modo conseguiremos lo que se propone el edging y que no es otra cosa que mantener un alto nivel de excitación sexual durante un prolongado período de tiempo sin por ello llegar al éxtasis.
Para alcanzar ese conocimiento del propio cuerpo que hemos indicado que se necesita para poder poner en práctica el edging es muy importante la masturbación. Gracias a la masturbación consciente (no a esa masturbación impulsiva y hecha a la carrera) podemos saber cómo reacciona nuestro cuerpo y cómo se comporta durante el proceso de excitación sexual. Para incrementar ese conocimiento de nuestro propio cuerpo debemos experimentar al masturbarnos. Probar diversos tipos de estimulación, alternar diferentes ritmos y movimientos corporales y ejercitarnos con diversas técnicas de respiración nos servirá, sin duda, para alcanzar ese conocimiento de nuestro cuerpo que nos permitirá llevar a cabo el edging.
Para ejercitarse en el arte del edging es necesario, también, despojarse de nociones preconcebidas que nos hablen de cómo debería ser, sí o sí, una relación sexual. El sexo debe ser concebido como un juego de exploración. Lo decimos muchas veces: lo importante no es el final en sí, sino el camino que hay que recorrer para llegar a ese final. Concibiendo ese camino como un lujo en sí mismo, disfrutando de todos y cada uno de sus pasos, ralentizando éstos, conseguiremos que el final sea mucho mejor.
El motivo de que ese final sea más intenso si previamente hemos modulado nuestra respuesta sexual y la hemos controlado es, en gran parte, psicológico. ¿No producen un placer especial, una vez que nos los damos, esos caprichos que nos guardamos para más tarde? Así sucede con los orgasmos que posponemos al practicar el edging. Pero que lo psicológico tenga una importancia capital en la práctica del edging no quiere decir que dicha importancia lo sea en exclusiva. De hecho, lo físico también tiene parte de “culpa” en este proceso que concluye con un orgasmo mucho más intenso y placentero. Según los sexólogos, en el momento en que se detiene el orgasmo para, posteriormente, continuar con la estimulación, se produce un aumento del flujo de sangre hacia el área pélvica, lo que convierte a esta zona del cuerpo en una zona mucho más erógena y, por tanto, mucho más sensible a cualquier tipo de estimulación.
Técnicas para retardar el orgasmo
Para practicar el edging, además de saber identificar las propias sensaciones y saber reconocer por ellas cuando se está justo al borde del orgasmo, hay que dominar varias técnicas. Entre las técnicas destinadas a controlar la respuesta sexual de los varones (acostumbran a ser más tendentes que las mujeres a alcanzar con mayor rapidez el orgasmo) podemos destacar algunas que pueden ser muy útiles:
- Inspirar amplia y profundamente cuando nos acercamos al orgasmo. Por el contrario, si respiramos de una manera acelerada y superficial lo que estaremos haciendo será anticiparlo.
- Presionar sobre el glande cuando se acerca el momento de la eyaculación.
- Presionar sobre la base del pene.
- Retirar el escroto de su posición muy cercana al cuerpo para, de ese modo, actuar de manera contraria a como lo hace el escroto cuando el hombre está a punto de eyacular.
- Presionar la zona del perineo. Presionando sobre esa zona lo que se pretende es ejercer presión sobre la próstata para dificultar de ese modo que el semen llegue a depositarse en el conducto uretral.
- Echar mano de técnicas mentales que permitan sujetar la excitación para que ésta, sin desbocarse hacia lo incontrolable, se mantenga.
Como toda técnica sexual, la del edging no se aprende ni se domina en un día. Para conseguir dominarla es necesaria mucha práctica y esa práctica solo se consigue, lógicamente, teniendo sexo.