El señorito quiere desvirgarse
Todos hemos visto alguna imagen semejante en alguna película más o menos costumbrista. La escena tiene pocas variantes. Hay una criada de buen ver y un joven que, hijo de los dueños de la casa, está descubriendo la pulsión sexual. La criada apenas tiene tres años más que el señorito de la casa. Éste pasa las tardes de verano intentando estudiar para recuperar las asignaturas que no consiguió aprobar durante el curso. Y digo intentando porque, ciertamente, el señorito tiene la cabeza a pájaros. Que no se concentra, vamos. Que está pensando en otras cosas. Que lo que verdaderamente le interesa no es el álgebra o la gramática, sino cómo debe ser eso del sexo que tanto le desvela.
El señorito, de momento, lo único que conoce del sexo es ese ardor dulce y cosquilleante que le sube piernas arriba cuando se masturba. Lo hace a menudo. Cómo no hacerlo cuando tiene que enfrentarse a diario con esa visión demoníaca y tentadora de los muslos de la criada. Qué bien que le sienta el uniforme a la condenada. Cuando la ve subida a la escalera, ordenando los estantes superiores, le entran ganas de ponerse junto a ella y meter la mano entre sus muslos, piernas arriba. Cuando la ve pasar, plumero en mano, con ese andar a medio camino entre la timidez y la cachondez incontenible, la imaginación del señorito se dispara y el joven comienza a soñar con cosas que nunca hubiera pensado que podría soñar. Y entonces, siempre, lo previsible se cumple en estas películas de las que hablamos.
En ocasiones (cuando la criada es retratada como una joven desinhibida y ardiente) es la propia criada la que da el paso de, jugándose el puesto de trabajo, iniciar al señorito en los intríngulis del sexo y quedar para siempre en su memoria como la mujer que lo desvirgó. En otros casos (cuando la criada es presentada como una joven apocada y sumisa, seguramente temerosa de perder el empleo) es el señorito el que, ejerciendo un cierto derecho de pernada, la lleva al cuarto de planchar o al desván o a otra estancia más o menos apartada del tráfico familiar por la casa para darse un chapuzón iniciador de sexo rápido y desbocado.
Sea de un modo u otro, bien por iniciativa de la criada cachonda o por la acción desesperada del señorito prepotente, la escena de la criada follando con el señorito forma parte de nuestra memoria erótica. Por eso es una fantasía erótica que está muy enraizada en muchas personas y protagoniza mucho video porno.
Un disfraz sencillo
Si eres de ese tipo de personas a la que le pone imaginar que se folla a la criada, estás de enhorabuena. La del señorito y la criada es una fantasía erótica sencilla de llevar a la práctica. En el mercado encontrarás un sinfín de uniformes de criada marcadamente eróticos y sexys y a un precio económico. Con él podrá vestirse tu pareja, que podrá pasearse ante ti realizando todo tipo de tareas propias de una criada. Podrá planchar, pasar el plumero, arrodillarse para limpiar el suelo, subirse a una escalera para ordenar los libros del estante de arriba, hacer la cama inclinándose sobre la misma para colocar convenientemente el edredón o la colcha…
Seguramente, la contemplación de estas acciones conseguirá, poco a poco, ponerte a tono. ¿Imaginas el culo en pompa de tu pareja mientras, arrodillada, limpia el suelo? ¿Imaginas la visión fantástica de su grupa mientras hace la cama? ¿Imaginas su entrepierna vista desde una posición inferior cuando ella está subida a la escalera? ¿Qué te parecería bajar sus bragas y realizarle un cunnilingus mientras ella está en lo alto de esa escalera? ¿Y penetrarla desde atrás, en el suelo? ¿Y hacerlo sobre la cama que ella está haciendo?
A esta fantasía erótica pueden añadírsele variantes. Por ejemplo: que la criada ofrezca algo de resistencia a ese señorito lascivo que quiere cabalgarla sin contemplaciones. O que sea la criada, como se dijo antes, la que, por ejemplo, masturba a un señorito que guarda cama por enfermedad.
Deja que tu imaginación se desboque. Después de todo, nadie como tú para dar a tu fantasía de la criada y el señorito el guión que más te satisfaga. Escribe ese guión y convence a tu pareja para llevarlo a la práctica.