Durante mucho tiempo, las fantasías eróticas pertenecían al territorio vergonzante y silencioso de lo tabú. Existir existían, claro, no se han inventado hoy, no son fruto de este tiempo, pero nadie hablaba de ellas, nadie reconocía tenerlas. La fantasía erótica era algo así como la ropa interior usada que todo el mundo esconde a la mirada ajena. Concebida como una especie de pecado del pensamiento (¡qué difícil resulta sustraerse a tantos siglos de moralina cristiana inyectada en vena!), la fantasía erótica quedaba arrumbada en lo más profundo del yo de cada cual como un objeto que, arrinconado en un desván, quedara escondida en las tripas oscurísimas de un baúl del que se hubiera lanzado la llave al fondo del mar.

Por suerte, los tiempos han traído lo que los moralistas llamaron siempre una “relajación de las costumbres” y hoy ya es más corriente hablar de fantasías eróticas, reconocer y normalizar su existencia e, incluso, contar en voz más o menos alta las de cada cual. Ese ejercicio de aceptación y normalización de la fantasía erótica, ese sacarla del baúl y ponerla a orear, ese bajarla del desván al comedor, ha permitido que muchas personas puedan quitarse de encima la mugre de un inmerecido sentimiento de culpa.

Y es que, ya lo han dicho por activa y por pasiva muchos sexólogos y así lo hemos resaltado en más de un artículo de esta web, las fantasías eróticas no solo son normales, también cumplen una función altamente beneficiosa en nuestra sexualidad. Para empezar, despiertan y alientan el apetito y el deseo sexual. Para continuar, nos ayudan a estar concentrados durante las relaciones sexuales y a disfrutar más de ellas. También nos hacen proyectar, en nuestra mente, como va a ser nuestro próximo encuentro sexual… y eso nos sirve para ser mejores en él.

Una vez se aceptó todo eso, una vez se asumió que las fantasías eróticas podían salir al mostrador, exhibirse en el escaparate y que no existían motivos para condenarlas a permanecer en la trastienda, no faltaron autores que se dedicaron a estudiarlas, catalogarlas o, cuanto menos, a realizar un pequeño inventario de las fantasías más comunes e, incluso, de cuáles eran o son las fantasías eróticas de algunas celebridades de ayer y de hoy. En este artículo hemos recogido una serie de títulos de libros sobre fantasías eróticas que, creemos, pueden servir para que los no conversos acaben de convencerse de que eso que se agita dentro de su imaginación no tiene por qué ser precisamente vergonzante, sino un instrumento más, una especie de juguete erótico inmaterial que puede servirle para vivir una vida sexual más rica.

Proyecto Tabú

El primer libro sobre fantasías eróticas que deseamos destacar es Proyecto tabú: todas nuestras fantasías sexuales al descubierto. Escrito por la psicóloga y sexóloga Georgina Burgos, este libro sobre fantasías eróticas es fruto de un estudio de campo realizado sobre un total de más de 5.000 personas y sirve para indagar en las imágenes más frecuentes en las fantasías eróticas, en las sensaciones asociadas a ellas, en la frecuencia de su aparición, en los escenarios en que tienen lugar o, por ejemplo, en los conflictos morales que nos crean.

El estudio realizado por Georgina Burgos le sirvió para exponer algunas ideas sobre las fantasías sexuales. Las principales de entre todas ellas son las siguientes:

  1. El fantasear sobre una práctica sexual implica el eludir las implicaciones que, de ser ejecutada, podría tener dicha práctica. Una práctica de alguna manera dolorosa cuando se practica en la realidad no lo es cuando se desarrolla en la imaginación.
  2. La fantasía erótica puede causar conflictos internos en personas que hayan heredado o recibido una visión pecaminosa o negativa del sexo.
  3. Las fantasías eróticas de hombres y mujeres no son tan distintas como se acostumbre a decir. Eso sí: las mujeres acostumbran a añadir más elementos y fantasías a sus fantasías que los hombres.

Mi jardín secreto

Si hay alguna obra puede considerarse pionera entre los libros sobre fantasías sexuales esa obra es Mi jardín secreto. Escrito por la estadounidense Nancy Friday en 1973, este libro sirvió para derribar un estereotipo: el de pensar que las fantasías sexuales, como el famoso coñac, “es cosa de hombres”.

Cuarenta años después fue otra autora, esta vez británica, quien, para rendir homenaje al trabajo de Friday, realizó una obra, El jardín de los deseos: la evolución de las fantasías sexuales de las mujeres, que debía servir para comprobar qué cambios había experimentado el deseo femenino desde que en 1973 Nancy Friday escribiera su obra.

La autora de El jardín de los deseos, la psicóloga especializada en sexualidad y relaciones de pareja Emily Dubberley, declaró en el momento de publicar este libro sobre fantasías sexuales que su principal intención al hacerlo era “llamar la atención sobre las fantasías eróticas femeninas y recordar que la idea de que las mujeres tienen una sexualidad privada es una reciente libertad sexual y no algo que deba darse por sentado” ni algo, ni muchísimo menos, que deba ser ocultado “debajo de la alfombra”.

Tras entrevistar a cientos de mujeres, Emily Dubberley llegó a la conclusión en su libro sobre fantasías eróticas que las fantasías sexuales de las mujeres se pueden agrupar en cinco grandes áreas, la de las fantasías de sumisión, la de dominación, la de exhibicionismo y voyerismo, la de sexo grupal y la de fantasías sexuales con la pareja.

Las 1.001 fantasías más eróticas y salvajes de la historia

Escrito por la periodista y escritora Roser Amills en 2012, Las 1.001 fantasías más eróticas y salvajes de la historia es una magnífica herramienta para quitarse de encima cualquier tipo de complejo que se tenga sobre las propias fantasías sexuales. No en vano, este libro sobre fantasías eróticas recoge las fantasías sexuales de varios centenares de personajes históricos y los fetiches que “caldeaban” o “caldean” a muchos de ellos. A esta obra de Roser Amills ya dedicamos en su momento nuestro artículo “Los famosos también fantasean (eróticamente hablando)”. Aquí, a modo de resumen, diremos que gracias a este libro sobre fantasías eróticas podemos conocer por dónde deambulaba la imaginación erótica de personajes tan diversos como Salvador Dalí, Ava Gardner, Leonardo da Vinci, Amy Winehouse, Albert Einstein, Jorge Luis Borges o James Joyce. Por ejemplo: ¿habrías imaginado que este genio de la literatura tenía como fetiche o, por decirlo de otro modo, fantaseaba con la posibilidad de tener a su disposición las bragas usadas de una prostituta? Si el autor de Ulises podía fantasear con algo así, ¿por qué eso en lo que estás pensado y que sólo tú sabes debe resultar extraño a nadie?