¿Cómo romper la barrera?

Ya sabemos que todos tenemos fantasías sexuales. Ya sabemos que pueden existir tantas fantasías sexuales como personas y sabemos, también, que no todas las fantasías sexuales buscan ser cumplidas y que no existen con ese fin. Pero… ¿y si deseamos que una determinada fantasía se haga realidad? ¿Y si esa fantasía exige dejar de serlo para convertirse en una rutina más dentro de la vida sexual de la pareja?

Si se llega a esta segunda opción, se impone una obligación: la de comunicar a la pareja el deseo de llevar a la práctica la fantasía en cuestión y, con ello, la de comunicar a la pareja el contenido en sí de la fantasía.

En cierto modo, comunicar a nuestra pareja el contenido de una fantasía erótica es una forma de mostrar ante ella una faceta, desconocida hasta entonces, de nuestro yo, una manera de desnudarse y de mostrar lo más íntimo. Algo, sin duda, nada sencillo para casi nadie y que exige el estricto cumplimiento de ciertos requisitos.

El primer requisito que debemos cumplir si deseamos comunicar una fantasía sexual a nuestra pareja es conocer exactamente el contenido de dicha fantasía. ¿Qué es exactamente lo que queremos comunicar? ¿Qué es lo que, verdaderamente, queremos hacer? Esto exige una sinceridad completa con uno mismo, un escuchar el propio cuerpo y sus procesos tanto emocionales como fisiológicos.

No hay mejor manera de escuchar al propio cuerpo y de conocer sus deseos que la autoestimulación o, dicho de otra manera, la masturbación. La masturbación nos ayuda a ligar imágenes a sensaciones, sobre todo si vivimos la masturbación de una manera natural, sin sentirnos culpables por practicarla. Admitidas esas imágenes que, digamos, “enriquecen” nuestra masturbación, podremos comunicarlas a nuestra pareja. En este sentido, el poder hacer orales esas fantasías sexuales es el paso previo que debemos dar para su cumplimiento.

En este sentido, lo habitual es que el hombre se sienta más cómodo con sus fantasías sexuales que la mujer. ¿Por qué? Por motivos claramente culturales. La sociedad y la cultura han hecho que la mujer se sienta tradicionalmente culpable por pensar en el sexo y por desearlo. Así, no es improbable que la mujer pueda sentirse avergonzada e, incluso, temerosa, al pensar en sus fantasías sexuales.

Miedos a las fantasías sexuales

Los miedos a la fantasía sexual, tanto en el caso del hombre como en el de la mujer, suelen ser de los siguientes tipos:

  • Miedo a perder el control sobre la fantasía.
  • Miedo a hacer realidad la fantasía. La persona que tiene una fantasía sexual y desea llevarla a la práctica puede verse atenazada por el temor de comprobar que, llevada a la práctica, dicha fantasía puede no resultar tan placentera como siempre se había imaginado.
  • Miedo a comunicar la fantasía a la pareja o, mejor dicho, miedo a sufrir el rechazo de la pareja en el instante en que ésta conozca nuestra fantasía.
  • Miedo a que descubran nuestra fantasía y a que podamos ser calificados, por ejemplo, de perversos.

Vencer el miedo es fundamental para conseguir comunicar una fantasía sexual a la pareja. Un buen motivo para dar ese paso es pensar que el convertir fantasías sexuales en realidad en el seno de la pareja siempre servirá para enriquecer la vida de pareja y hacer más sólidos los lazos que unen a los miembros de la misma.

Por otro lado, la vida de pareja hay que entenderla como algo histórico, algo en lo que hay elementos que aparecen, evolucionan y que, con el tiempo, pueden desaparecer. Las prácticas sexuales formarían parte de ese grupo de elementos.

Negociación responsable de perversiones

Asumiendo esto, la pareja podría poner en común las mutuas fantasías eróticas para, de ese modo, enriquecer la relación y escapar al efecto siempre pernicioso de la rutina. ¿Cómo hacerlo? Llevando por ejemplo a la práctica lo que se conoce como “Negociación responsable de perversiones”.

Esta técnica fue desarrollada en San Francisco (EEUU) y se fundamenta en una negociación positiva y divertida con la pareja.

Para comunicar a la pareja las fantasías sexuales hay un método que puede resultar muy liberador y, al mismo tiempo, muy esclarecedor para la propia persona que debe comunicar sus fantasías sexuales. Ese método es el de escribirlas. Escribir sirve para pensar las fantasías y también para argumentarlas y delimitarlas.

La técnica de la “negociación responsable de perversiones” recomienda hacer una lista de aquellas tres fantasías que permanecen ocultas en nuestro interior (nadie debe conocerlas) y que se desearían llevar a la práctica y de aquellas tres fantasías eróticas en la que no se estaría dispuesto a participar bajo ningún concepto. Tras las tres primeras anotaríamos una serie de consejos que nos servirían para poner en práctica, previo consenso y de una manera segura, las fantasías escogidas. Tras las tres fantasías en las que no estaríamos dispuestos a participar bajo ningún concepto deberíamos anotar tres razones por las que, según nuestro pensamiento, podríamos creer que a alguien le resultara excitante o divertido el practicarlas. Tras ellas se deberían anotar, también, tres consejos para practicarlas de un modo seguro y consensuado.

Esta técnica nos permite no sólo revelar nuestras fantasías, sino también colabora en el acto fundamental de ponernos en el lugar del otro. Haciéndolo, no sólo nos acercamos más a nuestra pareja, también combatimos prejuicios y ampliamos los límites de nuestra tolerancia. Esto, en el seno de la pareja, es fundamental. Ayudará a fomentar la confianza y a estrechar los lazos. Eso sí: antes de practicar la “negociación responsable de perversiones” hay que tener en cuenta dos cosas. La primera es que hay que valorar el momento en que se debe exponer el tema (la cama, aunque pueda parecerlo, no es buen lugar para exponer temas “espinosos”). La segunda, que debemos estar dispuestos a escuchar un “no” por respuesta. Que hayamos hecho el esfuerzo de exponer nuestras fantasías sexuales no quiere decir que nuestra pareja deba decirnos que sí. Y el consenso, recuérdalo siempre, debe estar presente en el sexo compartido.