Zonas sensibles

Son muchas las zonas del cuerpo que pueden ser despertadas sexualmente cuando son tocadas y acariciadas no importas si por una segunda persona o si por nosotros mismos. Esas zonas reciben el nombre de zonas erógenas. Hay una zona corporal, sin embargo, que es el órgano sexual más poderoso. ¿Sabes cuál es? El cerebro. En el cerebro residen nuestros deseos y anidan nuestras fantasías. Unos y otras son los afrodisíacos más importantes. Ellos y ellas determinan aquello que, sexualmente, más nos gusta. Ellos y ellas actúan para influir sobre nuestra excitación.

Zonas erógenas de la mujer

El cuerpo de la mujer es una de las más bellas obras de arte de la naturaleza. Suave, con curvas, sensual, erótico. Lamentablemente, muchas mujeres no saben ver eso en su propio organismo. Ni saben explorarlo. No están familiarizadas con su propio yo ni con su propia corporeidad. Esas mujeres parecen sentirse incómodas con sus propias caricias y por eso renuncian a tocarse. Al hacerlo, desechan un conocimiento que podría ayudarlas a obtener más placer de sus relaciones sexuales y, con ello, a ser más felices.

Si eres de ese tipo de mujer, ha llegado la hora de olvidar tus timideces y tus inseguridades. Explórate y, para hacerlo, echa mano de un espejo de mano con el que puedas observar aquellas partes de tu anatomía que, a simple vista, tú no puedes observar.

Coge el espejo de mano y observa tus genitales reflejados en él. Observa atentamente los genitales externos, el monte de Venus, los labios menores y mayores, la vulva, el clítoris, el prepucio del mismo, la uretra, la abertura vaginal y las glándulas de Bartholin (responsables de la lubricación durante la excitación). El monte de Venus es esa zona acolchada que se encuentra ubicada sobre el hueso púbico. Esta zona acostumbra a estar cubierta por el vello púbico.

Continúa la exploración de tus genitales contemplando cómo los labios mayores (los que se encuentran en la parte más exterior de la vulva) cubren esos pliegues internos que son los labios menores y la parte interior de la vulva. Éstos últimos son una zona erógena que se hincha de sangre cuando reaccionan al tacto o a la penetración.

Una vez contemplados y acariciados (experimenta el placer que sientes al hacerlo) los labios mayores y menores ha llegado la hora de que centres toda tu atención en el clítoris. Observa cómo la punta del mismo, ubicado en la parte superior del mismo, está cubierto por una especie de capucha. Retira suavemente esta capucha y acaricia la punta del clítoris. Experimenta el maravilloso placer de acariciar lentamente esa especie de guisante hipersensible que es el clítoris.

En su estado de no excitación, la vagina puede tener unas medidas de entre 7 y 10 cm de profundidad. La excitación sexual, sin embargo, puede hacer que estas medidas se dupliquen. La vagina es elástica. De hecho, debe serlo para dar salida a un recién nacido. Si la exploras con tus dedos o con la ayuda de algún juguete erótico, dentro de ella, en la parte superior de la misma, encontrarás un área esponjosa especialmente sensible. Esa zona erógena especialmente sensible es el famoso punto G. La estimulación del mismo acostumbra a proporcionar un gran placer a la mujer.

Tal y como vayas descubriendo tu cuerpo y conociendo sus reacciones al placer y a la estimulación descubrirás cómo la musculatura de la vagina tiene una capital influencia en la reacción de tu cuerpo a los estímulo recibidos. A mayor entrenamiento de dichos músculos, mayor placer experimentarás cuando mantengas relaciones sexuales o cuando te masturbes. Los ejercicios de Kegel son una opción perfecta para aumentar la intensidad orgásmica. Incorporarlos a la rutina diaria es una buena manera de conseguir esa flexibilidad y esa fortaleza muscular precisas para gozar mucho más del sexo.

Tus pechos, sus areolas y sus pezones son otras zonas erógenas. Los pezones erectos son especialmente sensibles. Acarícialos. Pellízcalos. Hay mujeres que llegan a alcanzar el orgasmo gracias sólo a la estimulación del placer.

Otras zonas especialmente sensibles de la anatomía femenina son el ano, el recto y el esfínter. Esta zona posee una alta concentración de terminaciones nerviosas lo que la convierte en un área especialmente sensible. Por eso el sexo anal tiene tantos seguidores. Más allá de los tabúes, la estimulación anal (bien sea oral, bien con los dedos, bien con algún tipo de juguete erótico) es uno de las prácticas más placenteras que pueden incorporarse a los juegos de la pareja.

Junto a esta zona, la del perineo (pequeña área existente entre vulva y ano) es otra de las zonas erógenas del cuerpo de la mujer.

Zonas erógenas masculinas

Los genitales masculinos, al ser principalmente externos, son mucho más obvios que los de las mujeres. Por otro lado, y siendo la masturbación una práctica tradicionalmente asociada al hombre, es más fácil que éste reconozca aquellas partes de su anatomía más sensibles a la estimulación erógena.

El principal de todos ellos es el pene. Dentro de él, la parte más sensible es el glande. El glande (cabeza) posee un gran número de terminaciones nerviosas. El frenillo, que conecta el glande con el eje del pene, es especialmente sensible. El frenillo es una de las principales zonas erógenas del hombre. Acariciarlo suele producir un gran placer al hombre.

Otra de las zonas erógenas fundamentales de la anatomía masculina son los testículos. En ellos se produce el esperma y la testosterona. Siendo una zona muy sensible de la anatomía, siempre hay que tratarlos con sumo cuidado.

El perineo es, igual que sucede en el caso de las mujeres, una importante zona erógena del hombre. También lo es el ano, aunque la aceptación del ano como zona erógena está, en el caso del hombre, demasiado mediatizada por prejuicios de carácter cultural. Para muchos hombres, la estimulación y el disfrute anal es algo propio de homosexuales. Por eso se renuncia a la estimulación del esfínter y, por supuesto, de la próstata. Para acceder a ella hay que introducir el dedo en el ano (algo a lo que muchos hombres no están dispuestos a acceder) y localizar esa especie de castaña que está situada debajo de la vejiga y tras el hueso púbico. Algunos hombres destacan cómo la estimulación directa de la próstata puede bastar para producir un orgasmo.

Los pezones son, también en el hombre, una zona erógena. Chuparlos suavemente, acariciarlos o pellizcarlos puede producir al hombre un gran placer.