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Relatos eróticos

Excítate con nuestros relatos eróticos. Historias casi porno para coger ideas y hacer de tu vida sexual rutinaria en un paraíso de instintos. Sexo imaginativo para mentes que desean vivir fantasías.

La venganza (Capítulo 4 y último)

-Fóllame, fóllame, fóllame –empecé a decirle mientras sentía la presión de su polla en mi vientre y notaba cómo su mano me bajaba las bragas. Sin prisas, pero con seguridad. Sin titubeos. Y sin titubeos cogió su dedo, el mismo que había estado jugueteando con mi culo, y lo llevó a mis labios.

La venganza (Capítulo 3)

Los pensamientos de aquella mirada decían lo que decían. Alejandro Rivas quería desnudarme, quería hundir sus manos en mi entrepierna, quería separar mis nalgas, quería probar el sabor de mi coño, quería escarbar con su lengua en mi culo, quería darme la vuelta del revés y del derecho, ponerme a cuatro patas…

La venganza (Capítulo 2)

Los pensamientos de aquella mirada decían lo que decían. Alejandro Rivas quería desnudarme, quería hundir sus manos en mi entrepierna, quería separar mis nalgas, quería probar el sabor de mi coño, quería escarbar con su lengua en mi culo, quería darme la vuelta del revés y del derecho, ponerme a cuatro patas…

La venganza (Capítulo 1)

Fue su mano quien trajo a mi cabeza la idea de la venganza. Siempre me han gustado las manos de los hombres. Son mi fetiche personal e intransferible. Imaginarlas recorriendo mi cuerpo, deteniéndose en mis zonas más íntimas, magreando mis pechos y mis nalgas, me ha puesto siempre cachonda. Desde bien jovencita.

La candidata (Capítulo 3 y último)

Yo, a estas alturas, estaba ya entregado a su capricho. Desde la cama pude ver cómo se desnudaba. Mis manos luchaban infructuosamente por liberarse de sus ataduras. Querían tocar aquella maravilla que se acercaba a la cama fijando en mí una mirada indescifrable. Querían magrear sus tetas, su coño, el interior de aquellos muslos recios y sedosos. Mis dedos crispados querían liberarse para meterse en su vagina, en la profundidad anhelada de su culo.

La candidata (Capítulo 2)

Quizás mis palabras no sonaron sinceras. O quizás mi cara era un poema a la que acudían los versos (todos ellos lúbricos) que bailaban en mi cabeza. Quizás fue eso, sí. O quizás fue simplemente que Carolina Marín fue aquel día una especie de bruja y pudo leer mis pensamientos más profundos, los que apuntaban a su culo perforándolo con rabia.

La candidata (Capítulo 1)

Que Carolina Marín era la mujer más sexi del Partido era algo que nadie ponía en duda. Sus pezones insinuándose bajo camisetas y blusas, aquellos labios carnosos que parecían diseñados y hechos para ejecutar las mejores mamadas y el vaivén cachondo y sensual de sus caderas cuando avanzaba por los pasillos de la sede central o cuando, en algún congreso, se dirigía al estrado para realizar su discurso, no admitían competencia.