Animales sexuales

Que somos animales profundamente sexuales es algo sabido. Quien pretenda negarlo está negando la propia naturaleza humana para intentar implantar una imagen idealizada y manipulada del ser humano. En mayor o menor medida, el sexo forma parte importante de la vida de una persona. En muchas ocasiones esa importancia se muestra en la ejecución práctica del mismo o en la búsqueda de la oportunidad de que se produzca esa ejecución. Es decir: o se folla o se quiere follar. El hacerlo y, si se puede, hacerlo la mayor parte de veces, es un objetivo vital para muchas personas. Muy placentero y, en principio, gratuito. ¿Qué más se puede pedir?

Incluso aquellas personas que reniegan del sexo o deciden no practicarlo (sacerdotes, religiosas, vocacionales de la virginidad, etc.) conceden valor al sexo gracias precisamente a su propia negativa a practicarlo, colocándolo en lugar preferente a la hora de tomar decisiones vitales aunque esas decisiones se encaucen por el camino de la negativa.

El sexo es importante, sí, y es precisamente por eso por lo que invade los territorios del sueño y el inconsciente. Quien más quien menos ha tenido alguna vez sueños eróticos. Los hombres son proclives a tener erecciones nocturnas que, en ocasiones, sólo finalizan cuando se produce una eyaculación que puede venir precedida o no de masturbación. En las mujeres, los sueños eróticos acostumbran a venir acompañados de una serie de reacciones físicas. Se dilatan los vasos pélvicos, se congestionan los genitales, se lubrican y, en ocasiones, se alcanza el orgasmo.

El amante sexsomne

Las anteriores son las formas más sencillas de invasión del sueño por parte de la sexualidad. Pero hay una forma más compleja. Esa forma es la sexsomnia.

¿Qué es la sexsomnia? La sexsomnia es un tipo de parasomnia, o sea: un trastorno del sueño (como puede serlo el sonambulismo) que incluye conductas sexuales que pueden ir desde la vocalización de gemidos hasta el abuso sexual pasando por las caricias, la masturbación o el acto sexual completo y consentido.

El término sexsomnia aparece en 2003 y es Colin Shapiro, psiquiatra y director del Laboratorio de Investigaciones del Sueño de la Universidad de Toronto, quien lo acuña. Él firmaba la investigación que, con el título de Sexsomnia, ¿una nueva parasomnia?, se centraba en el estudio de once casos particulares para realizar unos primeros apuntes teóricos sobre la sexsomnia. Según estos apuntes, la sexsomnia, a diferencia del sonambulismo, puede suceder en cualquier fase del sueño. En un caso particular, además, la pareja del sexsomne destacaba el hecho de que su pareja era mejor amante cuando estaba dormido que cuando estaba despierto. Se preocupaba más de ella y atendía más a sus necesidades sexuales.

Los diferentes estudios que se han ido realizando sobre la sexsomnia (entre ellos los realizados por Diego García-Borreguero, neurólogo y Director del Instituto de Investigaciones del Sueño de Madrid) han ido demostrando los comportamientos diversos que puede adquirir el sexsomne. Se ha comprobado que las mujeres sexsomnes tienden a la masturbación más que al buscar contacto sexual con su pareja y que hay personas que, en fase de sexsomnia, experimentan un cambio de orientación sexual. Es decir: adoptan comportamientos homosexuales.

Todo esto sucede sin que el durmiente tenga conciencia de ello. El sexsomne (al igual que el sonámbulo) no tiene control sobre sus actos. Por eso éstos, en ocasiones extremas, llegan a convertirse en abuso sexual. Más propio de hombres que de mujeres (de cada diez casos, ocho son varones), la sexsomnia se da más frecuentemente en personas propensas a sufrir cuadros de ansiedad, depresiones y problemas de atención y concentración. El estrés puede ser, en muchos casos, causante de comportamientos sexsomnes.

En la actualidad se está estudiando si la sexsomnia tiene factores genéticos que determinen en mayor o menor grado su aparición. En cualquier caso, la persona que sufre episodios de sexsomnia de una manera más o menos reiterada requiere tratamiento médico y psicológico y un trabajo en pareja para que esa expresión anómala de la propia sexualidad encuentre sus cauces normales de expresión. Aunque quizás, si la sexsomnia le convierte en mejor amante, tal vez la pareja opte por callar el “problema” y decida disfrutar de las ventajas de esa anómala situación.