No es nueva ni es de hoy. De hecho, si nos detenemos a indagar un poco, ya veremos cómo la práctica ha existido desde que el mundo es mundo. En vasijas griegas, en dibujos egipcios, en el shunga japonés, en los cuadros de Édouard Henri-Avril, en las pinturas eróticas de Pompeya, en el Kama Sutra, en algunos templos de piedra hindús… En todos esos lugares podemos encontrar a una mujer o a un hombre lamiendo, comiendo, chupando, devorando, metiéndose en la boca un pene inhiesto y duro.

La felación, así, se aparece como una de esas prácticas eróticas que no saben de modas porque siempre han estado ahí. Por eso tiene tantos nombres y tantos modos posibles para referirse a ellas. Si quieres ser disimulado, puedes decir “hacer un Shirley Temple”. Si, por el contrario, quieres ser más explícito y gráfico puedes decir “una comida de polla”. Practicar una garganta profunda, chupar el mango, tocar la flauta, soplar la vela, hacer un pete, hacer un francés o el eminentemente chileno “dirigirse al país” podrían ser algunas maneras más o menos simbólicas de referirse a una práctica que ha tenido, en algunas fases de la Historia y en algunas culturas determinadas, un carácter casi mítico.

La mamada egipcia

En el Antiguo Egipto, de hecho, la felación estaba asociada de manera directa al nombre de Osiris, uno de los grandes dioses. Este dios fue despedazado en catorce pedazos por su hermano Seth y tuvo que ser su esposa y hermana Isis la que, ayudada por el dios Anubis, recogiera todos sus pedazos para poder reconstruirlo. Así lo hizo, pero hubo una parte de la anatomía de Osiris que su hermana Isis no encontró. Esa parte fue el pene, o, si lo prefieres, el falo, la polla, el rabo, el cipote, el mango, la verga, el cimbrel, la cigala, la cuca, la minga, el nabo, la picha… Tan sugerente órgano había sido devorado por el pez oxirrinco. El caso es que, para poder reconstruir a su hermano, Isis tuvo que añadirle un pene de barro y, para insuflarle vida, tuvo que chuparlo. La mamada de Isis fue mágica. Osiris renació.

Quizás en honor de esa acción mamadora de Isis, y como herederas de ella, nacieron las felatrices. Las felatrices eran mujeres especialmente hábiles y dedicadas a la felación, no necesariamente prostitutas. Estas mujeres expertas en el arte de comer pollas eran fácilmente distinguibles: llevaban los labios pintados con un carmín intenso que las identificaba ante el resto de la sociedad.

Si hay alguien que en aquella cultura adquirió fama y renombre mundial como experta e inigualable felatriz fue, sin duda, una de sus reinas. La más cinematográfica. La que enamoró a dos
romanos de la talla de Julio César y Marco Antonio. Cleopatra VII, la última reina helénica de Egipto. Tanta era su sabiduría como comedora de pollas y tanta su dedicación a dicha práctica sexual que circuló el rumor de que en una noche, en su palacio alejandrino, fue capaz de chupar la polla a cien soldados romanos. Probablemente, una exageración. Seguramente, en verdad, en verdad, Cleopatra no pasó de ochenta felaciones en esa noche. La gente es muy exagerada.

Sexo oral en Roma

La felación también tuvo su importancia dentro de la cultura romana. Y el cunnilingus. Eso sí: una y otro eran consideradas prácticas indignas, sucias y degradantes. La del cunnilingus, por ejemplo, se consideraba una práctica que implicaba una pérdida de honor social, aunque se sabe que había prostitutos que, contratados por mujeres que solicitaran sus servicios, lo realizaban cerca de los baños públicos. No en vano, y debido seguramente a ese aspecto degradante, la felación y el cunnilingus eran algunos de los servicios mejor pagados a prostitutas y prostitutos de la civilización romana.

Prostitutos y prostitutas de Roma pagaban impuestos y celebraban su propia festividad, pero entre unos y otras había una gran diferencia: las prostitutas ofrecían sus servicios por precios
módicos; los prostitutos, por cantidades elevadas. Algunos, los más solicitados, hasta conseguían amasar una cierta riqueza. Como se puede comprobar, la prostitución de lujo no es algo que se haya inventado hoy en día. Si indagamos un poco en la Historia, podremos comprobar cómo, de una forma u otra, siempre han existido prostitutas de lujo. Y entre las prácticas más solicitadas a los y las profesionales del sexo siempre ha destacado, de manera significativa, el sexo oral.

Felacions urbi et orbi

Así, Roma y Egipto no son las únicas culturas ni civilizaciones en las que la felación en particular o el sexo oral en general gozaron de la atención de los amantes y de aquellos y aquellas que, de un modo u otro, se entregaron al disfrute sexual de la felación o el cunnilingus. La felatio es una de las prácticas recogidas por el Kama Sutra. Su autor, Vatsyayana, no olvidó una práctica que aparece reflejada en muchos frisos de piedra de las construcciones indias de la época. En Khajuraho, por ejemplo, se encuentra una maravillosa concentración de templos budistas en las que se recogen, grabadas en piedra, algunas de las prácticas sexuales más comunes entre los hindúes de la época. La consideración de estas prácticas como degradantes e impuras por parte de Vatsyayana no implica que estas prácticas no fueran practicadas de manera más o menos habitual por la población. De hecho, se sabe que en las barberías hindús había eunucos destinados, entre otros menesteres, a ofrecer una buena sesión de sexo oral a los clientes.

Al hacerlo, estos eunucos ejecutaban la que, según vamos viendo, ha sido y es una de las prácticas sexuales más comunes de la Historia. Desde los jóvenes sambianos de Papúa Nueva Guinea, que practicaban la felación de sus mayores para, previa ingesta de su semen, adquirir una nueva sabiduría y una mayor madurez sexual, hasta las cerámicas con imágenes sexuales de la antigua civilización moche peruana, el amorrarse al pilón siempre ha sido un práctica buscada por quienes, más allá de las prevenciones sociales, deciden entregarse al placer de un buen encuentro sexual y al gozo de los cuerpos. De hecho, entre Cleopatra, reina de Egipto, y Monica Lewinski, becaria estadounidense, no hay tanta diferencia. A una y a otra les gusta sentir entre sus labios el pálpito de una buena polla a punto de eyacular. Y así pasarán a la Historia.