Estudio sobre las fantasías “extradiádicas”
Todo el que lo ha vivido lo sabe. El “estar” o compartir la vida con una persona no alza delante de nosotros un muro que impida la llegada de estímulos sexuales que provengan de personas que no son aquélla con la que compartimos nuestra vida. Como suele decirse, “no somos ciegos”, y el juramento o la promesa de fidelidad a nuestra pareja no impide que podamos sentirnos estimulados eróticamente por otras personas o que, en nuestro fuero interno y de una manera más o menos consciente, no fantaseemos eróticamente con otras personas.
Esto, claro, aparece normalmente una vez superadas las primeras fases del enamoramiento y cuando la pareja ya lleva un determinado recorrido vital como tal. Durante las primeras fases de lo que se conoce con el nombre de enamoramiento, el deseo y la fantasía se orientan, en circunstancias normales, hacia quien es nuestra pareja. Transcurrido un tiempo no excesivamente largo, las fantasías con alguien que no es la pareja se hacen relativamente comunes y habituales a todo tipo de hombres y mujeres. Eso, al menos, es lo que se desprende de un estudio publicado por el The Journal of Sex Research y realizado por el Dr. Thomas V. Hicks, de la Universidad de Vermont.
El estudio al que hacemos referencia en este artículo dedicado a las fantasías eróticas extramatrimoniales fue realizado por el mencionado Dr. Hicks y por su ayudante y coautor del mismo, Harold Leitenberg. Hicks y Leitenberg realizaron un cuestionario a 349 estudiantes y empleados de la universidad. Los encuestados tenían edades que oscilaban entre los 18 y los 70 años y el objetivo de la encuesta era saber con qué frecuencia las personas con pareja tenían fantasías sexuales con una persona que no era su pareja. A estas fantasías sexuales extramatrimoniales los autores del estudio las llamaron fantasías “extradiádicas”.
Vergüenza y culpa
Una gran mayoría de las personas entrevistadas que reconocían el tener fantasías eróticas extramatrimoniales reconocían, al mismo tiempo, sentirse culpables por tener ese tipo de fantasías. Y es que, argumentaban, “está mal” que una persona con pareja y que presuma de fidelidad a la misma pueda fantasear sexualmente con alguien que no sea esa pareja. Cargos de conciencia, sentimiento de culpa, vergüenza… una mochila cargada con estos sentimientos es la que debe llevar a cuestas el hombre o la mujer que, viviendo en pareja, fantaseen en mayor o menor grado (Hicks y Leitenberg no valoraron la complejidad de las fantasías en su estudio) con el mantenimiento de relaciones sexuales con otra persona que no sea su pareja.
El estudio de Hicks y Leitenberg dio los siguientes resultados: el 87% de los participantes en la encuesta que estaban en pareja reconocían el tener fantasías sexuales extramatrimoniales. En este sentido, el hombre fantasea más que la mujer. En el caso del sexo masculino, el porcentaje de participantes en la encuesta que reconocían tener fantasías eróticas extramatrimoniales ascendía hasta el 98%. Por su parte, sólo el 80% de las mujeres reconocieron el “padecer” ese tipo de fantasías.
Hicks ha señalado en su estudio que el hecho de tener fantasías sexuales extramatrimoniales no aumenta necesariamente la posibilidad de que se incurra en casos de infidelidad matrimonial. Eso sí, quienes, en algún momento de su relación, han sido infieles a su pareja son más tendentes a tener fantasías sexuales extramatrimoniales que quienes no lo han sido.
¿Existen diferencias significativas entre el contenido de las fantasías sexuales extramatrimoniales entre el hombre y la mujer? Según el estudio de Hicks y Leitenberg, las mujeres son más propensas que los hombres a tener fantasías sexuales con antiguos compañeros sexuales que los hombres. Es decir, la mujer es, en principio, más proclive a fantasear con lo que ya han probado que el hombre.
El tiempo de relación de la pareja también es un factor que resulta determinante a la hora de valorar la aparición o no de fantasías sexuales extramatrimoniales. Cuantos más años dura la relación con la pareja más fácil resulta fantasear sexualmente con otra persona distinta. También es más proclive a poseer fantasías sexuales extramatrimoniales quien ha poseído más relaciones diferentes en el pasado que quien ha tenido una vida sentimental/sexual menos variada.
Hicks y Leitenberg sostienen que su estudio puede servir a los terapeutas y otros especialistas en relaciones de pareja para ayudar a dos tipos de personas: las que se avergüenzan o experimentan un marcado complejo de culpabilidad al poseer fantasías sexuales extramatrimoniales y las que reaccionan con un ataque de celos más o menos disimulado al saber que su pareja tiene ese tipo de fantasías.
Asumir que es normal poseer fantasías sexuales y que éstas pueden ser, tranquilamente, fantasías eróticas extramatrimoniales es fundamental para disfrutar de la vida sexual sin angustias ni traumas. Disfrutar de la vida sexual sin traumas es más fácil cuando nos desembarazamos de los sentimientos de culpa que, estimulados desde los ámbitos de lo moral, tienen como finalidad principal el controlar nuestro comportamiento. Al inculcársenos una determinada moral se nos inculca la capacidad de experimentar determinados sentimientos de culpa. La fidelidad, así, se convierte en un tótem, y todo lo que, en mayor o menor grado, atente contra ella es considerado algo pernicioso. Al incluir la fantasía sexual extramatrimonial entre lo que, moralmente, se considera criticable, lanzamos piedras contra nuestra propia felicidad sexual. Después de todo, y como hemos visto en más de un artículo de nuestra sección dedicada a las fantasías eróticas, las fantasías sexuales no llevan inscrito en su ADN el deseo de hacerse realidad. Distinguir deseo de fantasía es, en este sentido, fundamental para aceptar con mayor naturalidad, sin vergüenza ni culpa, las fantasías eróticas extramatrimoniales.