Derribando tabúes
Si hay algún tipo de práctica sexual asociada a todo tipo de tabúes ésa es la del sexo anal. Quizás sea por su directa relación, en el ideario común, con la homosexualidad, por lo que al sexo anal se le ha acusado de práctica antinatural. También se le ha acusado de doloroso y, por supuesto, de antihigiénico. Pese a todo, el sexo anal sigue figurando entre las fantasías sexuales de más de un hombre y el interés por él no deja de incrementarse en las mujeres.
Es muy difícil encontrar a un hombre que no haya fantaseado alguna vez por penetrar a una mujer por la puerta de atrás. Del mismo modo, cada vez son más las mujeres que reconocen haber tenido relaciones sexuales anales. Incluso se da el caso de que, en determinados ambientes y grupos culturales, algunas mujeres, interesadas en mantener su virginidad hasta el momento de su matrimonio, optan por mantener relaciones sexuales orales y anales para así poder disfrutar de su sexualidad antes de llegar al momento del matrimonio.
El sexo anal es una posibilidad de goce más al alcance de la pareja. Pero su práctica no debe seguir las mismas pautas que la del sexo vaginal. Para empezar, la vagina genera su propia lubricación. El ano, por el contrario, debe ser lubricado. Cuando se habla de la lubricación del ano no se habla simplemente de la saliva. La saliva tiende a secarse rápidamente. Cuando se habla de lubricación del ano se habla de usar lubricantes especiales y artificiales. Y con generosidad. No hay que racanear a la hora de lubricar el ano y, en su caso, el dedo y el pene.
La dilatación de la vagina no tiene nada que ver con la del ano. Éste debe ser convenientemente estimulado para que, como esfínter muscular que es, se relaje y no preste oposición a la entrada de un dedo o de un pene. Esa estimulación puede realizarse a base de besos, utilizando la lengua y los dedos, o, preferentemente, con una sabia, lenta y paciente combinación de todos ellos.
Procediendo de ese modo, el sexo anal no tiene porqué ser doloroso. Si la penetración causa dolor es porque el ano no se encuentra suficientemente relajado o lubricado. Si ese dolor existe, hará falta más tiempo y mayor suavidad para que dicha relajación se produzca. Indudablemente, no hay ninguna obligación de practicar sexo anal y el hecho de practicarlo debe ser algo acordado por la pareja. El nivel de excitación de la misma incrementará las ganas de probar nuevas experiencias y, al mismo tiempo, ayudará a que se produzca la relajación necesaria para que la penetración anal sea placentera tanto para él (la fricción con el pene será mayor que en el caso de la penetración vaginal) como para ella (el ano es una zona corporal de una gran sensibilidad).
Algunas posturas para el sexo anal
En el carácter más o menos placentero de la penetración anal influirá también la postura erótica que la pareja adopte para practicarlo. Por regla general, se tiende a asociar esta práctica sexual con la postura del perrito. Pensar en el sexo anal nos hace pensar demasiado reflejamente en la imagen de una mujer colocada a cuatro patas mientras un hombre, arrodillado tras ella o de pie a una diferente altura, la penetra por detrás. Esta postura es, quizás, una de las menos placenteras para la mujer y de las que pueden llegar a producirle (si no se ejecuta con cuidado) mayor dolor. La mujer no controla aquí la penetración y la confianza en la suavidad que su pareja emplee en la misma debe ser total. Sin embargo, esta postura permite que la vagina y los conductos anales se encuentren más cerca, lo que puede hacer que alcanzar el orgasmo resulte más sencillo.
Frente a la postura del perrito, y sobre todo cuando se prueba por primera vez este tipo de práctica sexual, los sexólogos acostumbran a recomendar la postura de la cucharilla. Hombre y mujer recostados de lado, con el hombre pegado a la espalda de la mujer, permite una mayor relajación mutua. El hecho de que el hombre pueda acceder fácilmente al pecho y al clítoris de la mujer favorece la estimulación sensorial y la excitación sexual de ésta, que podrá, así, disfrutar más y mejor de la experiencia.
Otra postura bastante adecuada es la que hace que el hombre permanezca sentado, con las piernas cruzadas, recostado hacia atrás, sujetándose con sus brazos sobre la superficie sobre la que esté sentado mientras la mujer se sienta a horcajadas sobre él.
También se sentará la mujer a horcajadas sobre él, dándole la espalda, cuando él esté tumbado boca arriba y con las piernas juntas. Esta postura, al igual que la anterior, permite que la mujer controle la profundidad de la penetración. También podrá controlarla cuando el hombre esté sentado en una silla y la mujer se sienta a horcajadas sobre él, rodeándole el cuello con sus brazos.
Higiene ante todo
Tanto en unos casos como en otros, hay que aconsejar siempre que se utilice preservativo. Hay hombres o mujeres que se han sentido retraídos de la práctica del sexo anal por encontrar restos de heces en el pene cuando la penetración ha finalizado. Mantener relaciones sexuales anales después de defecar o hacer uso de algún tipo de enema pueden ser dos opciones válidas para minimizar los riesgos de que la aparición de heces ensuciando el pene pueda arruinar el encuentro sexual.
En cualquier caso, nunca debe realizarse una penetración vaginal tras haber realizado una penetración anal sin, en su caso, haber cambiado el preservativo y haber extremado las medidas de higiene. La mucosa rectal es una puerta de entrada muy grande de virus y bacterias, y la transmisión a la vagina puede ocasionar infecciones indeseadas.
Teniendo en cuenta todos estos consejos, puedes, si tu pareja y tú así lo deseáis, gozar de una experiencia íntima y, seguramente, muy placentera. Si se atiende a las encuestas, la mayor parte de las parejas que lo han probado han repetido. Eso sólo quiere decir una cosa: ¿muy malo no debe ser, no?