La importancia del beso
El acto de besarse es uno de los actos más eróticos que pueden realizar dos personas. El beso aumenta la excitación de la pareja e incrementa la conexión entre los miembros de la misma. Un beso bien dado, ardiente, puede, de inmediato, establecer en la pareja el estado de ánimo justo e ideal para aventurarse por los placenteros y gratificantes territorios del sexo. No en vano, los labios son partes del organismo extraordinariamente sensibles y, por lo tanto, muy estimulables.
Obras clásicas del erotismo universal como El jardín perfumado (obra escrita por el jeque árabe Nefzawi entre el siglo XIV y el siglo XV en el sur de Túnez) recomiendan el uso de besos, el mordisqueo o la succión labial como técnicas preliminares de gran utilidad para conseguir caldear a la pareja. Las recomendaciones del jeque Nefzawi sobre el arte de besar hablan de la combinación del contacto de los labios húmedos y ardientes, de la labor succionadora de los mismos y del movimiento de la lengua para conseguir un beso verdaderamente delicioso. La saliva, así, en el beso, cumpliría una función eminentemente embriagadora.
Esta idea de la tarea embriagadora de la saliva, apuntada por un autor de hace tantos siglos, no es una idea en absoluto descabellada. De hecho, recientes estudios científicos han apuntado a que el hombre prefiere entre todos los tipos de besos existentes el beso húmedo (es decir, salivoso) porque, de manera inconsciente, es a través de la saliva como se produce la transferencia de unas determinadas dosis de testosterona que, percibidas también de manera inconsciente por la pareja, cumplen la función de estimular el apetito sexual de la misma. La mujer, por su parte, recibiría, a través del beso, una información que le permitiría valorar el grado de compromiso del hombre, su sinceridad y, sobre todo, su capacitación como amante.
Técnica del beso
El beso acostumbra a ser el reflejo de un estado de ánimo y, al mismo tiempo, un agente provocador del mismo. Por eso es importante adquirir un cierto dominio del arte de besar: porque, dominándolo, se puede estimular la aparición de un estado de ánimo deseado y dar muestra del estado propio. Por ejemplo: si estás muy excitado, el beso será apasionado, la lengua penetrará profundamente en la boca de la pareja y empujará dentro de ella con una intensidad insaciable. Por el contrario, si el estado de ánimo que precede al beso tiende más al romanticismo y a la ternura, el beso brotará como si se tratara de una caricia más. Este beso, seguramente, irá acompañado de un movimiento suave de las manos, que cogerán el rostro de la persona amada con exquisita suavidad, delicadamente. Si a esa ternura se la quiere acompañar de unas pinceladas de sensualidad, la lengua irá explorando, suavemente, el interior de la boca de la amada. Será el progresivo incremento de la pasión el que hará que se vaya llegando a ese beso más intenso y apasionado que dé fe de dicho apasionamiento in crescendo.
Si deseas experimentar, prueba nuevas técnicas junto a tu pareja. Esa será la mejor manera de dominar el arte del beso. Por ejemplo: chupa la lengua de tu amante o su labio inferior como si tu beso fuese una especie de reminiscencia del sexo oral. O acaricia con la punta de tu lengua el interior de sus labios. O intenta abrir los labios cerrados de tu pareja con la punta de tu lengua, como si ésta fuese una palanca que intentara abrir la persiana de su boca.
Otro modo de dar un nuevo aire a tus besos es la de besar a tu amante tras haber ingerido una bebida fría. O tras haber comido un helado. Sorprende a tu pareja introduciendo un cubito de hielo en su boca con tu lengua. Haced pasar ese cubito de una boca a la otra. Notad cómo el cubito de hielo va derritiéndose en vuestras bocas. Intercalad tipos distintos de besos más o menos apasionados.
Para que el beso sea, verdaderamente, un beso que enlace a la pareja, la dirección del mismo (su control) debe ser alternativa. Es decir: hay que dar oportunidades de dirigir a la pareja para que, así, se amolden los estilos hasta encontrar el tipo de beso más efectivo para ambos.
La fuerza del beso o su ternura y delicadeza debe ser reforzada por la acción acariciadora de las manos. La cara, la espalda, la cintura o, directamente, los glúteos, suelen ser lugares muy propicios a recibir la caricia que acompaña al beso. También la cadera y los bíceps, en el caso de los chicos. El pelo también es un lugar muy propicio para recibir esa caricia que realza o recalca el mensaje que todo beso lleva implícito.
La caricia puede servir también para emitir pequeñas señales que sirvan al otro para averiguar si el beso se está realizando de manera adecuada y si está cumpliendo su función. Una leve presión en el bíceps en un momento dado puede ser esa señal. También lo puede ser un gemido.
En cualquier caso, la práctica es el mejor camino para adquirir la suficiente maestría en el arte de besar.