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dominio

La candidata (Capítulo 3 y último)

Yo, a estas alturas, estaba ya entregado a su capricho. Desde la cama pude ver cómo se desnudaba. Mis manos luchaban infructuosamente por liberarse de sus ataduras. Querían tocar aquella maravilla que se acercaba a la cama fijando en mí una mirada indescifrable. Querían magrear sus tetas, su coño, el interior de aquellos muslos recios y sedosos. Mis dedos crispados querían liberarse para meterse en su vagina, en la profundidad anhelada de su culo.

La candidata (Capítulo 2)

Quizás mis palabras no sonaron sinceras. O quizás mi cara era un poema a la que acudían los versos (todos ellos lúbricos) que bailaban en mi cabeza. Quizás fue eso, sí. O quizás fue simplemente que Carolina Marín fue aquel día una especie de bruja y pudo leer mis pensamientos más profundos, los que apuntaban a su culo perforándolo con rabia.