Relatos eróticos
Excítate con nuestros relatos eróticos. Historias casi porno para coger ideas y hacer de tu vida sexual rutinaria en un paraíso de instintos. Sexo imaginativo para mentes que desean vivir fantasías.
La bibliotecaria (v) – Relato erótico
… Quería atar a Amanda con aquellas sogas que parecían estar reclamando el cuerpo de una esclava. Quería dejar expuesto su coño y su culo a los caprichos de mi cuerpo. Que mi polla se la follara por detrás si eso era lo que mi polla quería. Que se metiera en su culo si ése era su deseo. Que se derramara donde ella quisiera. Qué gustazo sería ver la linda cara de la bibliotecaria salpicada de lefa…
La bibliotecaria (IV) – Relato erótico
Las horas pasaron y llegó el día siguiente. Se me hizo largo. Muy largo. No hay nada peor que intuir la presencia del gozo y que éste no acabe de presentarse ante nosotros. Estuve tentado en algún momento del día de meneármela, pero resistí la tentación. Quería conservar todas mis energías (y toda mi leche calentita y espesa) para cuando tuviera mi polla metida en la boca de la bibliotecaria. Sería entonces y no antes cuando me abandonara al placer de una corrida que sin duda iba a ser copiosa.
La bibliotecaria (III) – Relato erótico
Su risa brotó de repente y lo hizo conmocionándome. Aquella mujer estaba tomando conciencia exacta de su poder sobre mí. Mejor dicho: ya la tenía. Mi mirada, seguramente, no podía ser más transparente. Seguramente lo había sido siempre. Las mujeres saben cuándo un hombre ha convertido el hecho de follárselas en una cuestión casi de vida o muerte. Y eso, el follarme a la dichosa bibliotecaria, se me había convertido en una obsesión.
La bibliotecaria (II) – Relato erótico
Antes de que me recomendara leer Historia de O aquella bibliotecaria ya se había convertido en protagonista absoluta de mis sueños más húmedos. Como había sucedido con XXX tantos años atrás, ahora era la lengua de la bibliotecaria quien, en mis sueños, recorría la extensión erguida de mi polla, lamía mi prepucio y se coaligaba con sus labios para sorber y deglutir mi leche ardiente, que unas veces escogía la maravilla de su boca para verterse, en otras la de sus pechos escasos y en la mayoría la de la seda nunca suficientemente loada de sus nalgas.
La bibliotecaria – Relato erótico
Había leído “Historia de O” (tal y como la bibliotecaria me había recomendado) y lo había hecho teniendo presente en mi retina su imagen. Y es que de aquella treintañera pelirroja que había sido destinada hacía ya unos meses a la biblioteca del barrio y que con su sola presencia había conseguido reavivar mi afición lectora me gustaba todo, la manera un tanto displicente de sonreír con aquellos labios carnosos que parecían estar hechos para ejecutar las mejores mamadas, la forma almendrada de sus ojos y, por supuesto, la desinhibición de aquellos pezones altivos y duros que se insinuaban orgullosos desde detrás de la blusa.
El último WhatsApp (Fin)
A ésta era a la imagen a la que se aferraba él, en aquella habitación de hotel, para intentar despertar la carne dormida. Pareció querer dar ésta muestras de desperezarse, de querer alcanzar la apariencia tantas veces fotografiada, ocupó algo más de espacio en la boca de ella, que empezó a sentir cómo su lengua empezaba a encontrar menos espacio en el que moverse. Él realizó dos o tres movimientos de cadera y la polla entró y salió de la boca de la mujer luchando por desembarazarse de toda memoria para convertirse en puro instinto.
El último WhatsApp (Quinta Parte)
Encontrar aquella blandura la desconcertó. Sintió un latigazo de sequedad recorriéndola entera. Sus manos desabrocharon nerviosamente el cinturón de él, desabotonaron el pantalón y tiraron de él hacia abajo. Descendió éste hasta las rodillas. Sólo el slip quedó cubriendo los genitales de él. Aún intentó ella endurecer aquel trozo de carne magreándolo por encima del calzoncillo. Quería evitar el tener que enfrentarse a una visión que, con pequeñas variaciones de pilosidad y tamaño, ya le sabía a conocido.
El último WhatsApp (Cuarta Parte)
Y ahora el placer, aquel placer intenso y nunca experimentado, era, al fin, una incógnita que les estaba esperando detrás de aquella puerta. Introdujeron la tarjeta en la cerradura y, abriéndola, entraron en la habitación. Sin duda, era una habitación inventada única y exclusivamente para la lujuria, pero no para una lujuria personal e intransferible sino para una lujuria impersonal y ramplona, estándar y desangelada.
El último WhatsApp (Tercera Parte)
Hasta que él ya no pudo soportar aquel silencio. Aquellos whatsapps, en cierto modo, le habían devuelto al tiempo del imperio de una libido que ya creía perdida. Los sueños eróticos más incendiarios volvían a poblar sus noches y su despertar siempre le planteaba el dilema de si empezar el día marcándose una paja o no. La duda solía resolverse de manera afirmativa.
El último WhatsApp (Segunda Parte)
Quizás había sido aquella misma declaración de principios la que le había animado a romper su propia coraza y a empezar a expresar en voz alta (tan alta y clara como puede llegar a ser un mensaje escrito o enviado por móvil) sus aficiones sexuales más ocultas, aquéllas que nunca se había confesado ni a sí mismo: “me gustaría mucho que me la chuparas mientras me metes un dedo en el culo”, “quiero que te metas mis huevos en la boca y los saborees como si fueran dos caramelitos de menta”, “he soñado que te tenía a cuatro patas y que te separaba las nalgas…”
El último whatsapp
Como tantas veces suele suceder, todo empezó como un juego, una especie de entretenimiento con el que matar las horas mientras se estaba en otras cosas. Era divertido enviarse aquellos mensajes que al principio fueron un poco subiditos de tono para convertirse, al final, en mensajes directamente obscenos. Que si me gustaría estar ahora a tu lado y colocarte sobre una mesa y abrirte de piernas y sentarme en una silla y ponerme un babero para no marcharme la pechera y hundir mi boca en tu vagina…