Una situación made in manga
No hace demasiado que hablábamos aquí del rape play y de la fantasía de la violación. En aquella ocasión prestábamos atención a una fantasía erótica que está presente en muchas mujeres: la de ser violadas, y hablábamos de cómo los amantes del BDSM podían introducir entre sus prácticas el llamado rape play o juego de rol en el que se simula una violación. En nuestro artículo recalcábamos cómo la existencia de dicha fantasía erótica no implica ni mucho menos el deseo por parte de la mujer que la experimenta de que dicha fantasía se haga realidad. En aquel mismo artículo recogíamos también una serie de teorías que, apuntadas por psicólogos, podían servir para explicar dichas fantasías. En esta ocasión vamos a centrar nuestra mirada en una fantasía que guarda una cierta relación con la fantasía de la violación: la fantasía del kabe-don.
El término kabe-don es un término japonés formado por dos conceptos: el concepto kabe (pared) y el concepto don (onomatopeya del golpe de la mano sobre la pared). Al hablar de kabe-don estamos hablando de aquella situación en la que el hombre acorrala a la mujer contra una pared, situándose muy cerca de ella y con una mano apoyada en la pared. Desde nuestra mentalidad occidental, esta postura tiene para nosotros una marcada connotación de acoso del hombre hacia la mujer. Desde la mentalidad de las chicas orientales, el kabe-don retrata un momento en el que la tensión sexual se dispara y en el que la emoción se desborda. Por eso muchas mujeres orientales han convertido el kabe-don en una fantasía erótica. En el kabe-don, el hombre actúa como personaje que domina la acción. Controlada la situación por parte del hombre, la mujer permanece a la espera de lo que este haga. Y es esa espera la que crea la tensión excitante que seduce a tantas mujeres orientales cuando contemplan o imaginan una situación de kabe-don.
El kabe-don nació en el universo manga y no tardó en encontrar acomodo en el anime ‘shojo’ (el destinado a mujeres) y en el dorama. Los dorama son las series de televisión en imagen real de producción local que suelen durar 11 capítulos. En estas series de televisión es habitual contemplar a hombres y mujeres que escenifican escenas de kabe-don.
Contraste cultural
El término kabe-don se hizo muy popular a partir de 2014. Apareció en un manga e hizo fortuna. Tanta, que hasta la compañía de reparto de pizzas a domicilio Domino’s Pizza lanzó una promoción en la que se anunciaban descuentos a todos aquellos clientes que hiciesen kabe-don a los repartidores. El kabe-don se hizo tan popular a partir de esa fecha que Voltage, una compañía de videojuegos, contrató a un grupo de jóvenes que sobrepasaban los 180 cm de altura para que hicieran kabe-don a aquellos y aquellas visitantes que pasaran por el stand de la empresa en la feria de juegos de Tokio.
Lo curioso de la popularidad del kabe-don es que esa popularidad no tiene tanto que ver con que apele a las fantasías masculinas de dominación y control como que lo haga a las fantasías femeninas de ser dominadas y controladas por lo que podríamos llamar el macho que en un momento dado experimenta un subidón hormonal y que, amenazante y un poco sobrepasado por su propio deseo, atrapa a la mujer colocándola contra una puerta, la pared de un ascensor, el cristal de una máquina expendedora de bebidas o cualquier tipo de superficie que, golpeada, provoque un ruido fuerte e impactante.
La explicación psicológica que se ha dado al éxito del kabe-don entre las mujeres habla de cómo la experiencia del kabe-don actúa como experiencia o situación liberadora para aquellas mujeres que, por influencias culturales (Japón es un país oficialmente muy puritano), puedan sentir sentimientos de vergüenza ante sus propios instintos sexuales.
En occidente, con una mentalidad diferente a la japonesa, la fantasía del kabe-don, o la experiencia del kabe-don, está más relacionada con las fantasías de violación y las motivaciones, pues, serían semejantes a aquéllas que ya vimos en nuestro artículo “El rape-play y la fantasía de la violación”. Los expertos en cultura oriental, sin embargo, relativizan la posible carga de violencia existente en el kabe-don. Para ellos, es nuestra mirada occidental la que nos hace ver ese algo de violencia, ese algo de acoso, en la postura y en la acción del kabe-don.