Vulvodinia o “vagina deprimida”
En esta sección ya dedicamos en su momento un artículo a las disfunciones sexuales. Hablamos allí de la anorgasmia, de la dispareunia, de la eyaculación precoz y la retardada, de la frigidez y la impotencia, y hablamos, también, del vaginismo, quizás la más importante de entre las disfunciones sexuales femeninas. Definíamos en dicho artículo el vaginismo como un espasmo muscular de los músculos vaginales de carácter involuntario. Dicho espasmo muscular de los músculos vaginales o bien imposibilita por completo la penetración o bien la dificulta en extremo convirtiendo el acto sexual en algo doloroso.
En esta ocasión vamos a centrar nuestra mirada en la vulvodinia, un trastorno que afecta a un porcentaje de mujeres que oscila entre el 10 y el 15% y que es el causante directo, en muchos casos, del vaginismo.
La vulvodinia o “vagina deprimida” es también la responsable directa de la dispareunia o coito doloroso y un factor desencadenante de situaciones de angustia, ansiedad, depresión, disfunción orgásmica y disminución de la libido, situaciones que, a la corta o a la larga, acaban provocando problemas de autoestima en aquella mujer que la padece y acaban minando la vida de pareja.
Los síntomas de la vulvodinia pueden ser varios. Los picores o la quemazón durante las relaciones íntimas son los más habituales. También la sensación de dolor. Algunas enfermas hablan de un adormecimiento de la zona o, en ocasiones, de sentirla en carne viva. En otros casos, las mujeres que sufren de vagina deprimida hablan de tener la sensación de estar sentadas sobre una pequeña pelota.
Entre las causas que provocan la vulvodinia podemos encontrar los cambios en los estrógenos, el aumento de los cristales de oxalato en la orina, algunas anormalidades embriológicas o alteraciones en la musculatura del suelo pélvico. Los sexólogos también apuntan factores inmunológicos e incluso psicosociales en la aparición y desarrollo de la vulvodinia. Los cambios hormonales son, en muchos casos, los responsables directos de la vagina deprimida. También se apuntan entre los factores causantes de la misma una reacción de las células de la vulva a una infección, una inflamación o a algún tipo de alergia. Un factor que, sin embargo, ha sido descartado es el de las enfermedades de transmisión sexual. La vulvodinia no es una ETS y tampoco una reacción a una ETS.
Tipos de vulvodinia
Existen diversos tipos de vulvodinia. Cada una de ellas es debida a una causa distinta y puede requerir un tratamiento específico y diferenciado. Los tipos de vulvodinia son los siguientes:
- Vestibulitis vulvar. El vestíbulo vulvar es aquella parte de la vulva que está ubicada entre los labios menores. La vestibulitis vulvar tiene dos características principales: el dolor intenso y el eritema que se produce en la zona. La intensidad del dolor puede llegar a impedir la penetración.
- Vulvodinia esencial o disestésica. Este tipo de vulvodinia suele darse en mujeres postmenopáusicas. Las mujeres que lo padecen hablan de un dolor crónico.
- Vulvodinia cíclica por candidiasis recurrente. En estos casos, el dolor producido por la vulvodinia es un dolor cíclico que se hace más intensa en la fase lútea de la menstruación, es decir, en el período que va desde justo después de la ovulación y hasta el día antes de que empiece el siguiente período menstrual. La vulvodinia cíclica por candidiasis recurrente puede provocar también molestias durante los días siguientes al coito. Este tipo de vulvodinia se trata con antimicóticos.
- Papilomatosis vulvar. Este tipo de vulvodinia es relativamente fácil de diagnosticar. Basta contemplar la presencia de múltiples papilas simétricas cubriendo la parte interna de los labios menores para identificarla.
- Vaginosis citolítica. Los síntomas de este tipo de vulvodinia son muy semejantes a los de la vulvodinia cíclica. También en este caso la mujer padece ardores, prurito y dispareunia que se hacen más intensos en la fase lútea de la menstruación. Este tipo de vulvodinia se produce por un crecimiento desmesurado de los lactobacilos en la flora vaginal y puede ser generalizada (es decir: extendida entre en monte de Venus y el ano) o localizada. Este tipo de vulvodinia recibe el nombre de clitorodinia cuando está localizada en el clítoris.
- Lactobacilosis. En estos casos, tanto el picor como el ardor premenstrual puede ser debida a un tratamiento reciente con antimicóticos.
Identificado el tipo de vulvodinia padecido por la mujer, hay que buscar un tratamiento efectivo para tratarla teniendo siempre en cuenta que no existe un remedio mágico contra la vulvodinia. Entre las recomendaciones dadas por los especialistas para tratar la vulvodinia figuran las siguientes:
- Llevar una correcta higiene vulvar que no sea ni excesiva ni irritante.
- Seguir técnicas de relajación para reducir el estrés.
- Utilizar lubricantes adecuados.
- Realizar ejercicios para fortalecer el suelo pélvico.
Entre los tratamientos farmacológicos empleados para luchar contra la vulvodinia encontramos el uso de anestésicos locales, estrógenos y de inyecciones de toxina butolínica, gabapentina o esteroides.
En muchos casos, además, las mujeres que padecen vulvodinia requieren ayuda psicológica que les ayude a superar las situaciones de ansiedad, miedo o depresión que acostumbran a ir asociadas a la vulvodinia. El uso de antidepresivos, anticonvulsivantes y de capsaicina son bastante habituales en los tratamientos contra la vulvodinia.
Algunos expertos, además, añaden a las anteriores recomendaciones una muy especial: la de practicar sexo. Parece contradictorio, pero los argumentos que exponen estos expertos parecen de peso: las relaciones sexuales aumentan los niveles de colágeno y el flujo sanguíneo, fenómenos ambos que ayudan a disminuir el dolor. En cierto modo, estos sexólogos y especialistas en la sexualidad femenina inciden en lo que ya apuntábamos en nuestro artículo “Curando el vaginismo mediante la masturbación”. En aquel caso recogíamos cómo la masturbación podía tener un insustituible carácter terapéutico. En el caso de la vulvodinia queremos darte un consejo que, creemos, deberías seguir a pie juntillas. Ese consejo es el siguiente: si crees que padeces vulvodinia, acude a tu ginecólogo para que realice el diagnóstico correspondiente y te recete el tratamiento más adecuado. La vulvodinia no tiene por qué ser para ti un problema crónico ni tiene por qué acompañarte de por vida. Liberarte de la vulvodinia te permitirá gozar de una vida sexual plenamente satisfactoria.