Fingen las mujeres y fingen los hombres
Quien esté libre de este pecado que tire la primera piedra. Será más sencillo, a este respecto, encontrar a un hombre que a una mujer. Según los últimos estudios, entre el 60 y el 68% de las mujeres han cometido ese “pecado” alguna vez en su vida. En el caso de los hombres el porcentaje de pecadores se reduce a unas tasas que, dependiendo del estudio de que se trate, oscila entre el 19 y el 33%. El pescado en cuestión es eso que se llama “fingir un orgasmo”, es decir: hacer creer a la pareja que se ha alcanzado el éxtasis sexual sin que eso haya pasado.
Que el acto de fingir un orgasmo esté asociado tradicionalmente al sexo femenino no quiere decir, ni mucho menos, que sólo las mujeres finjan el orgasmo. Las anteriores estadísticas lo demuestran. También algunos hombres han recurrido, por unos motivos o por otros, a fingir un orgasmo alguna vez en su vida.
Motivos para fingir un orgasmo
¿Qué motivos pueden existir para que una persona decida fingir un orgasmo? En la mayor parte de los casos, los motivos guardan relación directa con el camuflaje de incompetencias o problemas propios o ajenos que afectan al mantenimiento de unas relaciones sexuales plenamente satisfactorias.
La mujer, por ejemplo, puede fingir el orgasmo para hacer que el hombre acabe o para evitar que insista en la búsqueda de un orgasmo que no acaba de llegar. La mujer, también, puede fingir el orgasmo para impedir que la autoestima del hombre se resienta. En dos palabras: una mujer puede recurrir al truco del orgasmo fingido para aplaudir el empeño del hombre y conseguir, de ese modo, que el hombre se sienta satisfecho con “el deber cumplido”.
Puede ser, en algunas ocasiones, que la mujer padezca algún tipo de problema que le impide llegar al orgasmo. La anorgasmia puede ser debida al consumo de anticonceptivos orales, a las preocupaciones del día a día, a la ingesta de antidepresivos, a la existencia de problemas circulatorios, a la edad o al sobrepeso. Sea cual sea el motivo, la mujer puede camuflar esa anorgasmia fingiendo el orgasmo para, de ese modo, ocultar el problema a su pareja.
Otra motivación que no puede ser desechada a la hora de analizar la problemática del orgasmo fingido es la de considerar la posibilidad de que la mujer finja el orgasmo para, mediante dicho fingimiento conseguir excitar a la pareja para, así, conducir a ésta más rápidamente al orgasmo real.
En este último caso, el orgasmo fingido puede tener algo de aparatosamente teatral. Éste es el orgasmo que se vuelve puro gemido, el orgasmo casi sobreactuado, el orgasmo que parece un calco de la famosísima escena que Meg Ryan fingiera para Billy Cristal en la celebérrima película Cuando Harry encontró a Sally.
Cuando se habla de orgasmo fingido suele recurrirse a esta famosa escena, que se ha convertido, en el imaginario popular, en el prototípico orgasmo femenino fingido. En el caso del hombre, las motivaciones y la forma de actuar pueden ser distintas. Por ejemplo: el hombre puede fingir el orgasmo para ocultar un problema de eyaculación precoz. Una vez eyaculado, el hombre sigue empujando dentro de la mujer y, no pudiendo volver a alcanzar el orgasmo y sintiendo que la erección puede verse seriamente comprometida, lo finge para simular que ha durado un tiempo superior al que realmente ha durado.
Otros hombres pueden fingir el orgasmo cuando, no alcanzándolo, pueden sentirse cansados o pueden adquirir la certeza de que, por mucho que sigan, no van a alcanzarlo.
¿Cómo distinguir los orgasmos fingidos
Posiblemente ahora has quedado preocupado o preocupada por la posibilidad de que tu pareja, de manera circunstancial o de un modo más o menos sistemático, te esté fingiendo los orgasmos. ¿Quieres conocer unos trucos para distinguir si el orgasmo de tu pareja es fingido o es real? Puede que no sea fácil conseguirlo (máxime si tú estás implicado en la faena de disfrutar del momento vivido y, por tanto, tienes tus sentidos embotados por el subidón hormonal que acompaña a todo encuentro sexual), pero hay una serie de detalles que pueden ayudarte a terminar con tu incertidumbre.
Uno de ellos es el del ritmo cardíaco y la respiración. Otro, el notar la piel más cliente y sudorosa. Un cierto rubor en pecho y abdomen puede servir, también, para distinguir un orgasmo real de un orgasmo fingido. Si no cierra los ojos, fíjate en sus pupilas. Acercándose el orgasmo, éstas se dilatan de manera notable.
Algunos de estos factores pueden resultar engañosos. La respiración puede estar agitada cuando se lleva mucho tiempo practicando sexo y, sin embargo, eso no quiere decir que el orgasmo esté a punto de llegar. Por eso es relativamente sencillo tomar un orgasmo fingido por un orgasmo real.
Lógicamente, lo más recomendable cuando se mantienen relaciones sexuales es no recurrir al engaño. El engaño es mal compañero de viaje cuando de relaciones humanas se trata, y el sexo no queda al margen de esa norma. Por otro lado, al convertir el orgasmo fingido en una práctica habitual estamos favoreciendo que se perpetúen unas prácticas sexuales que no nos satisfacen ni estimulan lo suficiente.
El cambiar las prácticas sexuales puede resultar complicado si éstas se encuentran demasiado enraizadas en las costumbres de la pareja. Quizás por eso siempre insistimos en los beneficios que la innovación tiene para la vida sexual de la pareja. No quedarse estancados en determinadas rutinas amatorias es fundamental para enriquecernos sexual y humanamente. Como siempre decimos, la comunicación es fundamental para alcanzar una relación sexual satisfactoria para ambos miembros de la pareja. Una buena educación sexual ayudará también a ello. Gracias a dicha educación aprenderemos algo muy importante: el gozo sexual no debe limitarse sólo a la persecución encarnizada del orgasmo. Más acá del orgasmo también existe el placer. Y ese placer debe ser descubierto. En la mayor parte de los casos, el orgasmo será la guinda del pastel. Pero hay pasteles que están deliciosos sin guinda que los corone. Y no es de buenos pasteleros rubricar la obra con una guinda falsa, ¿no?