Postura erótica “La cuchara”

La postura de la cuchara es una de las posturas más tradicionales. Hombre y mujer están recostados en la cama, de costado, con las rodillas dobladas, el pecho del hombre pegado a la espalda de la mujer. Ella abre las piernas ligeramente y sitúa el pene a la entrada de la vagina para facilitar la entrada desde atrás.

Sensaciones de la postura para la mujer

Esta postura erótica, al facilitar el contacto de todo el cuerpo, se convierte en una postura altamente íntima y muy apropiada para hacer el amor de una manera suave. Si estáis agotados tras una jornada de trabajo extenuante, la de esta postura erótica es una buena manera de hacer el amor. La penetración es baja, por lo que el acto sexual puede prolongarse durante más tiempo.

El hombre, desde atrás, puede acceder a los pechos y al clítoris de la mujer. Esta estimulación tendrá un efecto muy positivo sobre el nivel de excitación de la mujer y sobre el placer experimentado.

En caso de que el hombre tenga algo de sobrepeso (que podría dificultar o hacer incómoda para la mujer posturas como la del misionero), esta postura de la cuchara es muy apropiada para poder disfrutar del sexo sin incomodidades. Lo mismo sucede cuando la mujer se encuentra en un estado de gestación avanzado.

Si la mujer desea una penetración más profunda, basta con que se incline hacia delante. En ese caso el pene del hombre podría entrar más profundamente dentro de ella y uno y otro adoptarían una postura semejante a la del perrito pero manteniendo inmutable el hecho de estar tumbados.

Sensaciones de la postura para el hombre

Antes de entrar en la mujer y de sentir el húmedo calor de su vagina, el hombre puede bromear paseando su pene por las zonas adyacentes. Colocar el pene entre las nalgas y presionar éstas mientras el hombre realiza el movimiento propio del coito puede ser una de esas bromas.

Una vez dentro de ella, el hombre puede realizar movimientos moderados, sin excesiva intensidad, lentos. Este tipo de movimiento permitirá al hombre acostumbrarse a las sensaciones proporcionadas por la vagina y, por tanto, le permitirán un tipo de entrenamiento único para ejercitarse en el control y retención del orgasmo.

Esta postura erótica, además, permite que el hombre pueda susurrar muchas cosas al oído de la mujer (imagina la de suciedades que pueden decirse para aumentar la libido femenina y hacer subir la temperatura del encuentro erótico) o pueda, con claras intenciones excitadoras, mordisquear el cuello de la mujer mientras acaricia sus pechos y, al mismo tiempo, la penetra. Sin duda, una excelente manera de conducir a la mujer hasta los límites mismos de la gloria.