Los mecanismos que determinan el placer femenino y el placer masculino son diferentes o, cuanto menos, no exactamente iguales. Durante mucho tiempo (siglos) nadie se preocupó del primero. De hecho, el placer femenino solo podía concebirse desde una visión casi demoníaca. La mujer, según el pensamiento judeocristiano, que ha sido, fundamentalmente, el que ha moldeado la forma de pensar occidental a lo largo de la Historia, estaba puesta en el mundo para cumplir con una función única y capital: asegurar la pervivencia de la especie. La mujer, dicho en plata, estaba en el mundo para dar solaz a su pareja y, por supuesto, para parir. Ésa era la función que “Dios” le había encomendado. El sexo, así, se convertía para ella en un mero trámite hacia el cumplimiento del mandato divino. Que la mujer lo concibiera como una oportunidad para gozar era, desde el punto de visto cultural y religioso, pecado.
Fue el tipo de pensamiento expresado en el párrafo anterior el que impidió que los mecanismos del placer femenino fueran convenientemente estudiados durante muchas décadas. ¿Cómo se va a poner empeño en estudiar algo que no debería existir? Tuvo que llegar la década de los sesenta del pasado siglo para que, al calor del movimiento feminista y de la reivindicación cada vez más extendida de los derechos de la mujer, diferentes sexólogos y sexólogas empezaran a preocuparse por el placer de la mujer y por los mecanismos que intervienen para que éste se dé.
Desde aquellos años, son muchos los manuales y estudios que, por fortuna, se han ocupado de intentar paliar el injusto abandono al que el placer de la mujer, como objeto de estudio y conocimiento, se ha visto relegado durante tantos siglos. Uno de esas últimas obras está firmada por María Hesse (Huelva, 1982), una de las más brillantes ilustradoras españolas de los últimos tiempos. Autora de aplaudidas biografías sobre Frida Kahlo y David Bowie (la de la famosa pintora mexicana ronda ya las 20 ediciones), María Hesse acaba de publicar en la editorial Lumen El Placer, una obra que ha sido califica como “su personal atlas de la sexualidad femenina” y que, con textos e ilustraciones firmadas por la autora andaluza, tiene un poco de confesión, un poco de historia y, sobre todo, un poco de ensayo feminista sobre la sexualidad femenina.
En lucha contra la falocracia
Con El Placer, lo que María Hesse hace, en gran medida, es invitar a las mujeres a dejar de lado todo tipo de complejo para, de ese modo, libres de cargas, poder conocerse mejor y, con ello, disfrutar de una manera más plena de su sexualidad. Con él, María Hesse intenta, también, reivindicar el placer femenino y luchar contra lo que ella considera algo que se ha dado a lo largo de la Historia: que la sexualidad de la mujer se haya concebido, culturalmente, como algo dependiente del hombre. Por eso, sostiene María Hesse, no se concebía que la mujer se masturbara. Por eso no se concebía que la mujer pudiese experimentar placer.
María Hesse, al hablar del placer femenino y de cómo ha sido concebido a lo largo de la Historia, afirma que las cosas hubieran sido de otro modo si Dios hubiera sido mujer, si hubiera sido entendido como tal. Si a la divinidad se le hubiera otorgado género femenino, el concepto de placer femenino habría sido muy distinto. Incluso, afirma María Hesse, la menstruación habría sido concebida de un modo muy distinto. No en vano, afirma María Hesse en una entrevista concedida al periodista Miguel Lorenci y recogida por El Diario Montañés en su edición digital del pasado 9 de diciembre, uno de los cuatro ciclos de la menstruación no hace sino convertir a la mujer en un ser vivo con una inmensa capacidad creativa. Durante ese ciclo, afirma María Hesse, la mujer se empodera.
Que se resalten los aspectos negativos de la menstruación y se oculte el poder creativo de esa fase de la misma en concreto no es algo gratuito. Tampoco lo es que durante tanto tiempo se haya ocultado la existencia del clítoris. Ocultándolo, él y el placer femenino se concebían como algo fundamentalmente negativo. Todo ello, apunta María Hesse, es fruto de una falocracia que, afirma en la mencionada entrevista, “persistirá hasta que no se cambie el sistema imperante y modifiquemos de raíz la educación en la familia y en la escuela”.
La inexistencia de una educación sexual adecuada hace que muchos adolescentes se eduquen sexualmente a partir de lo que contemplan en los productos de la industria del porno. El adolescente, afirma Hesse, debe ser consciente de que el porno no es sino una ficción más. Además, sostiene, el porno está creado mayoritariamente desde un punto de vista “heteropatriarcal”. La cultura del porno es, según María Hesse, una cultura falocéntrica en la que la mujer, lejos de ser sujeto del placer, es objeto del mismo.
Objetivo: visibilizar el placer femenino
Hesse, que tomó su apellido “artístico” del famoso autor alemán autor de obras como Demian o El lobo estepario, rechaza la idea de que El Placer sea concebida como una obra divulgativa orientada a explicar cómo experimentar con la sexualidad. Según su autora, el objetivo de El Placer es romper con la ausencia de educación o con el exceso de mala educación que las mujeres han recibido sobre su sexualidad y sobre la forma de disfrutarla.
Para conseguirlo, María Hesse reúne texto e ilustraciones y recurre a las figuras de mujeres como Cleopatra, Lilith, Mata Hari o María Magdalena para mostrar hasta qué punto hubo mujeres de cualquier tiempo histórico que decidieron vivir con libertad su sexualidad y hasta qué punto dichas mujeres pueden servir de modelo a las mujeres de hoy en día.
Finalmente, María Hesse ha reconocido que la idea de realizar El Placer nació en gran medida como un acto de rebeldía contra la censura a la que sus dibujos se vieron sometidos en las redes sociales. Dicha censura, sostiene María Hesse, le hizo ver que en tono al placer de las mujeres se cernía una especie de tabú. Vencer a ese tabú fue el objetivo de una artista que se declara convencidamente feminista.