El peligro del exceso, también en el sexo

“Se nos rompió el amor de tanto usarlo”. Esta frase, que pertenece a una canción de la famosa cantante española Rocío Jurado, encierra una verdad más grande de la que en apariencia podríamos imaginar. Abrazarse sin medida o devorarse como fieras (expresiones extraídas de la canción) no impidieron que aquel amor apasionado y hermoso se les quedara en las manos un buen día, roto y extenuado. Es más: seguramente fue aquella misma pasión desmedida y lujuriosa la que hizo que el amor acabara muriendo de puro empacho. Así, al menos, parece deducirse de las teorías que más de un psicólogo ha realizado sobre la conveniencia o no de introducir un algo de incertidumbre en las relaciones sexuales. Es decir: que tener asegurada la práctica sexual no sirve para garantizar la pervivencia de la pareja. Funciona mejor como acicate, al decir de estos teóricos, el tener que ganarse el éxito día a día. O sea: el tener que luchar como si fuera la primera vez para llevarse a la pareja a la cama.

La duda, la incertidumbre y el tener que deshojar la margarita es algo que, al decir de estos psicólogos, le sienta bien a la relación sexual. La incertidumbre, señala por ejemplo el psicólogo Alberto Barradas, funciona como un potente afrodisíaco cuando se la toma como un elemento de juego y erotismo. Estar en el alero, ésa es la clave. La seguridad adormece la vida sexual o conduce a una progresiva desgana que acaba por herirla de muerte. La vida sexual necesita incentivos para mantenerse vital y la incertidumbre sexual es, en ese aspecto, fundamental. Nada como las dudas para mantener alerta a la pareja y siempre dispuesta a la batalla del continuo cortejo. Quien tiene algo seguro deja de luchar por ello y, al hacerlo, empieza a correr el riesgo de perderlo.

La incertidumbre erótica, el mejor afrodisíaco

En cierto modo, de lo que se trata es de volver a ese estado de ansiedad y obsesión propio de la fase del enamoramiento. El enamorado que aún no ha conseguido su objetivo amoroso está ansioso, preso de los excesos de cortisol, la hormona responsable del estrés, y de la carencia de serotonina. Es entonces, en ese estado, cuando el enamorado hace todo lo posible por atraer la atención de la persona amada y por conquistar sus favores. Para conseguirlo, es fundamental batallar con un gran enemigo que siempre puede surgir de entre las sombras de las dudas. Ese gran enemigo al que hay que derrotar son los celos. Junto a los celos, la desconfianza, los miedos o la desmotivación progresiva son los principales factores que pueden afectar negativamente a la consecución del objetivo principal: revitalizar la vida sexual y enriquecer nuestra relación con nuestra pareja.

Para volver a esa fase del enamoramiento es fundamental que se postergue el encuentro sexual. Esa postergación del encuentro sexual y la incertidumbre sobre si se producirá finalmente o no servirá para incrementar la visión erótica que se tenga de la persona a conquistar. El deseo se intensificará y la pasión no podrá adormecerse.

Este juego de la incertidumbre sexual (porque así, y para que la incertidumbre sexual sea efectiva y surta sus efectos, debe ser tomada, como un juego) sólo podrá tener éxito cuando la confianza entre los miembros de la pareja sea total y la autoestima de la persona que debe iniciar el cortejo no se encuentre en horas bajas. Una autoestima que no lleve la duda más allá del juego es capital para que la incertidumbre sexual pueda actuar como efectivo afrodisíaco.