Agua y sexo
Quizás Cándido Jacuzzi, italiano emigrado a Berkeley (California) junto a su familia, no era muy consciente de que el agua tiene un componente erótico cuando elaboró la primera bañera de hidromasajes, que recibió como nombre el apellido familiar. Él, que junto a sus hermanos poseía una empresa especializada en la fabricación de hélices aeronáuticas y bombas hidráulicas, quiso crear un objeto terapéutico que sirviera para tratar la artritis reumatoide que padecía su hijo. Aquel primer modelo de bañera de hidromasaje creada por Cándido Jacuzzi en 1956 empezó a usarse, con finalidades terapéuticas, en hospitales y centros de rehabilitación. Sería unos años después cuando los herederos de la empresa comenzaran a vislumbrar las posibilidades de convertir las bañeras de hidromasaje o jacuzzis en instrumentos orientados al relax y al placer de sus usuarios. La familia Jacuzzi había tomado conciencia del erotismo y la sensualidad del agua. No en vano, no son pocas las ocasiones en los que el ser humano tiende a asociar sexo y agua.
Esta asociación, que tiene componentes históricos muy claros (¿quién no asocia las termas romanas con el placer?) se vuelve más estrecha en verano. Después de todo, el verano es el tiempo en que el sexo ocupa más lugar en nuestra mente. Nos liberamos del estrés del día a día y, liberados de él, sentimos cómo la libido experimenta un repunte que nos hace soñar con nuevas experiencias. Es entonces, en ese instante, cuando todos los factores se conjuran y la posibilidad de practicar sexo en el agua se convierte en una pequeña obsesión. Pensamos en la caricia del agua, en la ausencia de peso, en las sensaciones que pueden experimentarse… pero, en ocasiones, nos dejamos vencer por una cierta aprensión o unos ciertos temores.
¿El practicar sexo en el agua puede producir algún tipo de infección? ¿Nuestros genitales pueden verse afectados por el agua salada si follamos en el mar? La gran mayoría de los ginecólogos apuntan a que no debe producirse irritación alguna en la vagina, pero no todas las personas ni todos los cuerpos reaccionan igual ante las mismas sustancias. Pudiera ser que alguna mujer sintiera irritación en su vagina tras practicar sexo en el agua del mar. Después de todo, es muy probable que el agua se lleve gran parte de la lubricación natural de la mujer. Para compensar esta falta de lubricación natural puede ser muy conveniente utilizar algún tipo de lubricante a base de silicona. El lubricante a base de silicona, al no ser soluble al agua, es el único indicado para mantener este tipo de relaciones sexuales.
Mitos sobre el sexo en el agua
Sobre el sexo en el agua existen muchos mitos que es preciso derribar cuanto antes para evitarnos problemas. Uno de ellos es que el agua impide que pueda producirse un embarazo. Otro, que impide la transmisión de enfermedades de transmisión sexual. Tanto una cosa como la otra son falsas. Ni el agua impide que pueda producirse un embarazo ni actúa como barrera contra las ETS. Por eso es absolutamente recomendable el empleo de preservativos cuando se practica sexo en el agua. Utilizándolo con cuidado, lógicamente; y evitando que pueda tocar la arena o algún tipo de elemento que pueda dañarlo.
Otro mito que hay que derribar es el de concebir el sexo en el agua como algo así como el polvo del siglo. No hay que crearse falsas expectativas respecto a eso. El tamaño de una decepción es directamente proporcional al de la expectativa que se ha creado previamente en torno al hecho que provocará la decepción. Un polvo en el agua no es como un polvo sobre una cama, un sofá, la mesa o el suelo. El sexo en el agua sólo hay que planteárselo como un divertimento, un juego que compartir con la pareja. Si se espera un megaorgasmo tras practicar sexo en el agua sólo se experimentará una megadecepción.
Para empezar, el agua no es el lugar más propicio para adoptar la postura más adecuada para disfrutar de una correcta estimulación que conduzca a un buen orgasmo. Se necesitarán, por ejemplo, escalones de piscina o una roca no demasiado resbaladiza en playas o ríos para que se pueda adoptar una postura que permita la penetración y el coito. Si la piscina es privada, el coito se podrá realizar de una manera más o menos tranquila. Si, por el contrario, la piscina es pública o se intenta practicar el sexo en una playa, dentro del agua, el coito tendrá mucho de calentón inacabado, de sesión alocada de sexo fugaz y de precalentamiento divertido y tremendamente excitante de lo que, muy seguramente, vendrá después, al abrigo de miradas ajenas o interrupciones indeseadas, en lugares más cómodos.