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Los pedos vaginales

Las vaginas hablan. Y lo hacen en forma de pedos. ¿Has escuchado alguna vez un pedo vaginal? En este artículo de EroticaFactory te explicamos las causas de este fenómeno natural al que no se debe dar importancia alguna.

El sexo tras la menopausia

La llegada de la menopausia no implica necesariamente el final de la vida sexual. La menopausia implica unos cambios hormonales y esos cambios pueden hacer que se pierda el deseo sexual. En este artículo de EroticaFactory te damos una serie de consejos básicos para que puedas combinar sexo y menopausia.

Tamaño de la vagina y placer sexual

¿De qué hablamos cuando hablamos de bloqueo sexual? ¿A qué nos estamos refiriendo? A un problema fundamentalmente psicológico. A algo cuya esencia, más que física, es mental. Y es que el poseer pensamientos negativos respecto a la sexualidad nos impide vivirla de una manera satisfactoria y natural. En ocasiones, la carga de esos pensamientos negativos respecto al sexo conducen a la persona a experimentar lo que se conoce como bloqueo sexual. En este artículo te damos una serie de consejos básicos para superarlo.

El arte de alternar penetraciones

Más allá de a la tesitura de escoger una determinada postura erótica para disfrutar de la relación sexual (algo que, lógicamente, debe escogerse en pareja y de manera consensuada), el amante debe enfrentarse a la de escoger una determinada forma de penetración. En este artículo de EroticaFactory queremos recomendarte una forma de penetración alabada durante siglos por los seguidores del sexo tántrico: la de alternar las penetraciones.

Dos parejas muy bien avenidas (5ª Parte)

El mundo vegetal también nos proporcionó grandes posibilidades de experimentación. Los calabacines se convirtieron en nuestros amigos; los pepinos supieron de la creciente humedad de nuestras almejas. Nos follamos la una a la otra sirviéndonos de los más sofisticados arneses que encontrábamos en el mercado. Yo me ponía a cuatro patas y Susana, desde atrás, me follaba como lo hubiera hecho el mejor de los machos; la mayor parte vaginalmente, en ocasiones por el culo.

Dos parejas muy bien avenidas (4ª Parte)

Me desnudé y me metí bajo el chorro de agua templada. No tardé en llevar la alcachofa a mi entrepierna. Me gustaba sentir cómo el agua masajeaba mi almeja mientras mis manos se encargaban de acariciar mis tetas. No sé cuándo se abrió la puerta del cuarto de baño pero sí escuché cómo la mampara de la ducha se abría. No me asusté. Sabía quién era.

Dos parejas muy bien avenidas (3ª Parte)

Yo, cuando me masturbo, casi siempre pienso en que me están comiendo el coño. Me gusta imaginar que una lengua lo recorre de abajo arriba, desde el culo hasta el clítoris. Me pone mogollón el imaginar que es la punta de una lengua, y no mis dedos, quien acaricia mi clítoris. Y me pone mucho más el pensar cómo esa boca que imaginariamente me está llevando hasta el séptimo cielo se está llenando con los jugos que manan de mi almeja.

La confesión de la maestra (VII)

Clavé entonces mis dedos en las nalgas de R y, empujando con todas mis fuerzas con la pelvis, hice que su polla chocara contra lo más hondo de mi coño. Ese golpe hizo que me estremeciera entera y, de nuevo, sentí esa oleada de fuego que antecede al placer recorriéndome de la cabeza a los pies.

La confesión de la maestra (VI)

Lo que había sido inicial timidez se había transformado en una especie de torbellino que parecía querer sorberme hasta las entrañas. Notaba cómo la pasión se había desatado en él por la fuerza con la que se aferraba a mis muslos. Yo lo cogí por el pelo y lo obligué a no separa ni un momento su lengua de mi coño. Éste palpitaba como un corazón desbocado.

La confesión de la maestra (IV)

Yo, para gozar del sexo, necesito que una polla me ocupe la boca, el culo o la vagina. No soy exigente en cuanto al tamaño de esa polla pero sí en cuanto a su presencia y dureza. El sexo para mí es eso: una polla que se mete en mi boca, una polla que entra y sale de mi coño, una polla que se derrama dentro de mi culo, una polla que se corre sobre mis pechos o mi rostro.

La confesión de la maestra (III)

Habíamos llegado a ser, en cierto modo, los amantes perfectos. Nos intuíamos. Sabíamos lo que el otro necesitaba en cada momento: tomábamos y cedíamos el control de la situación sin necesidad de pronunciar una sola palabra, las pieles parecían hablar el mismo idioma, los cuerpos parecían conocerse a la perfección. Así, tan pronto era él quien tomaba la iniciativa de ponerme a cuatro patas para lamerme el coño mientras metía uno de sus dedos en mi culo como era yo quien lo obligaba a tumbarse boca arriba para mordisquearle los cojones…