Sueños de adolescencia

Los dieciséis años son los dieciséis años. La frescura de la piel, el mundo por conocer, las ilusiones intactas, el deseo revelándose… Cuando hablas con la gente, todo el mundo añora esas cosas de la adolescencia. Pero rechaza algunas otras. Por ejemplo: la falta de experiencia. El exceso de vergüenza. La inseguridad propia de la edad. Esas cosas que, en ocasiones, te impiden disfrutar de lo que la vida te ha dado, de lo que, en el fondo, eres: tu propio cuerpo.

Ahora, sin embargo, ya te conoces. Ya sabes lo que te gusta y lo que no. Y has aprendido a mirar las cosas de otro modo. Ahora ya sabes de la química sexual que puede esconderse en la mirada entre un profesor y una alumna. El deseo contenido, el morbo de lo prohibido, la plasmación corporal de la enseñanza y del aprendizaje… todo ello se mezcla cuando uno piensa en esa tensión sexual entre un profesor y una alumna. ¿Por qué no recrear esa química entre tu pareja y tú?

No te sientas culpable por pensar en colegialas sexy. No eres un pederasta. Es que, simplemente, cuando eras joven, veías esas piernas mostrándose bajo las falditas del uniforme escolar y sentías cómo algo de ti empezaba a despertar. También sentías cómo una parte muy determinada de tu anatomía se endurecía y te molestaba, dura y alargada, bajo tu calzoncillo. Hasta puede ser que te enamoraras de alguna de ellas, quizás de aquella a la que viste un día, lejos de sus padres y de los profesores, reunida con sus amigas, vestida con su uniforme de colegio, fumando y sonriendo de una manera especialmente provocadora, sin un ápice de vergüenza en su mirada descarada, dominadora y, ¿por qué no decirlo?, un poco puta. Así hablaba al menos, usando palabras soeces, descaradamente.

Fue entonces cuando descubriste que el hábito no hace al monje y que una persona que reclama sexo es una persona que reclama sexo, se vista como se vista. Fue entonces, seguramente, cuando empezaste a incubar dentro de tu mente la idea de ver algún día a tu futura mujer o a tu futura novia vestidas con uno de esos uniformes. Y, desde entonces, eso es algo que llevas dentro. Forma parte de ti. Pensar en ello y sentir cómo una incontenible erección se apodera de ti es todo uno.

Fetichismo y BDSM

¿Qué hay de malo en eso? Nada en absoluto. No te sientas culpable de nada. Después de todo, pensar en ella vestida con el uniforme de colegio de monjas y en el hecho de retenerla después de clase para reprenderla por fumar detrás del gimnasio, o no entregar su trabajo a tiempo, o por mascar chicle en clase, es algo que te supera, que te excita, que te hace pensar en juegos de rol sexuales que os pueden poner al borde de la escena BDSM.

Después de todo, en el mundo BDSM es habitual el contemplar a una mujer adulta vestida como una chica joven jugando, a un tiempo, un papel de sumisión. Tú, como hombre que debe imponer la disciplina, puedes ser un hombre dulce y comprensivo o, por el contrario, puedes ser exigente y duro. Hasta un poco cruel. Una forma de crueldad sería, por ejemplo, dejarla atada en una posición incómoda mientras te tomas un vaso o una copa de tu bebida preferida. Las técnicas de anudamiento y atadura del bondage pueden ayudarte a ello. Esas técnicas de atadura bondage pueden dejarla a tu merced. Por ejemplo: pueden permitir que tú la masturbes justo hasta segundos antes de que ella llegue al orgasmo.

Doblarla sobre tus rodillas para propinarle un manojo de azotes en el culo o tirarle del pelo suavemente mientras metes un dedo dentro de su coño es, posiblemente, otra manera de castigar a la alumna díscola y sexy que no hace las cosas como tiene que hacerlas.

Para mantener el dominio es muy importante el contacto visual. Tu alumna debe mirarte a los ojos. Si no lo hace, está rebelándose o se muestra avergonzada. La rebelión no debes permitirla. Una alumna que se rebela no merece sino un castigo más duro y ejemplar que el que estás dándole en ese momento. Quizás sea el momento de escenificar un maravilloso castigo de sexo anal. Sí: metérsela por el culo puede servir para que ese orgullo y ese desafío se dobleguen. Pero recuerda siempre que a tu pareja debe gustarle ese tipo de sexo. O debe, cuanto menos, estar dispuesta, en ese momento, a probarlo.

Para adivinar si esos ojos que esquivan tu mirada responden a una motivación de desafío o de vergüenza, cógela por la barbilla (el pulgar a un lado, el resto de dedos al otro) y haz que te mire a los ojos. “Mírame. Mírame a los ojos. A los ojos”. Díselo. Piensa que el contacto visual es una parte muy importante de las relaciones sexuales y de la sexualidad. Una mirada, a veces, excita más que una caricia. Porque toca más, muy probablemente. Y llega más adentro.

Uniforme de colegiala

El uniforme de una joven colegiala de colegio religioso es fácil de conseguir una de esas tiendas que los colegios recomiendan y en la que los padres compran los uniformes de sus hijas. Busca un uniforme de talla grande y cómpralo. Seguramente, el uniforme incluirá una blusa blanca, una chaqueta azul y una falda a cuadros. Lógicamente, no busques colores escandalosos o provocadores para elegir su ropa interior. Blanco, rosa pálido o azul pálido pueden ser buenos colores para sujetador y braguita (de algodón, claro). Calcetines azules, blancos o de rombos y mocasines marrones o negros son también imprescindibles. Si te excitan especialmente unas coletas (imagínate sujetándolas mientras, como si fueras a lomos de un caballo y lo llevaras por las riendas, montas a tu pareja desde atrás) no te costará encontrar una tienda de disfraces o de extensiones postizas.

El uniforme descrito será, sin duda, un uniforme formal y discreto. Si deseas buscar un uniforme más sexi, entonces todo será mucho más sencillo. Vete a un sexshop de calidad y allí encontrarás alguno. Comprobarás que ésta que tanto te motiva es una fantasía erótica tan común que la industria del sexo no ha dejado de pensar en la comercialización industrializada del uniforme sexi de colegiala. En el caso de este uniforme, no será necesario que la ropa interior se adapte a las características de la ropa interior de las púberes. Puedes utilizar, aquí, una ropa interior un poco más de adulto: diseños más picantes, encajes y volantes, etc.

El profesor puede elegir unos pantalones caqui y un cinturón (nunca debe faltar el cinturón en este uniforme), junto a una camisa blanca. Unos zapatos son también imprescindibles. Si, además, quieres dar la imagen de un profesor más clásico, una chaqueta tweed es lo más idóneo para dar esa apariencia de profesor serio y tradicional. Unos calcetines adecuados para el calzado (que nunca, bajo ningún concepto, puede consistir en un par de zapatillas deportivas) y sin ropa interior son otros de los detalles que debes tener en cuenta a la hora de preparar tu uniforme para escenificar esta fantasía. Si cambias tu peinado (¿qué tal una raya al lado?, ¿qué tal un poco de laca o gomina para fijarlo?), el disfraz estará completo.

Ahora sólo falta que os inventéis una historia. Seguro que la imaginación no os falla a la hora de crear un argumento picante, ¿verdad? Ahondad dentro de vosotros, seguro que encontráis algo excitante y adecuado que os hace revitalizar vuestra sexualidad.