Sexo lento versus sexo rápido
Quien más quien menos conoce la buena fama que han adquirido las prácticas tántricas y las diferentes tradiciones orientales a la hora de encarar las relaciones sexuales. Vocablos como retro-eyaculación, control del orgasmo o ejercicios Kegel se han introducido en el vocabulario de los amantes y de todos aquellos que, de un modo u otro, incluyen la sexualidad y las prácticas sexuales entre sus temas de conversación habituales. Todos sabemos ya de la importancia de los preliminares y de los juegos eróticos estimulatorios que van preparando el cuerpo para que disfrute más y mejor del encuentro sexual y que van llevando a ese cuerpo más o menos de manera ritual y progresiva hasta el orgasmo o punto culminante del encuentro sexual. Esto ha hecho que, en cierto modo, hayamos despreciado con demasiada facilidad y ligereza la valía del polvo rápido.
Para devolver al polvo rápido el prestigio que nunca debería haber perdido basta con hacer un breve examen de conciencia. La memoria, en muchas ocasiones, puede servirnos de gran ayuda a la hora de otorgar a una práctica sexual determinada su valía real. Seguramente todos recordaremos algún fin de semana en algún hotel del que apenas hemos salido por habernos entregado al placer de practicar sexo lento y ritual con nuestra pareja. Pero ¿hemos olvidado aquellos polvos rápidos que, frutos de la excitación del momento y de la falta de intimidad del lugar en que tuvieron lugar, debieron desarrollarse de una manera tan atropellada y fugaz como inolvidable?
El polvo lento y reposado de la habitación de hotel está muy bien, sí; ¿pero acaso no lo está también aquel polvo rápido de domingo a última hora de la tarde cuando, antes de que nuestra pareja volviera a su casa, nos entregábamos, en el asiento trasero del coche, apenas a cien metros de la puerta de su casa, a un revolcón tan agitado como excitantemente morboso? ¿Y el polvo que dimos una vez en aquel lavabo público, en el centro comercial, al salir de ver aquella película durante la que no habíamos dejado de acariciarnos? ¿Y el del probador de El Corte Inglés? Todos esos polvos fugaces y apresurados perduran en nuestra memoria y lo hacen como chispazos inigualables de un deseo que no podía contenerse y que buscaba una satisfacción urgente e inaplazable.
Sin duda, es la satisfacción imperiosamente inaplazable del deseo lo que justifica y, al mismo tiempo, da valor al polvo rápido. Realizar una comparativa con el hecho de comer podría resultarnos muy útil para ilustrar sobre la esencia del polvo rápido y para valorarlo como se merece. Y es que el hambre puede saciarse de muchas maneras, con una excelente comida de boda con entrante, dos platos, postre, café y copa o con una hamburguesa con patatas fritas comida en diez minutos en un restaurante de fast food. Una y otra forma de comer pueden gozarse dependiendo del momento escogido para disfrutarla.
Los efectos benéficos del polvo rápido
El practicar sexo, además, siempre implica algo que, hormonalmente, resulta muy beneficioso para la psicología y la fisiología humana: la liberación de serotonina y dopamina. Estas dos hormonas, conocidas como las “hormonas de la felicidad”, se segregan de manera muy activa mientras se practica sexo. El modo como se haga (si es lento o es fugaz) influye muy poco en esa segregación de hormonas que nos hace sentir físicamente muy bien y que ayuda, sobre todo, a mejorar nuestro estado de ánimo y nuestro equilibrio psicológico.
El polvo rápido, además, posee otra cualidad que no puede, nunca, ser desechada, sobre todo cuando quien lo practica son parejas cuya relación viene ya de lejos. La vida sexual de todas las parejas están expuestas a la aparición de un fantasma que acostumbra a hacer estragos en ella: la rutina. La rutina es la gran carcoma de la vida sexual y por eso cualquier innovación es siempre bienvenida como oxigenadora y revificadora. En este sentido, el sexo fugaz, el polvo rápido, el revolcón intempestivo e imprevisto es fundamental para añadir esas dosis de innovación que una relación sexual estable podía necesitar para despojarse de las telarañas de la rutina. Recuperar la vida sexual es, pues, uno de los grandes efectos beneficiosos del polvo rápido.
La necesidad de que el polvo rápido, para poder ser realizado, deba despojarse de ritualismos y prolegómenos rema a favor de algo que, en el sexo, es fundamental: el desprenderse de inhibiciones y vergüenzas. En el polvo rápido (y mucho más que en cualquier otro tipo de polvo más lento y calmado, más ritual y cerebral) aflora lo más innato que hay en nosotros, lo más natural, lo que más nos acerca a nuestra esencia fundamentalmente animal. El deseo desbocado, el que no admite mediatizaciones culturales o lógicas o mentales, es, en el polvo rápido, el deseo del animal puro que busca desahogarse cuanto antes.
Finalmente, el polvo, por rápido que sea, siempre tiene un efecto que actúa directamente sobre nuestra psicología y nuestra autoestima. Una persona que practica sexo a menudo es una persona que se siente bien consigo misma, sexy y, por supuesto, con un nivel de autoestima adecuado para vencer cualquier tentación depresiva. Ese polvo rápido que tan poco espacio ha ocupado en el tiempo deja tras de sí una huella alargada que, sin duda, nos mejora la vida. Por eso debes hacernos caso y no renunciar al polvo rápido y atropellado por mucho que te hayas imbuido de espiritualidad hindú y te hayas empapado de manuales tántricos. Goza del sexo fugaz siempre que puedas. Cuando pasen los años, ese polvo rápido que diste de cualquier manera en el sitio más insospechado permanecerá en tu memoria como una de tus mejores experiencias sexuales. Tenlo por seguro.