Lo de Monica Lewinsky con Bill Clinton (aquella, según el Presidente de los Estados Unidos, “relación inadecuada”) no es algo tan extraño como para que todos aquellos que no estamos aquejados de puritanismo tengamos que elevar nuestros brazos al cielo, arrebatados por la sorpresa. Una mamada en el Despacho Oval no es otra cosa que la plasmación de una bastante arraigada fantasía erótica: la de hacérselo con un superior. El escándalo lo fue por la posición profesional que ocupaba uno de los participantes en aquella “inadecuada relación” que acabó dejando una huella delatora en un vestido azul y no porque no haya sido algo que, de manera más o menos regular, no se haya dado a lo largo de la historia. La historia, de hecho, está llena de anécdotas que giran alrededor de un argumento semejante a ése. Así, lo de la secretaria abierta de piernas o reclinada sobre la mesa de la oficina recibiendo la visita del pene autoritario de su jefe se ha convertido casi en un estereotipo de mucho argumento porno. Y los estereotipos, pese a que no deben ser tomados como verdad absoluta, no pueden desecharse como elementos en los que es imposible encontrar algún atisbo de realidad o de algo que responda a una determinada realidad. En este caso, ese algo es la fantasía erótica de mantener relaciones sexuales con un superior.

La fantasía erótica con un superior es, pues, más habitual de lo que podemos imaginar. Y es que esta fantasía no nace de una única motivación. El significado que se esconde tras la fantasía erótica con un superior puede ser la atracción erótica sin más (imaginemos que el superior es una persona especialmente agraciada o físicamente atractiva), la admiración, el deseo de ascenso social y económico o, incluso, la venganza o el odio. También estos últimos sentimientos, negativos de por sí, pueden motivar que en un momento determinado se active en la imaginación de una persona la fantasía erótica con un superior.

Toda esta variedad de motivaciones puede dar lugar, lógicamente, a un amplio abanico de fantasías. Si los motivos son de resentimiento, podemos encontrar, por ejemplo, fantasías eróticas con un superior en los que éste desempeñe ante nosotros el papel de sumiso. ¡Qué placer ver a nuestro superior arrodillado a nuestros pies! O podemos imaginar, también, que conquistamos a ese superior para, una vez prendado de nuestros encantos, abandonarlo. O podemos también (y ésta es una opción especialmente vengativa) hacer que su pareja descubra el flirt que mantiene con nosotros.

La erótica del poder

El superior viene aureolado por lo que se llama erótica del poder. Sin menospreciar los atractivos personales de alguien como Bill Clinton, quizás sea adecuado achacar a la erótica del poder la atracción que, según la Lewinsky, el presidente demócrata ejercía sobre ella. Quizás a ese factor haya que atribuir también el motivo fundamental que, según se ha comentado en más de una ocasión, empujó a un mito de Hollywood como fue Marilyn Monroe a mantener relaciones erótico-sentimentales con esa pareja de inquietantes mártires americanos que fueron el presidente JFK y su hermano, el senador Robert Kennedy. Este par de hermanitos de sólidas convicciones cristianas y, por lo que se dice, lujuria incontenible y obcecada vocación de infidelidad, no eran en modo alguno jefes de la mítica rubia, pero seguramente derrochaban ese perfume embriagador e irresistible etiquetado con las palabras “erótica del poder”. Algo que no sólo pueden derrochar los políticos, sino también los líderes económicos, los policías, los militares, los jueces, los profesores, los reyes e, incluso, incluso, los cardenales.

Un hombre coronado por la erótica del poder puede incendiar la fantasía de una mujer que, embriagada por dicha erótica, pueda soñar con sentirse abrigada por esa protección que, se imagina, puede prestar un hombre poderoso. Por el contrario, el hombre que tiene una jefa se deja llevar comúnmente por otra variante de la fantasía erótica con un superior. En este caso, la excitación proviene de imaginar a esa jefa como una mujer sexualmente muy activa y dominante, una mujer que sabe lo que quiere en materia de sexo y que no se detiene a la hora de conseguirlo. En cierto modo, el hombre que experimenta esta fantasía erótica con un superior está trasladando, al terreno de lo íntimo, lo que esa mujer representa laboralmente para él.

El trabajo, terreno abonado a la fantasía

Sea cual sea la motivación que se esconda detrás de una fantasía erótica con un superior, no hay que olvidar nunca que una fantasía erótica no es algo de lo debamos avergonzarnos. La fantasía erótica cumple varias funciones, pero quizás la más importante de todas ellas es que nos sirve para equilibrar nuestra psique y nuestras emociones.

Las fantasías, ya lo hemos dicho en más de una ocasión en esta sección, no tienen límites. Son el reino de la libertad y uno de los alimentos más importantes del deseo. Gracias a las fantasías eróticas intensificamos el placer sentido y hacemos viajar a nuestra sexualidad hacia territorios más saludables y satisfactorios.

A la hora de hablar de la fantasía erótica con un superior hay algo que nunca debemos olvidar, y es que el ámbito laboral es territorio abonado para el brote de ensoñaciones sexuales o para su puesta en práctica. Hay encuestas en las que se dice que cerca del 85% de las personas han fantaseado en alguna ocasión con mantener relaciones sexuales con algún compañero de trabajo. Este porcentaje, lógicamente, se traduce un algo que suena a clásico: las infidelidades más comunes se cometen con compañeros de trabajo.

Eso sí, si tú eres de los que tienen la fantasía erótica con un superior como una de sus fantasías eróticas principales debes tener en cuenta una cosa: puestos a hacerla realidad, no es lo mismo, en el ámbito laboral, hacérselo con un igual que hacérselo con el jefe o la jefa. Esto último siempre entraña una serie de riesgos. Y el de ser mirado con recelo por compañeros y compañeras no es el mayor de ellos.