Formas de la sexualidad

Aunque semejantes, todos los seres humanos somos distintos entre nosotros. Hay diversas maneras, sin duda, de vivir la sexualidad; pero cada persona vivirá una de esas maneras de una manera personal e intransferible. No todos los hombres heterosexuales viven la sexualidad del mismo modo. Por ejemplo: unos soportan la abstinencia con estoicismo mientras otros enloquecen cuando llevan más de 72 horas sin sexo. Enfrentados a tal situación, estos hombres que son algo así como bombas de testosterona andantes se lanzan a una intrépida carrera de intentos de seducción, infidelidades varias y relaciones esporádicas con mujeres que pueden ser de pago o no. En algunos casos serán prostitutas más o menos de lujo las que aplaquen el nerviosismo de estos hombres necesitados imperiosamente de sexo. En otros, vecinas, compañeras de trabajo o incluso alguna ex que todavía añora aquella manera tan excitante que tenían de entenderse más allá de todo el inmenso capazo de desencuentros e incomprensiones que habían hecho arruinar su relación. Uno y otro, el resignado a la bendición del polvo semanal, quincenal o mensual, y el rompebragas que siempre va husmeando la posibilidad de meterla en caliente, son hombres heterosexuales, y, sin embargo, cada uno concibe y vive su sexualidad de una manera distinta.

Reconocidas las múltiples formas que puede adoptar la sexualidad humana, incluso puede darse la situación de que cada persona pueda vivir varias de esas maneras entremezcladas las unas con las otras de una forma u otra y en un determinado grado. Los bisexuales podrían dar muchas lecciones de esto a quienes consideran que en el sexo, y más allá de las gradaciones del gris, todo es blanco o es negro. Que se puede sentir atracción sexual de una manera determinada por un tipo de mujer y, al mismo tiempo, por un tipo de hombre, es algo que ya han demostrado con su experiencia vital más de un hombre y más de una mujer. Por eso las formas de la sexualidad son tan variadas. Porque nada está escrito. Y lo que está escrito, lo está por comodidad. Por comodidad mental recurrimos en demasiadas ocasiones a estereotipos que facilitan nuestro ánimo clasificatorio. Hablamos entonces de heterosexuales, bisexuales, homosexuales, pansexuales, transexuales…
Hay una forma de sexualidad que, sin embargo, queremos destacar en este artículo. Mejor dicho, hay una forma de no sexualidad de la que queremos hablar. Es aquella que viven las personas que se declaran asexuales, es decir, absolutamente indiferentes a cualquier incentivo o atracción de carácter sexual venga del sexo que venga.

¿Qué es un asexual?

El asexual no es un acomplejado ni alguien que tenga miedo a las relaciones sexuales y que, por miedo al fracaso, haya decidido borrar la sexualidad de su vida. Tampoco es asexual aquél que, por cualquier tipo de motivo religioso, haya optado por la abstinencia sexual. El sacerdote es un abstemio sexual, no un asexual. El sacerdote es un hombre que siente el deseo sexual pero que, por una decisión de carácter moral, opta por un modelo de vida que excluye la práctica sexual. El caso del asexual es, pues, distinto al del sacerdote católico que aparta la práctica sexual de su vida. El asexual es, directamente, aquella persona que no experimenta ningún tipo de deseo sexual.

Muchas de las personas que podrían englobarse en el grupo de las personas asexuales destacan cómo la sociedad juega a favor de la sexualidad. La nuestra es una sociedad hipersexualizada, dicen. Lo sexual lo impregna todo: la publicidad, las relaciones personales, la literatura, la música… Parece, en cierto modo, como si no se pudiera concebirse la vida sin el deseo sexual, dicen los asexuales al quejarse de sentir sobre sus carnes una cierta presión social para que se abandonen o entreguen a los placeres del sexo.

En cierto modo, y desde nuestro punto de vista de amantes de todo lo que tenga que ver con el erotismo y la sensualidad, nos resulta difícil entender la actitud del asexual, y menos en el punto referente al hecho de que la sociedad no pueda concebir la vida sin sexo. Ciertamente, creemos que resulta difícil concebir el avance de la vida sin que la sexualidad intervenga y el deseo sexual haga de las suyas con nuestra voluntad y nuestras perspectivas vitales. Para multiplicarse y poblar la tierra se necesita, sin duda, pasar por el trámite del sexo. Bendito trámite, decimos nosotros. Trámite no anhelado, afirman los asexuales.

Éstos, al mismo tiempo, afirman que su asexualidad no tiene nada que ver con el hecho de desear vivir solos. El asexual siente la atracción sentimental, pero la desvincula del sexo. Esa atracción sentimental puede orientarse hacia personas del mismo sexo (hablaríamos aquí de homorrománticos) o hacia personas del sexo opuesto (heterorrománticos). En algunos casos, el asexual es, al mismo tiempo, arromántico, es decir, no siente ningún tipo de inclinación sentimental ni por personas del mismo sexo ni por personas del sexo opuesto.

Como se ve, también dentro de la asexualidad hay matices. De hecho, los hay que reconocen haber mantenido alguna relación sexual esporádica. Todos ellos, de cualquier manera, se sienten huérfanos de comprensión, y por eso buscan la manera de asociarse o ponerse en contacto entre ellos para compartir experiencias, dudas y penas y alegrías. Como a tantos otros colectivos, la red les ofrece un espacio en el que contactar sin verse obligados a dar la cara. La Red para la Educación y Visibilidad de la Asexualidad o AVENes (www.asexuality.org/sp/) es una de esas opciones que la red ofrece al asexual que desea contactar con otras personas con su misma (o semejante) orientación sexual.