La fantasía erótica es algo muy personal
Seguro que no te sorprendemos si te decimos que la sexualidad es terreno abonado para la fantasía. Tampoco si escuchas a alguien decir que la manera de vivir la sexualidad es tan personal e intransferible como el DNI. Siendo como es el cerebro nuestro principal órgano sexual, ¿cómo podría ser de otro modo? El cerebro de cada cual trabaja como trabaja, y estéril resulta el comparar el funcionamiento de nuestro cerebro con el de cualquier otra persona. Así, lo que a mí me excita a ti puede dejarte frío (o incluso repugnarte), y viceversa.
Por eso en el universo de internet se pueden contemplar tantas formas diversas de disfrutar de la sexualidad: porque, parafraseando una vieja canción, cada quien es cada cual y baja las escaleras del sexo como quiere o, en demasiados casos, como buenamente puede. Por eso hay gente que busca imágenes de jóvenes lesbianas entregándose a los placerse de un mutuo cunnilingus y gente que, tecleando bukkake en el buscador, bucea en internet a la captura de imágenes en las que hombres en corro lanzan la lluvia seminal de su placer sobre el rostro de una mujer que, con la boca abierta de par en par, recoge y saborea la lluvia como si lo que cayera sobre ella fuera miel llovida del cielo. Si a mí me excita el pubis montaraz y peludo, a ti te estimula especialmente el delta depilado que muestra sin camuflaje capilar alguno la vertical sonrisa en la que habita el origen del mundo. Si yo me masturbo pensando en una escena en la que, arrodillado ante ella, lamo los pies de mi amada como rendido fetichista de los pies, tú lo haces imaginándote como protagonista principal de la fantasía erótica del paciente y la enfermera, viéndote en tus sueños enfermo y atendido por una enfermera de escote vertiginoso y bata que apenas llega a cubrir aquel espacio de su anatomía en el que el deseo se le torna pura y salina humedad.
Inquisidores de lo erótico
Siendo libre como es el vuelo de las fantasías eróticas y tan variado y poco uniforme la manera de concebir el placer sexual, más estúpidamente antinatural nos resulta la actitud de quienes, desde tiempos inmemoriales, han intentado poner puertas al campo y ejercer un control férreamente censor sobre lo que cada cual, en el ámbito de lo privado, deseaba hacer con su cuerpo. Las motivaciones de estos censores no nos importan; nos importa el efecto castrador de su cruzada. ¿Cuántas personas de cuántas generaciones distintas no han tenido que apechugar con un sentimiento de culpa que les ha impedido disfrutar como Dios manda (si es que Dios, de existir, manda algo sobre estos aspectos) de su propio cuerpo y de su sexualidad? ¿Cuántos seres humanos no se han visto arrojados al estercolero de la inseguridad, la angustia y la frustración por no poder dar rienda suelta a sus deseos y vivir el sexo como su propia naturaleza les pedía?
Por eso precisamente, porque han sobrado censores y castradores de vocación y porque las legiones de inquisidores y moralistas que han dado estas tierras no han cesado de amargar la vida de las personas convirtiéndolas en quebradizos recipientes llenos de sentimientos de culpa, son dignas de aplaudir iniciativas como la llevada a cabo por el director y actor Paco León al rodar una película como Kiki, el amor se hace.
Paco León y la libertad sexual
Kiki, el amor se hace es un bofetón dado con la mano abierta en el rostro de los que públicamente se la cogen con papel de fumar y pretenden imponer a los demás un sexo de cerrado y sacristía, de misionero y luz apagada, de creced y multiplicaos. Kiki, el amor se hace es un bálsamo para todos aquéllos que alguna vez han tenido la sensación de vivir la sexualidad o de entenderla de una manera extravagante y desviada de la normalidad y que por ello han tenido que padecer en silencio sus deseos insatisfechos o echar capas de disimulo y sentimientos de culpa sobrevenidos sobre sus pasiones más hondas y sus fantasías eróticas más íntimas condenándolas a la reclusión a la que se condena a los más peligrosos criminales y dejándolas convertidas en el abono perfecto para que, sobre él, crecieran frondosas la cicuta de la frustración, la ortiga de la neurosis y el cardo de la angustia.
La película de Paco León es un canto a la libertad sexual, una oda a las fantasías eróticas y a su satisfacción. Cinco parejas protagonizan Kiki, el amor se hace, y cada una de ellas tiene su propia filia, su propia manera de entender el sexo y su propia forma de apasionarse. La aproximación a esas filias la realiza Paco León desde la sutileza, el humor y el respeto.
Nosotros, que desde este rincón pretendemos incentivar en todo momento la puesta en práctica de las más diversas fantasías eróticas como método muy útil para mejorar y enriquecer la vida sexual de la pareja, aplaudimos la iniciativa de Paco León y aplaudimos el resultado de Kiki, el amor se hace.