El poder del uniforme

No es un tópico. A las mujeres les gustan los uniformes. Al menos a la mayoría. Y eso hay que tenerlo muy en cuenta a la hora de escenificar fantasías eróticas. Un uniforme siempre representa la autoridad, la ley y el orden, y esos conceptos acostumbran a estar asociados a una serie de instrumentos que pueden dar mucho juego a la hora de practicar sexo. Piensa en una porra, piensas en unas esposas, y echa tu imaginación a volar.

Si eres mujer, piensa que el policía te castigará por haberte saltado un semáforo en rojo. Piensa en la multa que puede ponerte y en los medios que tienes a tu alcance para librarte de esa multa. Pregúntale con falsa inocencia qué puedes hacer para que te perdone. Seguro que su imaginación se pone a funcionar enseguida. Los hombres son previsibles. Los hombres uniformados también. Seguro que su imaginación se vuelve repentinamente sucia.

Para escenificar esta fantasía basta un uniforme de policía (búscalo en tiendas de disfraces y, por favor, que no falte la gorra; aunque esté desnudo, mientras el policía tenga la gorra puesta mantendrá su autoridad), un par de esposas de juguete o compradas en un sexshop (Cincuenta sombras de Grey las ha puesto de moda) y un consolador brillante, negro, guardado en su funda. El consolador, sustituto de la porra, está llamado a realizar una importante función en la escenificación de esta fantasía erótica. Unas buenas gafas de sol de aviador (tipo Ray Ban) pueden acabar de rematar un uniforme idóneo para esta fantasía sexual.

En ningún momento deben faltar las esposas. Puede ser que causen un poco de irritación o enrojecimiento en las muñecas de la detenida. Eso dependerá, lógicamente, de la fuerza con la que esté esposada. Esto podría ser parte del efecto deseado. Con un poco de loción se puede calmar esa irritación que, seguramente, no tardará en remitir hasta desaparecer.
A la hora de jugar con las esposas, eso sí, ten siempre presente una cosa: las llaves. No es cuestión de pasar un mal rato llamando a alguien para que corte las esposas de la compañera de juego. Ten siempre, pues, la llave de las esposas cerca, y, antes de usarlas, ábrelas y ciérralas en más de una ocasión para comprobar que funcionan correctamente.

Actitud corporal

Una vez te hayas puesto el uniforme de policía, mírate al espejo. Obsérvate y ve entrando poco a poco en el personaje de vuestra fantasía erótica. Debes ir bien peinado y aseado. Si tienes barba, recórtala cuidadosamente. Una barba descuidada no cuadra con el uniforme. Piensa que eres un agente de la ley, y un agente de la ley debe dar una buena imagen ante la ciudadanía. Eso sí: no uses ropa interior. Eso, cuando te frotes, permitirá que el pene en erección se marque bien marcado sobre la tela del pantalón. Si es posible, que éste sea un poquito ajustado. Ponte la gorra y las gafas de sol y ve pensando en lo que quieres hacer para castigar a la infractora de la ley. Piensa que tú eres la autoridad y que de ti depende la multa o castigo.

La infracción y el castigo

Pregúntale por su infracción. ¿Ha molestado a los vecinos con el equipo de música puesto a todo trapo? ¿Posee algún tipo de sustancia ilegal? ¿Tiene un rosario de multas de estacionamiento pendientes de pago? ¿Se ha asomado completamente desnuda al balcón y se ha expuesto indecentemente a las miradas de los vecinos?

Hay una gran variedad de escenarios que pueden servir para esta fantasía erótica, pero piensa, por ejemplo, en su propio domicilio y en ese delito por exhibicionismo en el balcón. Las mujeres del barrio están escandalizadas y, en el fondo, un poquito celosas de que sus maridos maten las horas paseándose frente al balcón, esperando a que de un momento a otro salga la exhibicionista al mismo. Son ellas las que han llamado a comisaría denunciando la situación y exigiendo su fin.

Cuando llegas al domicilio de la denunciada, la encuentras abierta. Entras sigilosamente en la misma, con todas las precauciones propias de un agente responsable, con la pistola en la mano, vigilando cada una de las estancias de la casa. Cuando llegas al salón encuentras a la infractora, desnuda, apenas vestida con un delantal y unos zapatos altos de tacón, planchado la ropa frente a la ventana abierta tras la que se observa la mirada excitada de los transeúntes.

Le explicas los motivos de tu llegada. Le dices que no puede mantener dicha actitud. Le pides que se ponga la ropa o baje las persianas. Ella se niega a una cosa y la otra. Comprendes que la única manera de poner fin a la situación es arrestándola. Deberás reducir su resistencia y, después, con las manos esposadas a la espalda, colocarla contra la pared para someterla a un cacheo en toda regla. Nunca se sabe lo que puede esconderse bajo un delantal.

Cuando haces eso, compruebas que ella se agita y rebela como una especie de fierecilla. Y te dices que deberás emplear sistemas más expeditivos para reducirla y para poner fin a su rebeldía.

Consolador gigante

En este caso (¿seguro que sólo en este caso?) el tamaño sí importa. Sobre todo cuando se intenta intimidar sexualmente a la infractora de la ley. Un gran consolador puede ser, para eso, de gran ayuda. Hay muchos hombres a los que les encanta ver un gran falo dentro de su pareja, ver cómo el coño de su chica acepta dentro de sí un vergón descomunal. Para eso puede servirte ese consolador. Eso sí: recuerda que todo debe desarrollarse de un modo suave. Estimula bien a la delincuente. Mordisquea sus pezones, lame su clítoris, hunde tu lengua en su vagina.

Cuando esté convenientemente excitada, lubrica bien el consolador y méteselo poco a poco. Que vaya entrando despacio, centímetro a centímetro. Pregúntale qué tal se siente. Ve averiguando hasta dónde puedes llegar con él. Hazlo entrar y salir lentamente, sin prisas y sin golpear con fuerza con él. Piensa que ese consolador se parece casi a un brazo. Piensa que lo que estáis practicando se parece mucho al fisting. Poco a poco irás domando su resistencia. Ella dejará de ser la díscola delincuente y asumirá la culpa gracias al efecto punitivo de tu castigo. Muy probablemente, dicho castigo la habrá llevado hasta el orgasmo. Será el momento de sentarla sobre tus rodillas y acariciarla y mimarla. Que sepa que, igual que has sido el poli malo, también sabes ser el poli bueno.