Verdad o mentira de los refranes

Que el refranero popular es sabio es una de esas aseveraciones que no se ponen, extrañamente, en duda. Al refranero le otorgamos habitualmente la sabiduría de lo viejo, de lo que, a fuerza de experiencia, ha ido adquiriendo esa pátina de erudición siempre atinada y siempre irrebatible que tienen las verdades inamovibles. Por eso convertimos frases hechas como “a río revuelto, ganancia de pescadores” o “cuando el río suena, agua lleva” en algo más que simples frases, en una especie de claves de uso universal que sirvieran para descifrar arcanos y para dictar sentencias tan justas como inapelables.

No vamos a discutir aquí hasta qué punto una sentencia como el segundo refrán que hemos citado en el párrafo anterior puede encerrar una enseñanza falsa. Nos basta con decir que una sentencia de ese tipo ha servido, históricamente, para pasarse por el forro un principio jurídico capital en toda democracia como es el de la presunción de inocencia para alertar sobre el carácter brumoso y escurridizo de los refranes. A veces sirven para los rotos, sí; pero no siempre sirven para los descosidos. Después de todo, más de una persona ha visto arruinada su imagen pública por eso de que “cuando el río suena, agua lleva”. El río, en esos casos de los que hablamos y a los que no queremos poner nombre propio, sonaba porque alguien lo hizo sonar, no porque su lecho estuviera lleno de agua.

Dicho esto debemos tener presente que hay que desconfiar, por principio, de los refranes. ¿Hay quien ponga la mano en el fuego para asegurar que siempre, siempre, el que las da las toma? Bastaría con hacerse una pregunta para descubrir hasta qué punto eso de que “donde las dan las toman” es un refrán, como tantos otros, en los que caben infinitos matices, tan infinitos como para convertir finalmente a dicho refrán en un aserto lleno de remiendos, un odre tan lleno de agujeros que es imposible que pueda contener en sus entrañas el oro líquido de verdad alguna. ¿Cuántos crímenes no han quedado sin castigo? ¿Cuántos delitos no quedaron sin pena? ¿Cuántas personas no dieron sin tomar?

¿Mejor poco sexo que mucho

Esta reflexión que hemos realizado al inicio de este post sólo debe servir de introducción para poner en cuarentena uno de esos refranes que se sueltan a la buena de Dios y que puede tener consecuencias ciertamente determinantes para nuestra vida sexual. Y es que, cuando decimos que “lo poco gusta y lo mucho cansa”, ¿estamos expresando algo que, aplicado a nuestra vida sexual, puede ayudar a mejorarla?

Desde nuestro punto de vista de amantes de la sexualidad y de la práctica sexual, nos parece algo así como una blasfemia la defensa del ayuno sexual. ¿De verdad va a ser mejor la abstinencia sexual voluntaria para la vida sexual que la práctica diaria o casi diaria de sexo?

Hay voces que en los últimos tiempos defienden desde diferentes púlpitos el ayuno sexual como un camino para llegar al disfrute de una sexualidad más rica y satisfactoria. Hay que decir que esos púlpitos no son, siempre, púlpitos religiosos. Desde los nutricionistas del sexo de Purex, una pareja de italianos que, recorriendo institutos, teatros e iglesias de toda Italia, intentan a convencer a millares de jóvenes italianos para que lleguen vírgenes al matrimonio, hasta ciertos psicólogos, sociólogos y terapeutas de pareja como Kristin Zeising, que afirma que “la sexualidad puede ser incluso mejor si se espera hasta que uno esté totalmente convencido y comprometido, y para muchos esto solo ocurre después del matrimonio” o que “algunos prefieren trabajar en establecer una buena conexión y luego, el sexo puede ser la guinda del pastel”, son múltiples las voces que, despegadas en algunos casos de cualquier motivación religiosa, poco a poco se van alzando contra lo que ellos llaman los excesos de una sociedad hipersexualizada.

Sex detox

A la voz de Kristin Zeising hay que unir la del psicoterapeuta norteamericano Ian Kerner. Él ha sido el creador del término “sex detox”. Con él, Kerner hace referencia a ese ayuno sexual que persigue, a la larga, disfrutar de mejores relaciones sexuales. Es precisamente ese término, el de “sex detox” el que sirve a Ian Kerner para dar título a un libro en el que, entre otras cosas, afirma que “aparcar la sexualidad durante 30 días es una buena manera de resetear nuestro lado erótico”. Ésa, afirma, es una buena manera de salir de ese círculo vicioso de sexo y relaciones.

Ian Kern ofrece en su obra una serie de recetas para poder encarar con garantías de éxito ese mes de ayuno sexual. Esa dieta o ayuno, afirma Kern, nos hará más fuertes y saludables. La clave, afirma este psicoterapeuta defensor del sex detox, radica en el ejercicio de un poder de incalculable valor: el de poder decidir lo que queremos ser y, a partir de ahí, serlo. ¿El objetivo? “Que la consigna de no tocarse, besarse ni hacer el amor nos devuelva un poco a la adolescencia y nos sirva para redescubrir al otro de nuevo”.

Una buena manera de redescubrir al otro de nuevo es regresar a ciertas prácticas eróticas abandonadas en el instante en que se experimenta el coito por vez primera y se convierte a éste en el eje central sobre el que giran todas las relaciones sexuales. Aparcar el coito y todo lo referente a la genitalidad es, al decir de algunos sexólogos y sexólogas, la mejor manera de aumentar la creatividad del amante.

El autoerotismo es, en este sentido, fundamental a la hora de hacer más llevadero ese tiempo de espera. El autoerotismo, además, sirve para mantener activa la libido y para explorar los propios deseos y la propia manera de reaccionar a los diferentes estímulos.

Saber esto nos hace pensar en la bella top model australiana Miranda Kerr. Este ángel de Victoria’s Secret, emparejada con Evan Spiegel, fundador de Snap Inc., una de las redes sociales más utilizadas por los millennials, ha declarado que no mantienen relaciones sexuales. ¿El motivo? Simple y llanamente, están esperando.

Seguramente, de conocer el refrán español de “lo poco gusta y lo mucho cansa”, Miranda Kerr lo estamparía en una de esas camisetas que tan bien le quedan. ¿Bastaría eso para convencernos de las virtudes del sex detox? No lo creemos. Como la inmensa mayoría de los seres humanos, somos de los que echamos mano de los refranes cuando éstos nos sirven para dar un soporte con solera a nuestras opiniones. Siendo así, nosotros acostumbramos a utilizar como aforismo de cabecera ése que afirma que “en el medio está la virtud”. Así, consideramos que entre la adicción al sexo y el ayuno sexual caben toda una amplia gama de grados intermedios. Nos apuntamos a ellos defendiendo también una idea que nadie podrá quitarnos de la cabeza: siempre habrá tiempo de dejar el sexo o de que el sexo nos abandone. Hasta que ese momento llegue, ¿por qué renunciar a él? Gozar sexualmente es bueno y, cierta y sinceramente, es difícil que lo hagamos en exceso.