Postura “El ángulo recto”
¿Has llegado a casa con ganas de sexo y energías suficientes como para arriesgar un poquito en la postura erótica e ir un poquitín más allá del misionero pero sin llegar a la exigencia física que te reclaman “la torta volteada” o “el espectador privilegiado”, dos de las posturas que ya hemos visto? ¿Tiene también tu pareja ganas de experimentar y de sentir cómo estás dentro de ella, haciéndola gozar mientras te entregas, tú también, a un tiempo de placer intenso y desbocado? Dile entonces que se acueste de espaldas, con los brazos colocados paralelamente a su cuerpo y con las piernas dobladas y entreabiertas. Puede parecer que está preparándose para otra sesión rutinaria de misionero, pero nada más lejos de la realidad. Cuando estés listo para entrar en ella (¿ya lo estás, verdad?, tu erección no ha tardado en llegar; de hecho, casi habías entrado en casa con la polla tiesa, dispuesto a olvidarte de todo lo que no fuera vosotros dos, entregados al gozo de sentir vuestros cuerpos y vuestro deseo inundándolo todo), colócate entre sus rodillas y alza sus caderas para que su pelvis se ofrezca al empuje de tu pene. Ella, para ayudarte, para que tus brazos no tengan que realizar un esfuerzo excesivo y tú puedas guardar tus fuerzas para satisfacerla y satisfacerte como es debido, elevará sus caderas usando sus manos para soportar su espalda levantada. Para que la estampa que entre los dos componéis sea definitivamente erótica, debéis procurar que sus hombros estén en el filo del lugar en el que estáis follando (queremos imaginar que es la cama y que tú estás arrodillado en ella, aunque bien pudiera ser una superficie más elevada y tú, entonces, estarías de pie). Colocados así, con los hombros de tu chica ubicados en el borde mismo de esa superficie en la que folláis, se puede plasmar esa imagen arrebatadoramente excitante de su cabello suelto, en catarata, caído hacia atrás, al igual que su cabeza.
Sensaciones de la postura para la mujer
Esta postura sexual, aunque puede parecer un poco incómoda para ella por la fuerza que deben realizar sus manos bajo sus caderas, es una garantía de placer para tu chica. En cada vaivén, en cada entrada y salida de tu pene de su vagina, se estará produciendo una pequeña fricción que, poco a poco, irá calentando su clítoris hasta hacerlo vibrar de placer. También esta postura erótica favorecerá otro de los puntos especialmente sensibles del cuerpo de la mujer: el punto G. Un poquito de esfuerzo a cambio de esa doble estimulación merece la pena, ¿no crees?
Por otro lado, esta postura erótica permite a la mujer, una vez penetrada, su propia estimulación. De vez en cuando puede llevar una de sus manos hasta su pecho. Puede acariciarlo. Puede pellizcar sus pezones. Incluso puede, de tanto en tanto, auto-estimularse el clítoris. Combinar esa forma de masturbación con la penetración masculina es, como puedes imaginar, una combinación abocada al éxito. Si a eso le sumas que la mujer, ubicada así, puede compartir con su pareja el control de la profundidad con la fuerza de penetración (empujando con más ímpetu hacia el hombre o echando hacia atrás cuando el empuje del macho se haga demasiado impetuoso y, quizás, violento) podemos decir sin miedo a equivocarnos que ésta del “Ángulo recto” es, sin duda, una postura erótica idónea para garantizar el placer femenino.
Sensaciones de la postura para el hombre
Y a ti, hombre, ¿qué decirte? Puedes concentrarte en gozar de la maravillosa vista que tienes ante ti. Imagínate a tu chica ahí, ante ti, ofrecida y penetrada. ¿No te excita? ¿Sí, verdad? Pues espérate a ver cómo ella misma se toca ante tus ojos, cómo se estimula, cómo se masturba mimando con cuidado y, al mismo tiempo, cachondez, su clítoris inflamado. Cuando la veas así, entregada a su placer mientras goza del que tú le estás dando con tu pene erecto, te será muy difícil contenerte. Correrte será lo más fácil, pero merece la pena hacer un esfuerzo de resistencia para disfrutar durante más tiempo de un polvo así.
¿El tamaño tiene importancia?
La pregunta es rutinaria y siempre acaba saliendo cuando se habla de sexo y se habla de posturas eróticas. ¿Importa el tamaño del pene? Se dice que no, que lo que importa es la técnica, que más vale maña que tamaño. Y seguramente es así. Y es bueno que así sea. Lógicamente, toda afirmación de este tipo hay que matizarla. Quizás lo justo sería decir, el tamaño importa, sí, pero relativamente. Es decir: un micropene (se llama micropene al pene que, en estado de erección, mide menos de 7 cm) difícilmente puede proporcionar placer a una mujer y un pene excesivamente grande o grueso puede causarle más dolor que placer. Dentro de la media, lógicamente, y al mismo nivel de “pericia técnica”, mejor un pene de 17 cm que uno de 14, ¿no? Aunque quizás nos digan que no para, así, aliviar la presión que el hombre puede sentir al enfrentarse al encuentro sexual y para no dañar en exceso la autoestima de más de uno.