Sexo rápido en el ascensor
Incluso hay una canción que habla de ello. La escribió Luis Eduardo Aute, un famoso cantautor español. La historia de la canción es breve y sencilla. Un hombre y una mujer entran en un ascensor. El ascensor se avería. Pasan las horas y el oxígeno empieza a faltar en la cabina del ascensor. Cuando lo reparan, en su interior aparecen “los cadáveres desnudos de un hombre de cuarenta y dos años y una mujer joven e indocumentada en actitud poco decorosa”. Olvida la imagen de los cadáveres. Olvida el final luctuoso. ¿No te motiva la posibilidad de entregarte a la lujuria en el interior de un ascensor detenido entre dos pisos?
Una sesión de sexo en un ascensor puede ser una de esas fantasías eróticas de sexo rápido y fugaz que quieras llevar a la práctica y que, además, te ayude a animar tu vida sexual. Si lo es, si el sexo en el ascensor es una de esas prácticas sexuales que te tientan, ten en cuenta que, en caso de poder llevarlo a la práctica, será siempre un polvo rápido y, quizás, inacabado. Quizás sólo sea un preámbulo de polvo, el avance del polvo verdadero, una pincelada de juego erótico tan breve como intenso y excitante.
Antes de practicarlo debes escoger el ascensor ideal para ello. Puede ser el de tu casa o puede ser el del trabajo. En este segundo caso el morbo, sin duda, es mayor. Imagínate con el miembro fuera de los pantalones y metido en la boca de una compañera que te lo mama mientras el ascensor sube hasta la planta en la que trabajas. No te dará tiempo de eyacular (si te da tiempo, apúntate al listado en el figuran los hombres con eyaculación precoz, que vienen a ser el 30% de la población masculina), pero seguramente sí te pondrá las pilas para todo el día. Ya encontraréis un momento, durante el resto de vuestra jornada laboral, para completar lo que habéis iniciado en el ascensor.
Imagínate ahora a esa misma compañera inclinada sobre la pared del ascensor, ofreciéndote su popa. Imagina que ha venido ya preparada de casa, es decir, sin bragas; de fácil acceso y predispuesta; con premeditación y alevosía. Ha bastado que ella se incline un poco para que tú, tras sacar tu pene y levantarle la falda, la hayas podido empalar desde atrás mientras el ascensor avanzaba hacia la planta en la que trabajáis.
Sexo entre dos pisos
¿No te motiva ninguna de estas dos ideas que te hemos ofrecido? ¿Tampoco la de que, aprovechando que el ascensor esté lleno de gente, ella se coloque ante ti, pegada, y, echando una mano hacia atrás, te acaricie bien acariciado el pene? ¿O que tú le cojas las nalgas mientras rozas tu paquete contra ellas?
Seguramente, si nada de esto te motiva es porque no te gusta iniciar algo que no terminas en el momento. Vamos: que no quieres quedarte a medias y, por tanto, prefieres no calentarte si no eres capaz de apagar ese calentón en ese momento. Pero ¿quién te dice que no puede ser así? ¿Te has planteado la posibilidad de pulsar el botón de STOP para detener el ascensor entre dos plantas y dejarlo ahí, suspendido e inmóvil en el aire, hasta que pongáis fin a vuestro encuentro sexual? Imagina entonces el estallido de la pasión. Imagina la boca que se marca una buena felación. Imagina la vagina que acepta, húmeda, la entrada y salida de tu pene. Imagina la mano que te masturba a un ritmo tan implacable como efectivísimo. ¿Sigue sin motivarte la idea del sexo en el ascensor?
Si no acabas de imaginar cómo podría ser un rato de sexo en el ascensor, asómate a las imágenes de películas como Atracción Fatal o Class. En la primera, Michael Douglas y Glenn Close pueden mostrarte el desenfreno casi inconsciente de la pasión desbocada. En la segunda, una Jacqueline Bisset ya madura seduce a un adolescente en un ascensor. Desde luego, son muchos los matices que caben en una escena de sexo en el ascensor.