Postura erótica “Placer apretado”
El misionero ha sido y es injustamente tratado. Se acusa a esta tradicional postura erótica de aburrida, de sosa, de resultar poco imaginativa. Muy probablemente, estas acusaciones brotan directamente de la boca de quien en verdad es poco imaginativo. Iniciado el misionero basta, por ejemplo, con que la mujer, una vez penetrada, junte sus piernas, para obtener una versión un poco más excitante de la tradicional postura erótica. Ese acto de juntar las piernas tendrá un efecto derivado directo y significativo: el pene “sufrirá” una mayor fricción por parte de los labios y paredes vaginales lo que, como puedes imaginar, hará que el hombre experimente un mayor placer.
Sensaciones de la postura para la mujer
Para que la mujer reciba una correcta estimulación durante la realización de esta postura erótica es importante que tenga un buen tono muscular en sus músculos vaginales. Para la adquisición de ese tono vaginal es importante que la mujer haya realizado un conveniente entrenamiento de ejercicios de Kegel. El que los músculos ejerzan una correcta presión sobre el miembro masculino y exista un mayor contacto vaginal hace que, en cada empuje, la presión de la pelvis y el ángulo de entrada va a facilitar la estimulación del clítoris, así como la de las terminaciones nerviosas que son responsables de la sensibilidad de las zonas exteriores de la vagina. Si la mujer ya ha alcanzado el orgasmo puede, para acelerar el orgasmo masculino, adoptar esta postura. La fricción que del pene se realiza durante su ejecución hará que al hombre le cueste sobremanera refrenar el impulso eyaculatorio.
Sensaciones de la postura para el hombre
Esa fricción especial de las paredes y labios vaginales sobre el pene de la que venimos hablando es la responsable de que el placer del hombre durante la ejecución de esta postura erótica sea particularmente intenso. Es importante que el hombre adquiera algo de práctica para aprender a controlar su eyaculación. De no ser así, la eyaculación puede precipitarse sin que la mujer haya, todavía, entrado en calor.
A esta postura erótica se le puede añadir una pequeña variación para hacerla aún más intensa. Dicha pequeña (y efectiva) variación puede convertir un simple misionero en una experiencia erótica intensa y verdaderamente sensacional. Dicha variación consiste en que el hombre se coloque en una zona ligeramente superior sobre el cuerpo de la mujer para que su pene (en especial la base de su tronco) entre en contacto con el clítoris cuando aquél esté introducido dentro de la mujer. Si ella, al encontrarse penetrada así, envuelve con sus piernas el cuerpo del hombre y lleva sus pies hacia las pantorrillas de él estirando las piernas ligeramente, el efecto será, principalmente, uno: que la fricción del pene sobre el clítoris aumentará. Conseguida y bien ejecutada esta postura, los genitales femeninos serán estimulados tanto interna como externamente, lo que redundará en un