Todos fantaseamos
Yo fantaseo, tú fantaseas, él fantasea, nosotros fantaseamos… Podríamos conjugar el verbo fantasear en cualquier forma temporal y en cualquier persona del verbo. Y es que nadie ha escapado ni escapa a haber incurrido en algo que es absolutamente humano: el poseer fantasías eróticas o, lo que es lo mismo, a acunar en la imaginación actos de carácter erótico o paraerótico que actúan como reactivos eróticos, especie de afrodisíacos que nos ponen a tono y pulsan la tecla del on de la maquinaria de nuestra libido.
Que esto siga siendo así en el futuro es fácilmente predecible. Para que dicha predicción se haga realidad sólo tiene que cumplirse un requisito: que en dicho futuro existan seres humanos. Y es que, como hemos dicho, la fantasía erótica forma parte del ADN del ser humano más allá de las características personales y circunstanciales de ese ser humano. No importa si ese hombre se ha criado en un campo de refugiados del Sahara o si lo ha hecho en una mansión de Long Island. No importa si coge cada mañana el metro para trabajar en el centro de Tokio o si acostumbra a tomar el mate, a diario, sentado en una terraza de Corrientes. Tampoco importa si firma sus documentos oficiales con una simple cruz de titubeante trazo y una huella dactilar o si teclea sus tesis doctorales sobre el teclado luminoso de un MacBook Pro.
Fantasean eróticamente los ricos y los pobres, los guapos y los feos, los iletrados y los sabios, y, fantasean también, eróticamente hablando, los ilustres desconocidos, los insignes don Nadie, los que pueden salir a calle envueltos en su anonimato. fantasean éstos, eróticamente, de la misma manera que fantasean los famosos, los VIPS, los que apenas pueden dar un paso fuera de su casa, refugio, escondite o guarida sin llevar tras de sí toda una corte de aduladores, fotógrafos, seguidores o groupies. Si por casualidad tienes alguna duda sobre esto último (es decir, si te niegas a aceptar que famosos de la talla de los grandes escritores tienen sus propias fantasías eróticas, al igual que las tienen los cantantes, los artistas de cine, los camareros o las floristas), busca en las librerías Las 1.001 fantasías más eróticas y salvajes de la historia, un libro que la periodista y escritora Roser Amills editó en 2012 y que es un magnífico inventario de fantasías y fetiches varios.
Las 1.001 fantasías más eróticas y salvajes de la historia
Amills ha declarado en alguna ocasión que Las 1.001 fantasías más eróticas y salvajes de la historia es fruto casual de un trabajo de documentación que la escritora mallorquina había llevado a cabo para realizar un poemario sobre erotismo (MORBO). Roser Amills intentaba realizar un poemario erótico que se desembarazara en la medida de lo posible de los tópicos que, de manera reincidente, aparecían en la poesía erótica escrita hasta entonces. Para conseguirlo, Roser Amills empezó a indagar en lo que “habían dicho y hecho sobre el tema” los personajes a los que Amills, por un motivo u otro, admiraba, y fue a partir de ese trabajo de documentación como Roser Amills descubrió un pozo sin fondo lleno de maravillosos descubrimientos.
Vídeos, archivos, libros, películas, biografías, etc. sirvieron a la periodista mallorquina para ir descubriendo un casi infinito inventario de fantasías sexuales y fetichismos de famosos.
¿Nombres que aparecen en Las 1.001 fantasías más eróticas y salvajes de la historia? Desde Amy Winehouse hasta Albert Einstein pasando por Jorge Luis Borges, Salvador Dalí, Ava Gardner, Julio Iglesias, Madonna, Thomas Edison, James Joyce, Warren Beatty, Patti Smith, Naomi Campbell, Michael Douglas, Leonardo Da Vinci…
Veamos algunas de esas fantasías, fetiches, deseos, prácticas sexuales preferidas, etc. de algunos famosos/as:
- Eva Longoria. A la tejana no le disgusta que la aten con pañuelos de seda y encuentra muy excitante ser sumisa.
- Amy Winheuse. A la malograda cantante británica le gustaba recibir azotes en los glúteos durante el acto sexual.
- Cameron Diaz. La actriz protagonista de Algo pasa con Mary y La boda de mi mejor amigo, entre otros títulos, ha confesado en alguna ocasión su fantasía erótica preferida: practicar sexo con desconocidos en los lavabos de los aviones.
- Scarlett Johansson. A la siempre sexy Scarlett le gusta hacérselo en el asiento trasero de los coches. Pequeñita como es, seguro que puede adaptarse perfectamente a cualquier recoveco y a cualquier postura.
- James Joyce, el aclamado autor del para muchos ilegible Ulises, era un hombre con una marcada fijación fetichista: ansiaba poseer bragas usadas de prostitutas.
Por su parte, a Leonardo Da Vinci, David Bowie o Greta Garbo les gustaban las orgías bisexuales y a Tarantino, Marilyn Manson o Madonna les gusta chupar los pies de sus parejas.
No es sólo chafardeo
Desvelar las fantasías eróticas de los famosos o poner el foco sobre sus fetichismos y prácticas eróticas preferidas no sólo sirve para satisfacer a ese duendecillo cotilla que habita dentro de nosotros y que nos exige mirar en la intimidad de los famosos y en sus “trapos sucios”.
Conocer las fantasías y fetiches de otros (sean famosos o no) también sirve para, tal y como dice el psicólogo y experto en sexualidad Antoni Bolinches en uno de los prólogos de Las 1.001 fantasías más eróticas y salvajes de la historia, enriquecer nuestra realidad sexual gracias a la activación de una “dialéctica donde lo imaginado y lo vivido ensanchas los límites de nuestro autoconocimiento y crean una sinergia que potencia el disfrute de los dos ámbitos donde la sexualidad se expresa”.
Ese ensanchar los límites de nuestro autoconocimiento sería el objetivo principal de leer una obra como Las 1.001 fantasías más eróticas y salvajes de la historia. Ciertamente, no podíamos dejar de recomendar una obra como ésa en un espacio como éste, dedicado a las fantasías eróticas.