Mejora el sistema inmune, reduce el riesgo de padecer cáncer de próstata, libera el estrés, reduce los dolores menstruales, mejora la piel, ayuda a conocer el funcionamiento de nuestro cuerpo, mejora el sueño, se ejercitan los músculos del suelo pélvico… Sin duda, los beneficios de la masturbación van mucho más allá del placer que podemos sentir gracias a ella. Por eso desde este rincón siempre aplaudimos y recomendamos la práctica de la masturbación. De hecho, somos, y nos enorgullecemos de ello, unos apologetas decididos y declarados de la misma. Y es que… ¿en nombre de qué moral se puede privar al hombre y a la mujer de una práctica tan placentera y tan beneficiosa para la salud como lo es la masturbación?
Cuando hablamos de masturbación, nosotros siempre recomendamos practicarla como una finalidad en sí misma y no simplemente como una especie de práctica sustitutoria de un coito no alcanzado. La masturbación, bien entendida, no debería ser concebida como algo vicario. La masturbación no es solo, como se ha dicho en ocasiones, el consuelo de quienes no pueden disfrutar de relaciones sexuales con otras personas. Tampoco es, como también se ha afirmado alguna que otra vez y con aviesa intención moralista, una demostración de egoísmo. Tener pareja no debería suponer, en caso alguno, la erradicación del hábito masturbatorio de la vida de una persona. Por suerte, habitualmente no lo supone, y las personas, liberadas de lastres religiosos y de la falsa y pacata moralidad que durante demasiado tiempo ha imperado en nuestra sociedad, se entregan a los placeres de la masturbación sin mayores complejos y sin miedo a castigos divinos que puedan implicar, tal y como se dijo en muchas aulas durante muchos años, pudrimientos acelerados de la médula espinal o cegueras progresivas e irreversibles.
Así, pues, nuestra recomendación es y será siempre el gozar de esta práctica sexual y hacerlo sin complejos pero, eso sí: con mesura. Del mismo modo que no recomendamos abusar del vino aunque podamos cantar las excelencias de una copa de rioja, de un ribera del Duero o de un oporto; también recomendamos practicar la masturbación en su justa medida y evitando en todo momento caer en lo que tiene un nombre: masturbación compulsiva.
¿Cuándo podemos hablar de masturbación compulsiva? Cuando la masturbación, lejos de ser una fuente de placer, se convierte en una obsesión. La persona que ha quedado atrapada en las redes de la masturbación compulsiva vive todas las horas de su día pensando en el momento en que pueda quedarse a solas para masturbarse. La agenda del día de esa persona, de hecho, se adapta para todo gire en torno a la búsqueda de ese tiempo y espacio de soledad.
Cuando se habla de personas que sufren masturbación compulsiva se está hablando de personas que pueden masturbarse seis, siete, ocho… hasta entre 10 y 15 veces al día. Ese comportamiento, sin duda, acaba acarreando dolor, y en la inmensa mayoría de ocasiones acaba suponiendo la aparición de graves problemas, ya que la vida diaria de la persona se ve afectada en muchas esferas, desde la personal (pues la masturbación compulsiva acaba lesionando la vida de pareja) hasta la laboral (pues la persona se ausenta en demasiadas ocasiones de su puesto de trabajo para satisfacer su necesidad de masturbarse).
Motivos de la masturbación compulsiva
¿Cuáles son los motivos que llevan a la masturbación compulsiva? Hablar de por qué una persona acaba convirtiéndose en un masturbador compulsivo o en una masturbadora compulsiva (hay que decir que este tipo de trastorno es más habitual en hombres que en mujeres) no es muy distinto de hablar de por qué una persona acaba siendo alcohólica o ludópata. De hecho, tras la masturbación compulsiva, igual que tras el alcoholismo o la ludopatía, existe una misma motivación: la búsqueda de evasión de una realidad que, en muchas ocasiones, nos sobrepasa.
La masturbación, en cierto modo, es una forma de desconectar. Y además, ¿cómo negarlo?, produce placer. Volverse adicto a la masturbación implica necesitar, cada vez en mayor cantidad, una dosis de esas hormonas que se producen en el cerebro cuando experimentamos placer sexual. Al masturbarnos, y gracias a la liberación de esos químicos, reducimos nuestro nivel de ansiedad. Cuando una persona única y exclusivamente la reducción de esos niveles de ansiedad a la práctica de la masturbación se está asomando (si es que no ha caído ya) al abismo de la masturbación compulsiva.
Al igual que el drogadicto no puede evitar drogarse y el alcohólico no puede evitar el beber, el masturbador compulsivo no tiene poder para eludir lo que para él se ha convertido en una necesidad. Así, más pronto que tarde, vuelve a caer en la tentación de masturbarse. El masturbarse, de hecho, es para él más un alivio que una búsqueda del placer.
El masturbador compulsivo es una persona hipersexual que, en caso de no poder satisfacer su necesidad masturbatoria, padece un síndrome de abstinencia en el que el nerviosismo se mezcla con la irritabilidad, la ansiedad y, en los casos más extremos, con el insomnio, los temblores o los dolores de cabeza. Al mismo tiempo, quien ha caído en las redes de la masturbación compulsiva experimenta en muchas ocasiones sentimientos de culpa y una marcada y dolorosa disminución de la autoestima. También, por supuesto, y esto es igualmente un rasgo común a todas las adicciones, una mengua de su libertad. El adicto, lo sea al alcohol o a la masturbación, no es libre, no tiene el timón de su vida.
Salir del círculo de la masturbación compulsiva no es fácil. Para hacerlo, es necesario encontrar una motivación. Considerar la masturbación compulsiva como un trastorno podría servir para encontrar esa motivación, pero con demasiada frecuencia tiende a ser tenida, única y exclusivamente, como un vicio. Así, para muchas personas, el masturbador compulsivo, el pajillero sin freno, no es un enfermo, sino un simple vicioso.
Desde aquí, desde el mismo espacio desde el que hemos alentado a nuestros lectores en más de una ocasión a gozar de los placeres de la masturbación, advertimos también del riesgo de caer en la masturbación compulsiva. La masturbación debe ser siempre un placer, nunca un alivio. Convertirla en un alivio es el primer paso hacia hacer de ella un problema.