Compras aburridas

Seguro que te ha pasado más de una vez, y sobre todo ahora, en tiempos de rebajas, cuando hay tanta ropa que probarse y tantas dudas a la hora de elegir lo que nos queda bien y lo que no tanto. Te metes en el probador, con todas las piezas de ropa que tienes que probarte, y no sabes cuándo vas a salir. O se mete tu chica y eres tú el que estás fuera, paseando entre mostradores, a punto de bostezar, maldiciendo las compras y las rebajas y la reputa que las parió.

¿Te has planteado alguna vez que hay una muy buena manera de aprovechar ese tiempo? Se necesitan muy pocas cosas: unas piezas de ropa que probarse para justificar el tiempo que se va a estar dentro del probador (dos o tres camisetas, algún jersey y varios pantalones), un vestidor con seguro en la puerta y, por supuesto, la voluntad de pasar un tiempo de placer y morbo olvidándose de los saldos y del porcentaje que está rebajado el precio de esa blusa tan mona.

Conseguido eso, basta con que tú, chica, entres en el probador. Cuelga todas las piezas de ropa que vas a probarte en las perchas y asegúrate de que no hay nadie demasiado cerca de ese probador. Cuando sea así, usa tu voz más dulce y tentadora para llamar a tu chico. Tu voz misma debe ser una tentación en sí. Con una voz semejante a esa, seguramente, Eva ofreció la manzana a Adán. Tú vas a ofrecerle un placer semejante. Algo refrescante para aliviar la fatiga de las compras. Le puedes decir algo parecido a “cariño, ¿quieres mirar un momento si me queda bien esto?; no estoy segura de que estos pantalones me queden del todo bien”.

Sexo oral semipúblico

Cuando él entre en el probador, tú ya debes estar casi desnuda, sólo vestida con sujetador y bragas, provocadora y sexy, lujuriosa y tentadora. Tal y como él entre en el probador, no pierdas ni un segundo. Cierra la puerta, desabrocha su cinturón y los botones de su pantalón, tira de ellos hacia abajo, baja sus calzoncillos y sin darle tiempo a reaccionar métete su polla en la boca. Si no está dura y tiesa no te preocupes. Tardará muy poco en estarlo. Tu lengua y tus labios harán, en ese aspecto, una tarea fenomenal.

Emplea tu lengua para lamer sus testículos. Chupa su cipote de abajo hacia arriba, lentamente. Juguetea con la lengua en su prepucio. Úsala como si fueras una serpiente, moviéndola hacia adelante y hacia atrás sobre su capullo. Ya sabes que el glande es una de las zonas más sensibles. Frótalo bien frotado con tu lengua.

Métete ahora su polla en la boca y trágatela entera. Que te toque la campanilla si es preciso. Que llegue lo más adentro posible de tu boca. Muévela arriba y abajo intercambiando diferentes ritmos. Hazlo rápida o lentamente según notes su grado de excitación. Si intercalas los ritmos será más fácil que consigas un orgasmo más potente y, al mismo tiempo, conseguirás retrasar la eyaculación. Si ves que ésta se aproxima, presiona justo debajo de su glande o en la base de su cipote con dos de tus dedos. Esto ayudará, momentáneamente, a retardar la eyaculación.

Y, pasado ese punto de excitación, vuelve a chupar la polla que él te ofrece como sabes. Deja esa polla limpia como una patena. Pocas cosas hay más excitantes que una buena mamada en un lugar casi público. El riesgo a ser pillados infraganti, con la polla metida en la boca, le añade un grado de pimienta al sexo que lo vuelve (aún) más explosivo.

Tragar o no tragar

Cuando llegue la eyaculación, piensa en la pulcritud. No estaría bien manchar el sitio en el que estáis ni dejarlo pringado con la huella espesa y ardiente de su leche. Quizás lo mejor sea tragar. Tragar el semen eyaculado por tu pareja es la mejor manera de evitar dejar huellas. Sin embargo, hay personas que no pueden soportar el sabor del semen dentro de la boca. Puede que tú seas de ese tipo de personas. Si lo eres, sigue nuestro consejo: lo mejor que puedes hacer es retener el semen el menor tiempo posible en la boca. Para ello, nada mejor que tragarlo tal y como sale de la polla de tu chico. Ingiriéndolo directamente, el semen no tiene porqué dejar regusto en tu boca.

Una vez que lo hayas tragado, límpiate los labios (quizás quede en ellos alguna gota de lefa), y sonríe ante la cara de placer que seguramente tiene tu chico. Tú, seguramente, también la tienes. Después de todo, tú también has disfrutado de esa mamada de lo lindo. El sexo oral, recuerda, es siempre un placer tanto para el sujeto pasivo como para el activo. ¿Por qué crees que tu chico insiste tanto en comerte el coño? Porque el cunnilingus es también, para él, un gran placer. Lo es para ti, seguro, cuando sientes cómo te vas deshaciendo poco a poco en su boca. Pero también lo es para él, que siente cómo te derrites y te vuelves líquido que le empapa los labios y la barbilla.

Echad un último vistazo al probador antes de salir de él. Que quede todo limpio. Que quede todo en orden. Seguramente, lo habréis pasado en ese reducido espacio al menos tan bien como en una habitación de hotel durante vuestras últimas vacaciones. Hasta puede suceder que tu chico haya querido más y te haya dado la vuelta, te haya inclinado sobre el taburete, haya hecho que te apoyes en él con las manos y, bajándote las bragas, te la haya metido desde atrás. Sí, puede que haya sucedido eso. Los probadores, en ocasiones, dan esas sorpresas. Son lugares idóneos para el sexo fugaz.