Yo conmigo me basto
Por fortuna ya pasó el tiempo de asociarla con médulas espinales que se secaban y cegueras que sobrevenían como un castigo divino. La masturbación ha dejado de ser observada como una práctica asociada a la adolescencia o a ese tiempo en que la persona en cuestión no tiene pareja ni fija ni ocasional y, por tanto, sus relaciones sexuales se ven limitadas en su variedad a las prácticas de estimulación y búsqueda del orgasmo que pueda practicar consigo mismo o misma esa persona. Por suerte, la masturbación es vista ya como una forma de placer más que no tiene necesariamente nada que ver con soledades ni con la imposibilidad de mantener relaciones personales con otra persona. Es más, para muchas personas, y por motivos diversos, la masturbación se ha convertido en una opción preferente a la hora de mantener relaciones sexuales. Estas personas reciben el nombre de “solosexuales” y empiezan, poco a poco, a crear tendencia.
¿Qué motivos puede esgrimir un solosexual ante aquellas personas para las que el sexo es, al menos, cuestión de dos? El primero de ellos es, sin duda, el de la comodidad. El sexo con uno mismo se podrá producir siempre que ese uno quiera. En ningún caso dependerá de que su apetencia sexual tenga que coincidir y coordinarse con la apetencia sexual del otro.
Tampoco será necesario ese gasto de energía y esa inquietud que siempre produce la obligatoriedad de seducir al otro y de desplegar ante él todos nuestros encantos para que, cumplida la tarea de la seducción, caiga en nuestros brazos. En principio, el solosexual tiene esa tarea resuelta. Él ya está seducido por su propia genitalidad y, por otro lado, la conoce como nadie para extraer de ella el máximo placer.
Una práctica para todos los sexos
Los solosexuales, sin embargo, no están solos. El hecho de ser más de los que nos creemos les permite mantener (si ése es su deseo) contactos entre ellos en numerosos foros, páginas webs y hasta símbolo que los identifica como tribu o grupo. La flecha que identifica al género masculino inserta dentro de un círculo es el símbolo de los solosexuales.
Dentro del grupo de los solosexuales caben todas las orientaciones sexuales. La masturbación, por su propia esencia, es una práctica sexual que no entiende de géneros. Existe la masturbación masculina como existe la masturbación femenina. Se puede masturbar el hetero, el homo y el bisexual. Atendiendo al número de páginas que se encuentran en la red, son más los hombres que se asoman a internet para exponer sus tendencias solosexuales que mujeres. Los hombres, en este aspecto, pueden resultar más exhibicionistas que las mujeres en cuanto a la masturbación se refiere. De hecho, una de las prácticas que suele ser habitual entre solosexuales que comparten experiencias en la red es la de organizar encuentros en los que varios hombres se masturban al unísono, sin tener ningún contacto más allá del visual entre ellos.
Para algunos psicólogos, la opción del solosexual tiene un algo de infantilismo. La de los adolescentes masturbándose en grupo es una imagen recurrente a la hora de explicar ese retroceso del solosexual a años más tempranos en los que la práctica masturbatoria en grupo tenía connotaciones de aprendizaje y experimentación.
En la decisión de quien elige la opción solosexual pueden pesas también factores como el temor al fracaso, a no estar a la altura en el mantenimiento de relaciones sexuales y a contraer algún tipo de enfermedad de transmisión sexual (ETS).
Los psicólogos acostumbran a señalar también que los solosexuales tienen que capear con el riesgo de caer en la adicción al sexo. El no tener que depender de nadie a la hora de mantener relaciones sexuales hace que resulte más sencillo convertir una práctica sexual (en este caso la masturbación) en una obsesión.
A la hora de analizar la práctica solosexual hay que tener en cuenta algo que es determinante: la masturbación no es para el solosexual algo que se realiza con urgencia y de un modo apresurado.
El concepto que de lo sexual tiene el solosexual se aleja de los estándares de la paja rápida para acercarse a una especie de ritual en el que cada momento cuenta y en el que todo está orientado a disfrutar larga y tendidamente de ese tiempo de autoestimulación y placer. Hacerlo lentamente, sirviéndose de algún lubricante para mejorar la suavidad de las caricias que uno o una misma se dedica o echar mano de algún dildo o algún masturbador masculino son posibilidades de placer que siempre están al alcance del solosexual. Gracias a todos estos recursos que la industria del juguete para adultos pone a su disposición, la masturbación se convierte, en manos del solosexual, en algo más que un simple desahogo.