Otra manera de vivir el sexo
El fuego es el fuego y las brasas son las brasas, pero ambas cosas sirven para calentarse. ¿Qué queremos decir con eso? Que el sexo no tiene por qué desaparecer con la edad. Es más: se puede mantener una vida sexual activa más allá de la barrera de los 60, los 70 e incluso los 80 años. Los estudios y las encuestas lo demuestran. Un ejemplo: según se recoge en un informe de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (SEMFYC), un 60% de los españoles mayores de 65 años mantiene relaciones sexuales una media de una vez a la semana. Otro: un estudio de la Universidad de Chicago ha demostrado que, entre los 57 y los 85 años, el 68% de los hombres y el 42% de las mujeres habían mantenido relaciones sexuales de una forma más o menos continuada durante los meses anteriores a la realización de la encuesta en que se basaba el estudio.
Sumar años no tiene por qué suponer la obligación de renunciar a los placeres del sexo. Seguramente no podrán mantenerse relaciones sexuales con el apasionamiento y la intensidad de edades más tempranas, pero el sexo podrá ser muy placentero en la Tercera Edad si se ha llegado a ese momento bien pertrechados física y mentalmente.
¿En qué consiste ese entrenamiento para poder mantener sexo en la vejez? El entrenamiento para poder mantener sexo durante la Tercera Edad debe incidir en diversos aspectos y debe realizarse durante los años anteriores a la entrada en ese período vital tan lleno de oportunidades de gozo que no deben despreciarse.
Tareas de mantenimiento
Para llegar sexualmente activos a la vejez hay que realizar, digamos, un cierto mantenimiento. Ese mantenimiento debe empezar por el engrase de todas las conexiones neuronales. El cerebro debe estar activo y vital y para alcanzar ese objetivo no hay nada mejor que estimular continuamente a dicho cerebro. Las aficiones culturales, la lectura habitual o el afán de conocimiento son elementos que nos permiten tener un cerebro despierto y engrasado. El enamoramiento, de hecho, sólo puede ser concebido si existe un cerebro activo. Para tener sexo en la vejez, pues, hay que estar mentalmente despierto.
También hay que sentirse bien físicamente. El estado de salud, pues, influye directamente en la capacidad de tener o no sexo en la Tercera Edad. La hipertensión o la diabetes juegan en contra del desempeño sexual tanto como lo hacen el tabaquismo, el consumo de alcohol, el sedentarismo o el consumo de fármacos. Un deporte adaptado a la edad y, por encima de todo, una alimentación sana y equilibrada permitirán tener un estado de salud que posibilitarán el mantenimiento de relaciones sexuales en la vejez. La práctica deportiva será muy importante en el caso de las mujeres que estén llegando a la menopausia.
Envejecer es, también, hacerse algo más sabios y saber aceptar mejor los pequeños o grandes tabiques que la vida pone en nuestro camino para impedirnos alcanzar nuestros objetivos. La disfunción eréctil será, sin duda, uno de esos tabiques. El gatillazo está ahí, agazapado en un rincón de la habitación, dispuesto a jugarnos una mala pasada. Eso no debe preocupar en exceso. El sexo puede ser muy placentero también cuando no existe penetración. El erotismo y el placer pueden provenir también de prácticas masturbatorias o de la realización de sexo oral. Nunca hay que despreciar el placer proporcionado por una buena sesión de caricias.
Finalmente, para disfrutar del sexo en la vejez hay que derribar una barrera que, estando dentro de la cabeza de cada cual, puede impedir a una persona el disfrutar de una sexualidad vital y satisfactoria al llegar a cierta edad. Esa barrera es la que pueden poner en nuestro cerebro los prejuicios culturales. Si el cuerpo pide gozar, ¿por qué imponer a ese deseo un tabú cultural? Desembarazarse de ese tabú es imprescindible para poder practicar sexo en la vejez. Además: hay que fijarse en los factores positivos que pueden convertir la Tercera Edad en una etapa vital idónea para disfrutar de los placeres del sexo. Uno de esos factores es el tiempo libre. La falta de obligaciones laborales que acarrea la jubilación facilita la aparición de una disponibilidad horaria que puede resultar muy fructífera. ¿Qué mejor manera de llenar las horas muertas que dedicarlas a la práctica del sexo?