La sensualidad, puerta de acceso a la sexualidad
A veces nos preocupamos demasiado de lo evidentemente sexual y nos olvidamos de lo sensual. Obsesionados por el fin, nos despreocupamos del camino olvidándonos de todas las maravillas que podemos encontrar y disfrutar en él. La sensualidad es uno de los motores más potentes de la sexualidad. Las culturas orientales tienen conciencia de ello y por ello lo miman. La sutileza y la sugerencia, en muchas ocasiones, son más afrodisíacas que la propia explicitud sexual. Un pezón sugerido bajo una blusa puede excitar mucho más que un pecho mostrado descuidadamente. Una suave caricia realizada con maestría detrás de la oreja puede ser la llave que abra la puerta de acceso a un tiempo de placer y gozo.
La sensualidad está ahí, al alcance de nuestra imaginación, deseando que la tomemos de la mano y la echemos a andar. Imagina. Imagina sensualmente. Imagina modos, técnicas, trucos o juegos que te permitan introducir un poco de sensualidad a tu relación. Mientras tu imaginación trabaja, nosotros vamos a sugerirte algunas ideas que quizás te apetezca llevar a la práctica.
Jabones en el baño
Un baño compartido puede ser una buena manera de compartir un rato de sensualidad. Ese baño, lógicamente, no está hecho para lavarse. Al baño, como quien dice, hay que llegar ya limpio. El baño servirá para compartir un rato en pareja. Su función será, pues, eminentemente romántica. Su funcionalidad no será otra que la de estrechar vuestros lazos y haceros gozar de un tiempo de intimidad.
Para que el gozo sea posible hay que huir del agua helada tanto como del agua caliente. Ni congelarse ni abrasarse. El agua debe abrazarte cálidamente. Debes sentirte bien dentro de ella. A ello te ayudará, seguramente, el uso de unas sales de baño. El perfume de las mismas y la suavidad que dejarán en vuestra piel aportará una sensualidad que podréis reforzar ambientando el cuarto de baño con unas cuantas velas encendidas mientras escucháis una música que os resulte sugerente.
Si en lugar de un baño optáis por la ducha, podéis pensar en ducharos sin desvestiros del todo. En ocasiones, la visión de un tejido semitransparente empapado de agua puede resultar muy sensual. Piensa en los encantos corporales de tu pareja intuyéndose tras esa tela mojada. ¿No te resulta particularmente erótico?
Roces sobre la piel
En cierto modo, somos nuestra piel. Todo lo que nos toca, toca nuestra piel. Es en nuestra piel donde reside el sentido del tacto. Pero la sensibilidad se atrofia por la reiteración de un tipo de estimulación. ¿Qué queremos decir con esto? Que a veces basta con cambiar el tejido que nos cubre para experimentar, de algún modo, una especie de revolución sensitiva en nuestra piel.
Prueba cambiar, por ejemplo, tu pijama de algodón por uno de seda o raso. Prueba a cambiar el camisón o la camiseta de tu compañera por otro tipo de tejido. Prueba a dormir desnudo si habitualmente lo haces vestido. Prueba a prescindir de la ropa interior si acostumbras a dormir con ella puesta.
Estos pequeños cambios pueden cambiar la sensualidad de los mismos actos. Acariciar a tu pareja con una pluma mientras hacéis el amor puede dar un nuevo aire a ese acto. O acariciar sus pezones con un cubito de hielo mientras estás dentro de ella. O darle un cachete en las nalgas mientras la penetras desde atrás. Quizás esta introducción de un elemento kinky en vuestro acto sexual puede hacerlo más apasionado para los dos. En ocasiones son los pequeños detalles los que insuflan nueva vida a lo que, de otro modo, podría parecer una simple reiteración de actos que ya nacen un poco cansados de sí mismos.
Masaje erótico con el cuerpo entero
Un masaje erótico, ¿tiene que ser realizado obligatoriamente con las manos? Qué duda cabe de que no. ¿No pueden, unos pechos de mujer, pasearse por nuestra espalda, embadurnada de aceite de masaje, haciéndonos sentir la maravilla de su roce?
Piensa en los pechos de tu pareja subiendo y bajando por tu espalda, rozando las corvas de tus rodillas. Piensa en sus pezones erizados paseándose por tus omoplatos como si fueran la punta de un dedo que fueran señalando las diferentes partes del mapa de tu cuerpo. Piensa en ella, frotando su vulva y su clítoris contra tu espalda y tus nalgas, una y otra vez. Mientras lo hace, te va susurrando lo bien que se siente, el fuego que le sube piernas arriba y que, poco a poco, se le va metiendo dentro. Te cuenta todo eso con un susurro y tú, mientras tanto, notas cómo ella va haciendo rotar sus caderas, cómo se mueve una vez que ha encontrado la postura y la manera correcta de estimular sus genitales mientras se frota contra ti.
¿No te parece sensual esta manera de ser masajeado mientras ella utiliza tu cuerpo como juguete erótico con el que masturbarse? Las malas lenguas dicen que Marilyn Monroe era una maestra realizando este tipo de masaje sensual que te acabamos de describir. Ciertamente, no podemos afirmarlo. Pero tampoco negarlo. Después de todo, ¿quién puede afirmar con algo de criterio que la mítica Marilyn no derrochaba sensualidad en cada uno de sus gestos?