Obsesión sexual y tamaño del cerebro
“Del poco dormir y del mucho leer se le secó el cerebro, de manera que vino a perder el juicio”. Con estas palabras describía Miguel de Cervantes la consecuencia final que para don Alonso Quijana tuvo su obsesión por la lectura de libros de caballería. Enfebrecido de ensueños, el viejo hidalgo acabo creyéndose caballero andante y salió a los campos de la Mancha convertido en el inmortal Quijote cuyas andanzas se convirtieron en materia narrativa sobre la que creció, como árbol frondoso, una de las obras cumbres de la Literatura. Del Quijote podemos extraer muchas enseñanzas, pero quizás una de la más importante de ellas es la de reconocer en toda obsesión un enemigo a batir pues toda obsesión, tarde o temprano, acaba teniendo un efecto pernicioso y directo sobre nuestro cerebro.
Esta conclusión, que podría considerarse una simple hipótesis apuntada por escritores, periodistas, blogueros y demás especímenes especializados en contar historias, comunicar noticias y esbozar teorías más o menos llamativas con la que llamar la atención de hipotéticos lectores, ha sido corroborada por el Centro de Psicología del Ciclo Vital de Berlín en referencia a una práctica que, de puro golosa, puede llegar a convertirse en obsesión: el visionado de imágenes porno.
El consumo de porno se ha convertido en algo habitual en una sociedad en la que internet nos lo ofrece de manera barata y accesible y en la que el consumo del mismo se realiza de una manera anónima. Cada cual, desde un rincón de su casa, puede acceder a la contemplación de imágenes pornográficas que le muestran todo tipo de prácticas sexuales. Así, son muchas las personas (y con la más variada orientación o gusto sexual) que cada día consumen porno. De entre éstas, bastantes pueden llegar a hacerlo de manera compulsiva. ¿Qué efectos tiene el consumo compulsivo de porno sobre el cerebro de esas personas?
Para dar respuesta a esta pregunta el Centro de Psicología del Ciclo Vital de Berlín ha realizado un estudio entre 64 hombres. Éstos cubrían todo el espectro de tipos de consumidores de porno. Aquí se incluían a los que dedicaban poco tiempo a su contemplación y a los que habían convertido dicha contemplación en parte imprescindible de su vida, los que lo hacían en la intimidad del hogar y los que incluso no podían resistirse a la tentación de conectar con las webs de sexo en streaming desde los ordenadores de sus puestos de trabajos.
Para conocer de qué manera les afectaba el visionado de películas X a todos estos tipos de consumidores más o menos habituales de cine porno se realizó a todos ellos una serie de escáneres cerebrales. Los resultados de estos escáneres fueron claros: la visión de porno parece afectar directa y negativamente al volumen de materia gris que se encuentra en el llamado núcleo caudado, uno de los componentes de los ganglios basales. Éstos son, junto a otras partes del cerebro, los responsables de los mecanismos del aprendizaje y la memoria. La visión de imágenes porno, además, hace también que se reduzca el núcleo estriado, que es la vía de entrada principal de la información hacia los citados ganglios basales.
La obsesión por el porno, una drogadicción
En definitiva: que la visión compulsiva de porno merma nuestra memoria y nuestra capacidad de aprendizaje. Nos vuelve más tontos. Nos alela y deja a merced de nuestra adicción. Nos convierte en Quijotes que, en lugar de soñar con labriegas convertidas en hermosas damas y molinos de viento transformados en gigantes, lo hacen con escenas inacabables de felaciones, cunnilingus, griegos, gargantas profundas, pajas cubanas y todo tipo de prácticas sexuales que monopolizan el pensamiento y lo hacen girar una y otra vez sobre el eje lujurioso y húmedo de la coyunda, el coito, la cópula y todo lo que tenga que ver con el gozo sexual y sus modos de disfrutarlo. En cierto modo, es como si la respuesta neuronal de quien es adicto al porno fuera similar a la del drogadicto. Así como el drogadicto sólo puede pensar en la próxima papelina o en la próxima raya, el obseso del porno sólo puede pensar en esa próxima vez en que, plantado ante el ordenador, pueda asistir al despliegue de todo tipo de posturas eróticas o prácticas sexuales que, contempladas, le dejarán absolutamente insatisfecho y a la busca de otra dosis que sí satisfaga las necesidades psicológicas que activaron los resortes de esa búsqueda frustrada.
Esto, al menos, es lo que puede desprenderse de una investigación realizada por la Universidad de Cambridge. Los resultados de dicha investigación apuntan a la similitud entre las reacciones cerebrales del adicto al porno y las de la persona que está enganchada a las drogas.
Una última consecuencia negativa de la obsesión por el porno es la que hace referencia a la relación de la visión de imágenes X con la respuesta física a la excitación sexual por parte del hombre. El 50% de los participantes en el mencionado estudio de la Universidad de Cambridge, consumidores habituales de cine porno, reconocieron tener algún tipo de problema de erección al mantener relaciones sexuales con su pareja.