Técnica de la caricia

No cabe duda de que la caricia es una de las más bellas expresiones de amor entre dos personas. La caricia bien realizada lleva en sus entretelas todo el cariño de una persona hacia otra. Por desgracia, en Occidente, por motivos culturales, hemos hecho que ciertos sentidos hayan perdido pie frente a otros. Habituados a movernos por estímulos visuales, hemos dejado en un cierto abandono a sentidos como el del tacto. El tocarse más o menos es una cuestión fundamentalmente cultural. Más habitual el contacto físico entre las personas en los países meridionales en actos tan simples como el de saludarse, en los países del norte de Europa ese hecho de tocarse es menos habitual. Esta frialdad cultural puede habernos hecho perder unas habilidades manuales que, en el tema de la caricia, se vuelven fundamentales para conseguir hacer de la caricia lo que en verdad es: una muestra excelente de cariño, señal de adoración al cuerpo del otro y una manera delicada y, a la vez, efectiva, de llevar a ese otro poco a poco hacia el húmedo y cálido territorio del sexo.

Nos es necesario, pues, reeducar el sentido del tacto para, así, ejecutar nuestras caricias de la mejor manera posible. Reintroducir la sutileza en ella es lo primero que hay que hacer para devolver a la caricia su máximo esplendor. Sutileza es reducir el contacto al mínimo y ralentizar la velocidad de ejecución de la caricia aumentando el número de repeticiones de la misma para incrementar su efectividad.

Teniendo en cuenta la necesidad de introducir la sutileza como componente imprescindible de la caricia, los factores que se indican a continuación deberán ser tenidos en cuenta si se desea extraer a la caricia su máxima capacidad expresiva y, con ello, su máximo poder.

  • Ambiente. Cada situación impone sus propios actos. Difícil que una caricia tenga la misma expresividad y efectividad en un lugar ruidoso que en un remanso de paz. Buscar los ambientes relajados y silenciosos es esencial a la hora de acariciar.
  • Estado emocional. Uno no acaricia y desea ser acariciado cunado se está cansado, agitado o enfadado. La caricia debe brotar de dentro y ser sincera. Difícil acariciar de manera adecuada cuando el estado emocional no lo es.
  • Comodidad. Una postura cómoda es fundamental tanto para dar como para recibir una caricia.
  • Menos es más. Una caricia no es más efectiva porque cubra una mayor superficie de cuerpo acariciado. Al contrario: a menor superficie de contacto, mayor efectividad tendrá la caricia realizada. Una caricia con la punta de los dedos es más efectiva que una caricia dada con toda la palma de la mano.
  • Presión. La presión de una buena caricia debe ser una presión leve. Esto no quiere decir que no se note. La caricia debe notarse, pero debe ser, en cierto modo, como una ligera brisa que se paseara por la zona acariciada.
  • Lentitud. Una caricia no es una carrera. No debe haber prisa para realizarla. El sistema nervioso requiere un tiempo para procesar una sensación sentida en la piel. Cuanto más lenta sea la caricia, mejor procesará el sistema nervioso de la persona acariciada dicha caricia y mayor placer extraerá de ella.
  • Número de veces. ¿Cuántas veces hay que repetir la misma caricia sobre el mismo trozo de piel? No demasiadas. La reiteración de una misma caricia sobre un mismo punto puede provocar una cierta insensibilización en la zona, aunque hay punto especialmente sensibles del cuerpo humano que, reaccionando positivamente a la misma, exigen que ésta agote todas sus posibilidades de expresión sobre ellos. Saber encontrar el punto medio en este aspecto es fundamental para quien realiza la caricia.
  • Multiplicidad. Puede resultar interesante emplear dos manos o dos dedos para acariciar al mismo tiempo.

Teniendo en cuenta los factores anteriores hay que pensar, además que en el acto de acariciar hay que poner los cinco sentidos. No se puede acariciar sin prestar atención a lo que se está haciendo. Esa concentración debe focalizarse en aquellos puntos del organismo (palmas de las manos, dedos, etc.) que están en contacto con el otro cuerpo. Focalizar la atención en un punto determinado puede servir para canalizar esa energía que existe dentro de todos nosotros y para, gracias a ella, incrementar la intensidad emotiva de la caricia.