Postura “El tigre en cuclillas”

Los preliminares, ya lo sabes, son importantes en el sexo. Tras pasar un rato calentando a tu pareja y calentándote tú, haz que ella se tumbe sobre su espalda y levante las piernas hacia su pecho. Al hacerlo, dejará expuesta ante ti la bellísima y cautivadora imagen de su coño. Lo tendrás allí, mostrado ante ti, abierto, esperando que lo penetres. Tú sólo tienes que agacharte por encima de ella, colocar tus manos sobre la cama, junto a su cabeza, y hacer que tu polla se deslice dentro de ella. Ella entonces colocará sus tobillos alrededor de tu cuello. Con ese gesto estará indicando claramente que no quiere que te separes de ella. Que va a impedir por todos los medios que tu pene escape a la prisión de oro y humedad de su vagina alborozada.

Esta postura también permite que tu pareja se agarre a tus antebrazos, sirviendo así de soporte y palanca por si en algún momento desea tomar algo de iniciativa a la hora de mover sus caderas para conseguir así que tu penetración se haga más profunda y, de ese modo, llegue a lo más hondo de sus entrañas.

Para que la penetración sea más sencilla y ella se encuentre más cómoda (la comodidad favorecerá la llegada del orgasmo) podéis colocar unas almohadas bajo su zona lumbar. Mécete ahora y siente cómo ese movimiento de lento oleaje os conduce a un espacio de placer y delirio en el que el orgasmo y la eyaculación serán el final inevitable.

Sensaciones de la postura para la mujer

Si eres mujer y buscas un modo de estar conectada carnalmente con tu pareja, no busques más. La configuración única de esta posición presta una novedosa excitación a tu repertorio sexual habitual, pero todavía tiene en cuenta, mima y cuida el grado de intimidad entre vosotros.

Ejecutando la postura de “el tigre en cuclillas” aún podéis miraros a la cara y ver en vuestros rostros el efecto estimulante y excitante del placer.

El ímpetu vigoroso de la penetración puede debilitarse y hacerse más suave a favor de un contacto lento pero, al mismo tiempo, poderoso. Cerrad los ojos y sentid la fuerza de vuestro acoplamiento, el modo en que selláis vuestra unión gracias a esta postura.

El ángulo de penetración que tu pareja decida adoptar y la manera según la cual presione con su pene dentro de tu vagina o sobre las diferentes partes de tu vulva harán que tu excitación aumente en mayor o menor medida.

No te cortes si tienes que guiarle. Si es listo, él dejará que orientes sus movimientos. Haciéndolo, te verá gozar, y ésa es una de esas cosas que más excitan a un hombre: ver el rostro cachondo y lleno de placer de su pareja. Viendo y sintiendo cómo consigue hacerte gozar, el gozará también de un modo más intenso.

Sensaciones de la postura para el hombre

El hecho de que los genitales de la mujer se encuentren completamente expuestos en esta postura hace que el hombre adquiera una sensación de dominio que es muy buena para su autoestima. Esta mejora en la autoestima, a la corta o a la larga, acaba influyendo de una manera decisiva sobre su manera de follar. Esa dosis de autoestima derivada de su sensación de dominio le puede dar al hombre la seguridad necesaria para salirse de los límites de actuación rutinarios y para improvisar y experimentar nuevas maneras de empujar cuando su pene está introducido en el coño de su pareja.

Con esa dosis de seguridad en sí mismo puede, por ejemplo, hacer menos profundos sus empellones. Incluso puede amagar con sacar su verga de la vagina de la mujer. Puede embromarla así para, de repente, empezar a empujar frenética y profundamente. Estas alteraciones de ritmo pueden añadir un excitante componente a la relación. Eso sí: el hombre tendrá que lidiar con la propia intensidad de su excitación para no correrse antes de tiempo. Todo tiene el suyo y la eyaculación puede ser copiosa o no o puede verterse dentro de la vagina de la mujer o en algún otro lugar de su anatomía (pubis, vientre, pechos, espalda, rostro, nalgas, boca…). Lo que nunca puede ser es precoz. Esta postura en particular, y el placer que proporcionan, merecen por parte del hombre un esfuerzo de aguante. Después de todo, correrse demasiado pronto es dejar de disfrutar antes de tiempo. Y si nos ponemos a follar es, precisamente, para disfrutar. Para un desahogo rápido ya está la paja de urgencia.