Intercambio de parejas

Los swingers de nuestro país están de enhorabuena. Lo que al principio fue algo así como una rareza traída de países más avanzados en cuanto a tolerancia sexual se refiere se ha convertido en algo menos raro y más habitual de lo que en un principio podría parecer a todos aquellos que tienen una visión excesivamente estricta y tal vez anticuada de la sexualidad.

Si atendemos a lo que se contesta en encuestas sobre el tema y a las conversaciones de café, cada día son más las parejas que participan en prácticas sexuales de intercambio de pareja o, al menos, son más las parejas o miembros de ella que reconocen excitarse o haber fantaseado alguna vez sobre la posibilidad de ampliar su práctica erótica algo más allá de los límites estrictos de la propia pareja.

Quizás en esta última razón haya que encontrar el motivo por el que el número de clubs swingers haya aumentado de manera tan importante en los últimos años y el número de clientes habituales de los mismos se haya incrementado de un modo muy significativo. Nombres como Training Pedralbes, Rainbow, 6&9, Oops Barcelona o Le Glamour son tan conocidos en los ambientes liberales de Barcelona como los de Pub Triángulo, Talismán, Sala Trivial, Satén o Momentos lo son conocidos en Madrid.

Pero, ¿qué es exactamente un club swinger? ¿Es un lugar absolutamente privado al que sólo se puede entrar con invitación? ¿Pueden entrar hombres o mujeres solos? Las parejas que entran, ¿entran única y exclusivamente para follar con otras parejas?

Existen muchos mitos sobre la condición y funcionamiento de estos clubs. Lo mejor para todos (y para los mismos clubs) es desmitificar lo que son y cómo funcionan.

Las normas básicas

En primer lugar, hay que señalar que no todos los clubs son privados, aunque algunos exigen un breve trámite para hacerse socio o una primera invitación al club por parte de alguien que ya lo sea. La privacidad o no privacidad del club no influye, no obstante, en lo que son dos de las características fundamentales de todo club swinger que se precie: su discreta apariencia exterior y la existencia de unas normas de etiqueta muy estrictas.

La discreción, el respeto hacia el otro, la higiene y la aceptación inmediata del rechazo (no es no) son normas de escrupuloso cumplimiento. Y eso es exigible tanto a las parejas que acuden en busca de relaciones sexuales como a las que se conforman con tomar allí una copa, charlar con otras parejas y fantasear con la posibilidad de acabar con ellas en la cama.

El morbo, indudablemente, es el rey del club swinger. La fantasía sexual del intercambio basta para que ese morbo imponga su ley por todos los rincones del local. En éste puede haber zonas destinadas únicamente a tomar una copa y charlar. Estas zonas de bar suelen ser las que dan entrada al local. Es la más iluminada y sirve para ver y ser visto, para exhibirse y ojear. También, lógicamente, para establecer el primer contacto. En el club swinger no se entra y se folla sin más. En el erotismo y el sexo tiene que jugar un papel el ritual de acercamiento y, en cierto modo, conquista. Las afinidades culturales y físicas entre las parejas o algunos de sus miembros harán que se pueda ir más allá del fantaseo.

Eso sí: entre los mandamientos del universo swinger existe una ley no escrita que tiene que ser absolutamente respetada por todos los que cruzan las puertas de sus clubs. Esa ley no escrita dice que no se pueden romper matrimonios ni parejas estables. Por eso no hay que invadir zonas emocionales que pertenecen única y exclusivamente a la pareja. La intimidad no debería ir más allá de lo meramente físico. En cierto modo, el swinger auténtico parece decir: “Puedes follarte a mi mujer, pero no intentes convertirte en confidente de sus problemas personales ni trates de constituirte en su apoyo moral. De ti queremos tu polla, no tu comprensión. A tu mujer, por mi parte, no le voy a dar soporte anímico alguno. Sólo voy a metérsela por donde ella me pida y consienta. ¿Que es la boca? Pues por la boca. ¿El coño? Pues por ahí se la meteré. Aunque, no voy a engañarte, sería una inmensa suerte que al final tu mujer se decantara porque se la metiera por el culo. Hace tiempo que no practico el sexo anal y, la verdad, tengo ganas. Mira cómo se me pone sólo de pensarlo”.

Otra de las normas estrictas de los clubs swingers es, lógicamente, el sexo seguro. No están los tiempos como para jugar a la ruleta rusa con el VIH ni con cualquier otro tipo de enfermedad de transmisión sexual. Al club swinger hay que ir con el condón en el bolsillo y perfectamente sobrio. El ir bebido supone el no poder cruzar la puerta de entrada al local. Tampoco se puede acudir acompañado de profesionales del sexo. No vale contratar una prostituta para intercambiar con otras parejas o para participar en alguna escena en grupo. Para el swinger o la swinger auténticos, los que hacen del “préstamo” de su pareja una filosofía de vida y defienden esa exploración de sentimientos sexuales puros que se da en el intercambio de parejas o en el sexo en grupo, el hecho de acudir con la compañía de una prostituta es algo así como una estafa. Por mucho de la prostituta sea una prostituta de lujo y se pueda salir ganando estéticamente en el intercambio. La filosofía del swinger quedaría vulnerada si se aceptara dicho intercambio.

Rincones para todo y para todos

Los clubs swingers más selectos suelen tener zona de jacuzzi, piscina, sauna y, lógicamente, zonas de camas en las que las parejas que lo deseen puedan dar rienda suelta a su imaginación y a su pasión. Éstas, lógicamente, son las zonas más privadas y menos visibles del local. A ellas se llega tras haber pasado progresivamente por otras en las que se puede bailar o mantener una intimidad mayor que la del bar.

Si acudes solo o sola (los clubs suelen permitirlo en determinados horarios) no podrás entrar en esas zonas más reservadas a menos que una pareja te haya invitado a pasar. No son pocas las parejas que reclaman la presencia de un tercer para organizar un trío erótico. Dos hombres y una mujer o dos mujeres y un hombre son buenas combinaciones para pasarlo bien sexualmente. Si la persona que se busca es bisexual, las posibilidades de placer para la pareja que ha reclamado la “ayuda” de esa tercera persona se multiplican espectacularmente. El mismo hombre puede penetrar al marido y a la mujer. O ser penetrado por el marido mientras él penetra a la mujer. O penetrar a la mujer mientras ella le hace una felación al marido. O servirse de juguetes eróticos para aumentar aún más las posibilidades de placer. ¿Cómo podría actuar la mujer colocándose un cinturón con dildo incorporado? Indudablemente, y vistas las combinaciones posibles que pueden realizarse sólo entre tres personas, no es de extrañar que el tantas veces mitificado menage à trois siga teniendo la buena prensa que tiene.

Pero, como hemos dicho, el club swinger abre múltiples posibilidades de placer a su clientela. En ellos seguramente encontrará satisfacción tarde o temprano la pareja que guste del sexo oral y no busque intercambiar con otras parejas o individuos otra cosa que una buena felación o un buen cunnilingus. En los clubs swingers, sin duda, también encontrarán satisfacción las parejas que busquen a otras personas que, como ellas, enloquezcan con la masturbación mutua. Y las que busquen directamente follar con otras parejas o ver cómo terceras personas follan con su mujer o su marido. O las que, simplemente, van a alimentar sus fantasías y a inyectarse en las venas y en la imaginación una buena dosis de morbo. Será esa dosis de morbo, seguramente, la que permitirá que luego, en casa, la pareja recupere aquella pasión y aquellas ganas de follar que tenían cuando se conocieron.